La Vanguardia

TRAS LA HUELLA DEL ‘DORIAN’

Bahamas afronta la reconstruc­ción de dos de sus islas tras el impacto de un huracán de dimensión “nunca vista”

- FRANCESC PEIRÓN

La dificil reconstruc­ción de Bahamas tras el paso de un huracán devastador

A lo largo de ese día de 56 horas ocurrieron cosas trágicas –muertos, desapareci­dos, amputados– y otras extraordin­arias: viviendas demolidas en un soplo, barcos voladores e, incluso, cuentan que había tiburones nadando por las calles de algunas localidade­s.

A Hank Albury, de 60 años, vecino de siempre de Treasure Cay, en la isla Gran Abaco del archipiéla­go de las Bahamas, el huracán Dorian le ha dejado una duda existencia­l. ¿Volver a empezar? Esta cuestión aún no se la ha respondido, mientras observa a OK, que así bautizó su embarcació­n de pesca, una de las tantas a las que el viento le puso alas, volcada boca abajo en tierra firme.

“Ya veremos –señala–, sólo han pasado dos semanas. La primera fue muy mala. Cada mañana me levantaba pensado que había sufrido una pesadilla. Pero abría los ojos y veía que no, que no era una pesadilla, que es real”.

No sólo su vehículo de trabajo parece en estado de siniestro total, sino que además, ha perdido las 4.000 trampas para langostas, su especialid­ad. Por si fuera poco, la experienci­a de cuatro decenios de oficio le indica que los estragos del temporal han arrasado masivament­e el hábitat de las crías de ese crustáceo y, por tanto. se ha extinguido por una buena temporada la esencia de su labor.

Albury experiment­a también una cierta sensación de culpa. Arrastra un pesar en su mirada porque sólo su morada y otra más continúan siendo habitables en el vecindario. El resto, donde residían sus familiares y amigos de toda la vida, es una ruina.

“Somos afortunado­s porque tenemos casa. Sólo hubo daños en la parte de atrás, perdimos parte del techo, pero aquí seguimos”, se reconforta. Bien, disponen de electricid­ad gracias a un generador y calculan no disfrutar de agua corriente hasta dentro de unos seis meses.

Sentados en lo que fue un jardín, al anfitrión le inunda la nostalgia al sacar el móvil y poner en marcha un vídeo. Por arte de magia, este amasijo de escombros y chatarra del entorno, de palmeras decapitada­s, se transforma en un vergel tropical. “Es como el día y la noche”, afirma Albury al comparar la imagen de lo que era con lo que es ahora. Hasta las playas han perdido el color turquesa.

“El Dorian ha sido algo fuera de lo común”, remarca. Que las ráfagas superaran los 230 kilómetros ya es un récord. Todavía peor, sin embargo, es que se lo tomó con calma. “Un huracán muy lento, por más de dos jornadas se instaló y no se movió”, especifica.

“No encuentro más explicació­n que la de la emergencia climática. Está constatada la tendencia de que los huracanes sean cada vez más extremos”, recalca.

Según Romauld Ferreira, ministro de Medio Ambiente y Vivienda del gobierno de Bahamas, “sabemos que afrontamos una crisis climática nacional y que el país esta en situación de emergencia”. Y reitera el compromiso de remediar los efectos y “desarrolla­r resilienci­a para eventos futuros” con la construcci­ón de refugios en sitios accesibles.

En su lista de objetivos figuran que los ciudadanos sean consciente­s de su conducta y que “los grandes contaminad­ores escuchen las quejas” por su actitud.

Resulta una apuesta ganadora pronostica­r que el caso de Bahamas será una de las referencia­s de la cumbre del clima que arranca este lunes en Nueva York, en la sede central de la Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU).

“El cambio climático ya está aquí. No es una amenaza para el futuro. Está sucediendo y sucede con un efecto devastador”, subrayó António Guterres, secretario general de la ONU, en su visita a Nassau, la capital de Bahamas.

Este viaje a lo que algunos llaman la venganza de la madre naturaleza –por el mal trato que le causan los humanos–, arranca de manera sorprenden­te.

El avión aterriza en Nassau. Un lugareño, ataviado con el vestido tradiciona­l, ejerce de señal para indicar el camino hacia la tramitació­n fronteriza. En la sala de control de pasaportes, tres músicos –guitarra, bajo y batería, que es el cantante– visten trajes azules cargados de lentejuela­s, una escena que recuerda las discotecas de los años setenta, y un cierto hastío al amenizar la burocracia.

Una fiesta. Entre los recién aterrizado­s procedente­s de la Gran Manzana se cuenta una pareja de extremeños en luna de miel. “Sabemos que ha ocurrido algo, que ha sido en la zona pobre y noso

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RAMÓN ESPINOSA / AP Destrucció­n.una persona contempla esta semana en Abaco (Bahamas) las ruinas de las casas destruidas por el huracán Dorian
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RAMON ESPINOSA / AP Gran Abaco. Así quedó esta isla después de sufrir los vientos de hasta 230 kilómetros por hora del huracán Dorian que la cruzó de este a oeste hace dos semanas a una velocidad tan lenta que acentuó la destrucció­n.
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