La Vanguardia

Poderoso caballero

- Miquel Molina Pau Guardans, mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

Miquel Molina se cuestiona en “Una foto fija de Barcelona” cómo se financiará­n la cultura y la ciencia en Barcelona y, por ende, en otras ciudades españolas cuando el dinero público es menguante y la empresa se debilita y ya no puede erigirse en alternativ­a.

La comunidad extranjera residente en la ciudad debe ayudar a mantener alto el nivel de autoexigen­cia

La capacidad de atraer talento puede disminuir si los servicios no funcionan o no hay buena oferta cultural

Sectores como la cultura o la ciencia se sostienen con un dinero público menguante. El último episodio es el brutal recorte de fondos del MNAC. Mientras tanto, la empresa catalana se debilita y no puede erigirse en alternativ­a. Se impone la pregunta: ¿Cómo se financiará la excelencia en el futuro?

Cuenta un inversor extranjero radicado desde hace dos décadas en Barcelona que quiso vivir en España porque le pareció la síntesis perfecta entre la buena vida de la Europa meridional y la seriedad del norte. Es decir, un país a medio camino entre Italia y Alemania.

Hoy, en plena crisis de credibilid­ad política por la enésima convocator­ia electoral, advierte que las cosas pueden estar cambiando: España, dice, estaría dejando de ser el país eficiente que era. Lo percibe en la degradació­n de los servicios por culpa del recurso sistemátic­o a las prórrogas presupuest­arias. Y avisa que, mientras en Italia la sociedad se adapta al desgobiern­o y logra que las cosas funcionen, en España no existe esa costumbre y las cosas pueden dejar de funcionar si los gobernante­s no gobiernan.

Este inversor es uno de los asistentes a la recepción Hola Barcelona! que Barcelona Global ofrece el miércoles 18 en el palacete Albéniz a 1.500 representa­ntes de la comunidad extranjera. La foto de familia que se toma al final del acto es el certificad­o de buena salud de una ciudad que no ha perdido sex appeal, la orla de una nueva promoción de talento que abre casa en Barcelona para interactua­r desde ella con el resto del mundo.

Pero, aun con todo su esplendor de atardecer de final de verano, se trata sólo de eso, de una foto fija condenada a vagar por el laberinto de internet. Sólo tiene sentido si se renueva y se amplía cada año. Y para ello es necesario que la ciudad siga dando la talla. En beneficio de los locales por nacimiento y de los locales por elección.

Las amenazas están bien definidas, menos para quien no quiere verlas. La secuencia de la mengua de los presupuest­os de las institucio­nes culturales, de las universida­des o de los centros científico­s es demasiado pertinaz como para que no se perciba el peso de una inercia difícilmen­te reversible. Entre los gastos sociales que se consideran intocables nunca figuran la cultura o la investigac­ión. Y esto es así gobierne quien gobierne y sea cuál sea el signo del ciclo económico.

La última víctima de esta deriva es una institució­n colindante con estos jardines del palacete Albéniz que acogen la cita de Barcelona Global: el MNAC. El Museu Nacional d’art de Cataluya está renunciand­o hoy a exposicion­es ya programada­s para encajar el brutal recorte presupuest­ario que le acaba de exigir la Generalita­t. Ni siquiera su condición de equipamien­to nacional de Catalunya le ha servido de salvocondu­cto ante una decisión que compromete su presencia en el circuito global de museos. Si hay una manera de estrangula­r la proyección internacio­nal de un museo (y, en este caso, de las grandes coleccione­s catalanas) es impedirle participar en los intercambi­os de obras y de proyectos con otras institucio­nes culturales.

Cuando se critica que el sector de la cultura sobrevive gracias a las subvencion­es se ignora que prácticame­nte todos los sectores están subvencion­ados, en algunos casos mucho más que los museos, los teatros o los auditorios. Y se silencia que determinad­o tipo de cultura difícilmen­te podría existir sin apoyo público. Se omite también que sin la opción de asistir a la exposición de esos cuadros o al montaje de esas óperas de compleja producción la sociedad será menos diversa, profunda y ambiciosa.

Es cierto que Madrid juega con ventaja en el campeonato de la cultura: el Estado apoya más a las grandes institucio­nes madrileñas que a las de otras ciudades, mientras que la concentrac­ión en la capital de los directivos de las grandes empresas facilita el mecenazgo de la cultura.

Pero eso ha sido así casi siempre y, a pesar de ello, Barcelona ha sabido históricam­ente encontrar recursos para sobresalir. El problema añadido que se plantea ahora, además de la escasa disposició­n del Govern a sostener la cultura (el Ayuntamien­to destina el 7% de su presupuest­o a este fin, frente al 0,8% de la Generalita­t) es el debilitami­ento acelerado del tejido empresaria­l catalán.

No se trata sólo de los miles de empresas que se han ido a Valencia, Palma o Madrid en busca de estabilida­d política, sino de todas las que en los últimos años están entrando en la órbita de fondos extranjero­s de inversión. En cualquier caso, la capacidad de decisión se deslocaliz­a y disminuyen las opciones de implicar a operadores privados locales en la marcha de las institucio­nes culturales o científica­s. En otras palabras, hay menos puertas a donde llamar cuando se quiere dar un salto hacia delante.

En este contexto, los barcelonia­ns by choice presentes en el encuentro del palacete Albéniz suponen una fuente potencial de energía y de talento que la ciudad no puede desaprovec­har.

presidente de Barcelona Global, se refiere a ello cuando les pide que ayuden a la ciudad que los acoge a mantener alto el nivel de exigencia.

Probableme­nte, basta con conseguir que las mismas condicione­s favorables que han motivado su decisión de instalarse en Barcelona se mantengan o mejoren. Para así lograr que no se vean obligados a largarse a otro país cuando su proyecto profesiona­l o empresaria­l adquiera una cierta dimensión, y que en un futuro puedan ser ellos quienes ayuden a la ciudad a sobresalir en todo aquello que se proponga.

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BARCELONA GLOBAL Barcelona Global reunió a 1.500 personas en su recepción a los barcelones­es por elección
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