Diccionario bárbaro de la política dura
El lenguaje importa”. Mark Thompson, expresidente del
New York Times arrancaba con esta idea el prólogo de su celebrado Sin
palabras (Debate, 2017), el libro en el que advertía de la corrosión del lenguaje en la política y también del periodismo político.
Bien es cierto que Thompson planteaba el problema de la manipulación del sentido de las palabras. Pero es muy probable que la manipulación de las palabras tenga mucho que ver con la derrota de las formas en política. Y esto es lo que trata de apuntar este diccionario bárbaro en el que se compilan las palabras cuanto menos inadecuadas que se han cruzado los líderes políticos a lo largo de los últimos meses. Hay actores destacados y actores secundarios en esta lista, pero en general, todos los principales líderes parecen haber perdido de vista la necesidad de contenerse.
La lista es larga y probablemente podría establecerse una relación directamente proporcional entre su uso y el descrédito que hoy merece el ejercicio de la política entre los ciudadanos. Cabe preguntarse, no obstante, hasta qué punto los ciudadanos no somos en parte cómplices directos del empobrecimiento del lenguaje y del incremento de la testosterona semántica.
El papel de las redes sociales en esta espiral no puede ser ignorado. Mientras nuestros antepasados podían celebrar el uso de palabras malsonantes o utilizadas de un modo inadecuado en la intimidad de la lectura de un periódico o en el salón de casa con el oído pegado a la radio, los ciudadanos de hoy día pueden amplificar sin límite sus efectos. El crescendo semántico puede que tenga mucho que ver co n los corazones y los likes. Este breve compendio de palabras malsonantes se ha ocupado también de algunas palabras mal utilizadas o desproporcionadas con las que los políticos decoran sus discursos.
Pasen y lean. Y si alguna palabra les produce risa o satisface sus gustos políticos recuerden que es un placer pasajero, y que siempre puede ser utilizada en su contra o en contra de los suyos más pronto que tarde.
Los líderes de partido parecen haber perdido el respeto a las palabras a medida que la política se radicaliza y se desprestigia
Cabe preguntarse hasta qué punto los ciudadanos no somos cómplices directos del incremento de la testosterona semántica