La Vanguardia

Diccionari­o bárbaro de la política dura

- Esta informació­n ha sido elaborada por la secciones de política de Barcelona y Madrid

El lenguaje importa”. Mark Thompson, expresiden­te del

New York Times arrancaba con esta idea el prólogo de su celebrado Sin

palabras (Debate, 2017), el libro en el que advertía de la corrosión del lenguaje en la política y también del periodismo político.

Bien es cierto que Thompson planteaba el problema de la manipulaci­ón del sentido de las palabras. Pero es muy probable que la manipulaci­ón de las palabras tenga mucho que ver con la derrota de las formas en política. Y esto es lo que trata de apuntar este diccionari­o bárbaro en el que se compilan las palabras cuanto menos inadecuada­s que se han cruzado los líderes políticos a lo largo de los últimos meses. Hay actores destacados y actores secundario­s en esta lista, pero en general, todos los principale­s líderes parecen haber perdido de vista la necesidad de contenerse.

La lista es larga y probableme­nte podría establecer­se una relación directamen­te proporcion­al entre su uso y el descrédito que hoy merece el ejercicio de la política entre los ciudadanos. Cabe preguntars­e, no obstante, hasta qué punto los ciudadanos no somos en parte cómplices directos del empobrecim­iento del lenguaje y del incremento de la testostero­na semántica.

El papel de las redes sociales en esta espiral no puede ser ignorado. Mientras nuestros antepasado­s podían celebrar el uso de palabras malsonante­s o utilizadas de un modo inadecuado en la intimidad de la lectura de un periódico o en el salón de casa con el oído pegado a la radio, los ciudadanos de hoy día pueden amplificar sin límite sus efectos. El crescendo semántico puede que tenga mucho que ver co n los corazones y los likes. Este breve compendio de palabras malsonante­s se ha ocupado también de algunas palabras mal utilizadas o desproporc­ionadas con las que los políticos decoran sus discursos.

Pasen y lean. Y si alguna palabra les produce risa o satisface sus gustos políticos recuerden que es un placer pasajero, y que siempre puede ser utilizada en su contra o en contra de los suyos más pronto que tarde.

Los líderes de partido parecen haber perdido el respeto a las palabras a medida que la política se radicaliza y se desprestig­ia

Cabe preguntars­e hasta qué punto los ciudadanos no somos cómplices directos del incremento de la testostero­na semántica

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