La Vanguardia

El recurso fácil

- Magí Camps

En el mundo anglosajón hay un exceso de prevención –algunos lo calificarí­an de puritanism­o o de hipocresía– a la hora de decir palabras malsonante­s. Cuando no quieren escribir un taco, ponen la primera letra y las siguientes las sustituyen por asteriscos, en casos como fuck (joder) y shit (mierda). Escriben f*** y s*** o, directamen­te, se refieren a una u otra como “la palabra de cuatro letras”. En la serie británica Years and years, la política que interpreta Emma Thompson suelta un “mierda” en la tele que acaba inspirando el nombre de su nuevo partido, Cuatro Estrellas, en referencia a los cuatro asteriscos de las cuatro letras de shit.

En España, las palabras malsonante­s son el pan de cada día. Por eso me sorprendió, hace ya unos años, que cuando el empresario Ruiz-mateos aprovechó un descuido de Miguel Boyer para arrearle un coscorrón, el ministro de Economía de entonces le respondier­a con mucha calma: “¡Delincuent­e!”. Qué frialdad, qué flema británica, pensé, tal como tenemos los oídos acostumbra­dos a los tacos por incidentes de menor gravedad.

Cuando una persona habla en la Cámara, hay que exigirle un mínimo de educación en el lenguaje. Esta semana Gabriel Rufián dijo que la ciudadanía estaba de la clase política hasta los bemoles (eufemismo), para no decir lo otro (otro eufemismo). Y no le falta razón. Es cierto que las palabrotas no son frecuentes en los parlamento­s, pero el insulto más o menos refinado es el dardo que se lanzan unos a otros, cada vez más a menudo, cuando carecen de argumentos de peso. Es el recurso fácil.

Argumentos, por favor, y no descalific­aciones es lo que deberíamos pedir a los políticos.

A los políticos que se rigen por tácticas cortoplaci­stas les encanta la inmediatez de la descalific­ación

Pero hoy los altavoces de los medios y de las redes sociales amplifican cualquier declaració­n, sobre todo si es una salida de tono. Aunque desde un punto de vista semántico es lo mismo decir a un rival “usted está mintiendo” que “usted es un mentiroso”, la segunda oración tiene mayor carga acusatoria que la primera. Lógicament­e, como los políticos de poca talla –que son multitud– se rigen por tácticas partidista­s y cortoplaci­stas, esta efectivida­d inmediata y acusatoria les encanta.

Las Cortes franquista­s eran un modelo de educación encorsetad­a, sin debate político posible. Con el paso a las Cortes constituye­ntes se mantuviero­n las formas. Pero cuando las elecciones democrátic­as formaron los primeros parlamento­s, la cosa se empezó a salir de madre. Todo ha ido in crescendo. En Catalunya había el contrapunt­o deloquella­mabaneloas­iscatalán,hastaque acabó estallando cuando se descubrió que los grandes prohombres también habían metido la mano en la caja. Aquí no se salva nadie. De rebote, el Parlament se llenó de la mala educación de algunos políticos que no saben hablar si no es ofendiendo al rival, como si estuvieran en la barra de un bar.

Argumentos, por favor, y no descalific­aciones es lo que debemos exigir a los políticos. Y si alguno tuviera una pizca más de visión de Estado, quizá la ciudadanía no estaría hasta las narices de todos ellos.

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