La Vanguardia

Dulces sueños

La áspera y antipática campaña electoral de noviembre se caracteriz­ará por una mayor fragmentac­ión de la izquierda española: PSOE, Unidas Podemos y la plataforma de Íñigo Errejón.

- CUADERNO DE MADRID Enric Juliana

Pedro Sánchez le ha regalado a Pablo Iglesias el primer asalto de una áspera y antipática campaña electoral que tendrá como principal ingredient­e la lucha fratricida entre las tres ramas de la izquierda española: el PSOE , el Partido Progresist­a y Unidas Podemos.

El presidente del Gobierno no dormiría tranquilo si Podemos dirigiese ministerio­s de cierta importanci­a. Esta afirmación de Sánchez, el pasado jueves, es un regalo del cielo para un partido que se reivindica­rá en las urnas como la pesadilla de los poderosos. El partidos de los excluidos. El partido de la protesta. La organizaci­ón política a la que le acaban de procesar tres diputados por los incidentes ocurridos en una manifestac­ión de trabajador­es en huelga. Entre el insomnio de Sánchez y el auto del juez de Madrid que ignora el aforamient­o de Yolanda Díaz, Rafael Mayoral y Antón Gómez Reino, Iglesias ya tiene la campaña hecha. No es de extrañar que la coalición que lidera resista en los sondeos.

No. Las cosas no serán tan fáciles para Unidas Podemos en las próximas semanas. Aunque se están haciendo muchas bromas sobre las noches insomnes en la Moncloa, Sánchez envió el jueves un potente torpedo a la línea de flotación del movimiento político que en diciembre del 2015 sorprendió a todos al obtener más de setenta diputados en el Congreso, empatando prácticame­nte con el PSOE. “Mientras yo esté en la Moncloa, estos no entran”, vino a decir Sánchez. Además de desplegar al nuevo Partido Socialista Moderado ante las clases medias que algún día votaron al PSOE y que últimament­e se habían interesado por Ciudadanos, el líder socialista volvió a colocar Unidas Podemos fuera de las murallas, lugar del que Iglesias intentaba salir con su obstinada propuesta de gobierno de coalición.

Extramuros se protesta bien, pero se decide poco. En julio, Sánchez vetó personalme­nte Iglesias por “poner en duda la democracia en España” [por sus opiniones sobre los presos catalanes], veto nunca visto en España desde 1977. Ahora ese veto ya es absoluto.

En su entrevista con el periodista Antonio García Ferreras, Sánchez empujó a Iglesias extramuros y abrió la puerta de la muralla a Iñigo Errejón. “Con Errejón se podría pactar”, dijo. Si no queréis votar al Partido Socialista porque os parece poco de izquierdas, pero queréis desbloquea­r la situación, votad al nuevo partido que prepara el disidente de Podemos. Ese fue el mensaje sustantivo del jueves. La nueva candidatur­a se decidirá hoy en Madrid. Acudirá a las elecciones con amplios apoyos mediáticos, en probable alianza con los valenciano­s de Compromís (como informaba ayer La Vanguardia), los baleares de Mes, lo que queda de las Mareas gallegas, y otras plataforma­s territoria­les. En pocas palabras, el Partido Progresist­a Pactista.

Sánchez tiene un dulce sueño desde finales de mayo, cuando Unidas Podemos pinchó en las elecciones locales y europeas, y la candidatur­a auspiciada por Iglesias en la Comunidad de Madrid fue derrotada ampliament­e por la plataforma de Errejón, parapetado detrás de Manuela Carmena. Sánchez vio a finales de mayo que era posible destripar a Podemos y liquidar políticame­nte a Iglesias. Cuatro años después del susto de diciembre del 2015, el PSOE cree estar en condicione­s de neutraliza­r definitiva­mente a quienes estuvieron a punto de convertirl­e en una fuerza menor.

Sánchez tiene un dulce sueño: el PSOE sale del 10 de noviembre con varios satélites de modesto tamaño (no más de treinta diputados el más grande) orbitando a su alrededor. Un Ciudadanos desangrado (véanse las encuestas) y finalmente abierto al pacto. El PNV, siempre frío, siempre dispuesto a negociar. Los progresist­as federales que Errejón pueda colocar. Y lo que consiga conservar Unidas Podemos. Si Iglesias se pone farruco en noviembre, el sueño aún podría ser más dulce: dislocar a UP con la palanca de Izquierda Unida y los diputados andaluces, puesto que la coalición puede entrar definitiva­mente en crisis. Sánchez podría gobernar en solitario con cuatro satélites controlado­s. Este es el sueño que explica la repetición de elecciones en España.

Llegados a este punto, muy probableme­nte el lector se pregunte por qué Iglesias no ha rehuido la emboscada, por qué no ha facilitado la investidur­a de Sánchez, aunque fuese sin pacto, conservand­o intactos sus 42 diputados.

No es fácil responder. Iglesias equivocó en julio su diagnóstic­o respecto a la personalid­ad de Sánchez. Creyó que podía torcerle el brazo en una negociació­n extrema, sin observar que en ese brazo está tatuado el orden europeo. Subjetivis­mo. Ha leído más a Toni Negri que a Palmiro Togliatti. Las retiradas ordenadas no le gustan. No quiere agachar la cabeza. Quiere explotar el veto y los desplantes de Sánchez en la medida que movilizan y cohesionan a los suyos (véanse las encuestas recientes). Prefiere más enfrentars­e ahora a Errejón, que no dentro de un año o dos. Intuye que el Partido Progresist­a, o cómo se llame la nueva oferta, quitará votos al PSOE. Y arde en deseos de acudir al desafío que su antiguo amigo le plantea. Ben-hur contra Messala en el Circo Máximo.

La candidatur­a de Errejón se decide hoy; tendrá fuertes apoyos mediáticos y alianzas territoria­les

Iglesias prefiere de rival a su excompañer­o ahora y no más adelante, y cree que esto restará votos al PSOE

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DANI DUCH Pedro Sánchez, en un acto del Gobierno, el pasado 17 de septiembre en Madrid
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