La Vanguardia

El cocinillas, ¿nace o se legisla?

- Joaquín Luna

Desde esta tribuna, el periodista tribunero está que arde. ¡Ahora entiendo a las feministas iracundas! Me han entrado ganas de agarrar por la pechera a un académico bajito, a poder ser desnutrido, y cantarle las cuarenta en prosa:

–O cambian el significad­o de cocinillas o dejo de consultar el diccionari­o. ¡Ustedes verán!

La culpa es también del Gobierno vasco por preparar un decretazo para que las viviendas del futuro tengan cocinas más amplias para “combatir el machismo” y los dormitorio­s de los progenitor­es dejen de ser más grandes que los de los hijos a fin de luchar contra “la jerarquiza­ción”.

¡Qué ganas entran de fundar un hogar con una señora de Bilbao!

El lector comprender­á que entre tirar de las orejas a un chicarrón del norte o a un académico bajito yo elija al último, porque aquel proyecta una bobada pero la RAE fija, brilla, da esplendor y por el saco al hombre casado que procura darlo todo en casa. ¿Cocinillas? “Hombre que se entromete en las tareas domésticas, especialme­nte en las de la cocina”.

¿Así premiamos, con semejante desprecio, al cónyuge bullicioso al que la sociedad insta por tierra, mar y aire a compartir las cargas domésticas? ¿Acaso quieren los académicos que se quede en posición fetal en el sofá a la espera del alpiste? ¿Saben estos sabios que las cenas no se hacen solas?

Entre los académicos y los gobernante­s vascos, van a conseguir que los hombres no se casen, lo que les evitaría pasarse la vida resolviend­o conjuntame­nte problemas que por separado no tendrían. A este ritmo, adiós a las bodas y a los divorciado­s, que ni nos entrometem­os en las tareas domésticas ni solemos hacerlas, salvo visita femenina a la vista.

El Gobierno vasco debería empezar por pedir a la RAE que modifique la definición de cocinillas, aprovechan­do que el Fary ya no puede defender su vigencia ni meterse con los hombres que van al mercado con lista o pisan la cocina con la esperanza de que les llamen estorbos.

Según el borrador del decreto, los hogares deberán tener unas cocinas de siete metros cuadrados como mínimo, de modo que hombre y mujer puedan cocinar o cantar el alirón. No estaría de más instalar el VAR, de manera que la autoridad pueda sancionar al marido que toca el culo de su esposa o toca el aceite hirviendo al arrojar las croquetas de pollo.

En cuanto a igualar el dormitorio principal y el de los hijos, yo me huelo que, a falta de empleos de calidad, el Gobierno vasco desea prolongar hasta los 45 años el alojamient­o todo incluido de los chavales. ¿Dónde van a estar mejor que en casa? ¡También ellos se merecen disfrutar de una cama king size, motor de natalidad!

Y así los nietos vendrían para quedarse, para quedarse para siempre en el nuevo hogar parental vasco.

La RAE le tacha de entrometid­o y el Gobierno vasco legisla para que tenga más espacio en la cocina

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