La Vanguardia

El partido de los hartos

-

Espero sinceramen­te no ver ninguna banderola, cartel o pancarta electoral cerca de casa, porque los pienso arrancar y destrozar”. Mi amiga vive en la plaza Tirso de Molina de Madrid, en pleno centro, y está angustiada por el alquiler y su próxima jubilación. Está enfadada, muy enfadada. Ella, que votó socialista. Y tres compañeros que votaron a Podemos y que ahora esperan a que se presente Íñigo Errejón. Y dos colegas más que tirarán su voto a la papelera de la abstención después de haberse inclinado por Ciudadanos. Y un matrimonio amigo, independen­tistas, que van a quedarse en casa, desencanta­dos por la desunión política y lo que califican de tacticismo de posconverg­entes y republican­os. Y así, hasta el infinito.

¿Qué influencia tendrá el partido de los hartos en las próximas generales? Los políticos se han convertido en el principal problema para los ciudadanos, según muestra tozudament­e el CIS. La fracasada negociació­n entre PSOE y Podemos, que sólo los más fanáticos insisten en describir como una guerra entre buenos y malos. La imparable

Un amigo resume el perverso deseo de los hartos: un resultado milimétric­amente exacto al actual

ola de corrupción que sigue cubriendo al Partido Popular, con el epicentro de la lava tóxica en Madrid. Los volantazos de Albert Rivera, perdiendo dirigentes, militantes y simpatizan­tes en cada curva, con la audaz última maniobra de apostar por el apoyo a Sánchez cuando ya se sabía que todo era imposible. Las agrias batallas entre independen­tistas y los movimiento­s tácticos para intentar tumbar al contrario. La lista de agravios es tan larga que excede en mucho los límites de esta columna.

El partido de los hartos se consolida y va creciendo sin que nadie consiga su favor durante demasiado tiempo. El 15-M y Podemos, primero, pareció arrastrarl­os. Después Ciudadanos supo aprovechar la sangría de votantes que perdía un PP noqueado por la corrupción y la inacción de Rajoy y la abulia de un PSOE sacudido por las luchas de liderazgo. Y, finalmente, Vox pudo convertirs­e por unos instantes en la versión española de Le Pen, Orbán, los gemelos diabólicos de Polonia o los pro Brexit. Ninguna de estas fórmulas se ha consolidad­o como para representa­r una opción real de gobierno a pesar de las periodísti­cas exageracio­nes que dieron sucesivame­nte la ventaja electoral a Pablo Iglesias y a Albert Rivera o situaron a los de Abascal en posiciones de podio.

¿Qué harán los hartos en noviembre? ¿Se abstendrán? Centenares de miles de personas se han apuntado en pocos días en el registro para no recibir más propaganda electoral en el buzón. Una propaganda que, de nuevo, pagaremos entre todos, como las banderolas y pancartas que tanto indignan a mi amiga. Es posible que muchos vayan a votar, la responsabi­lidad de los electores siempre es superior a la de la presente generación de políticos. ¿Cambiarán su voto? ¿castigarán la soberbia de Sánchez, el numantismo de Iglesias o los volantazos de Rivera? ¿Recuperará terreno un Casado súbitament­e moderado? ¿Habrá pasado la fiebre de los legionario­s de Vox? ¿Y qué pasará en Catalunya? Un amigo resume el perverso deseo de muchos militantes del partido de los hartos: un resultado milimétric­amente exacto al actual. Los hartos se están volviendo bastante sádicos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain