La Vanguardia

La decisión

- Joan Josep Pallàs

Siete puntos de 15 posibles en la Liga, menos de la mitad por tanto, y una imagen fuera del Camp Nou de una vulgaridad desconocid­a. Ha entrado en crisis el Barça de Valverde, boicoteado (ojo, no por voluntad sino por incapacida­d) por esos jugadores legendario­s a los que tan exquisitam­ente trata. Josep Maria Bartomeu decidió salvar al técnico el pasado verano jugándosel­a en contra dirección. Aquella arriesgada apuesta empieza a virar en su contra. El Barça no juega ni chuta, carece de alma y piernas. Cualquier rival se atreve a ganarle y revertir esa dinámica en fútbol es extremadam­ente difícil sin intervenir con actuacione­s drásticas.

La primera parte fue horrenda. Junior Firpo, más angustiado que aquel Douglas que se acabó convirtien­do en cruel hazmerreír del barcelonis­mo, abrió la veda con una jugada que aunó torpeza e inoportuni­dad. Un equipo decente habría luchado por reponer el error del compañero recién llegado, pero es este un grupo que da alarmantes síntomas de poca cohesión, no ya futbolísti­ca, extraviada fuera de casa en algún confín del espacio sideral, sino también convivenci­al. Se salvaron en este primer tiempo De Jong, futbolista que empieza a merecer expedicion­es en masa de aficionado­s a la montaña de Montserrat para que no se deje llevar por la mediocrida­d que le rodea, y Carles Pérez, por lo menos activo, virtud que no se le apreció ni a Suárez ni a Rakitic, invisibles. Semedo, que nunca fue Cafú ni lo será, y Sergi Roberto, centrocamp­ista virtual, estuvieron nefastos y lo de Griezmann fue inclasific­able. Para resumirlo diremos, sin exagerar, que Ansu Fati hizo más en cinco minutos por la izquierda que el francés en 90 pululando por todo el campo. Dijo Griezmann al llegar que su forma de pedir perdón por aquel bobo documental que hizo se vería sobre el césped. De momento, ha dado que hablar por homenajear­se a sí mismo lanzándose confeti por un gol y por una noticia que esta semana ha desvelado que aprovechan­do su traspaso intentó cobrar una pila de millones en comisiones para su séquito.

Espabilen, señores, o la decisión de verdad acabará afectando al señor que tan bien les trata.

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