La Vanguardia

Los libros como guion

Antoine Gallimard dice que la pantalla venció a la lectura en las Conversaci­ones Formentor, que atraen a 700 personas

- XAVI AYÉN

El editor francés Antoine Gallimard asegura en las Conversaci­ones Formentor que su grupo se sostiene, sobre todo, por los libros juveniles y el cómic y da por perdida la lucha del libro contra la televisión. “Para muchos, el libro no es más que eso en lo que hoy se basan las series”, ironiza.

La playa de Formentor, en Mallorca, estaba ayer repleta de bañistas que aprovechab­an el último fin de semana del verano. A muy pocos metros de los parasoles, los patines, las embarcacio­nes de recreo y las tumbonas, en una gran carpa instalada en los jardines del hotel Formentor, se producía lo que parecía un pequeño milagro: otra multitud de personas no menos activa –700, según la organizaci­ón– se arracimaba, pertrechad­a de abanicos, para escuchar hablar a escritores venidos de todo el mundo, y se enzarzaba en debates sobre la liberación de la mujer, los objetivos de la ciencia o las adaptacion­es cinematogr­áficas de novelas. Fue el último día de las Conversaci­ones Literarias que, recuperada­s por la Fundación Santillana, se celebran desde el 2008 en este idílico enclave balear.

La peculiarid­ad de los debates es que cada autor tiene diez minutos para glosar uno de sus libros favoritos, publicado en cualquier época, y que pueda engarzarse con el tema general, que este año versaba en torno a la monstruosi­dad, en diversos subapartad­os (fieras, bestias, alienígena­s, quimeras...). Así, hablando de ogros, ayer, Basilio Baltasar sostuvo que, en La isla del doctor Moreau de H.g.wells, los experiment­os hibridando humanos y animales “anticipan al doctor Mengele, a aquellos que hoy crean órganos humanos o a los ingenieros del cerebro artificial”. La francesa Laurence Debray le dio la vuelta como un calcetín a La bella y la bestia, escogiendo la versión que en el siglo XVIII realizó la aristócrat­a Jeannemari­e Leprince de Beaumont, quien la escribió con fines educativos, “para consolar a una alumna fea que tenía, con el fin de que superara sus complejos”, por lo que la vio como “una obra atemporal, progresist­a y humanista”. Annie Ernaux, la galardonad­a con el premio Formentor, escogió las Marranadas de Marie Darrieusse­cq, donde una bella dependient­a de perfumería se metamorfos­ea en cerda, en una obra “subversiva, licenciosa, en la que la narradora engorda y engorda y se va transforma­ndo en nuestro símbolo de la suciedad, la lubricidad, en el animal prohibido por varias religiones y a la vez uno de los más inteligent­es y hasta tiernos, como vemos en los Teleñecos”. Ernaux se preguntó provocativ­amente “qué habría pasado si lo hubiera escrito un hombre, con esa chica simple, que razona con clichés y se va atocinando”. El argentino-canadiense Alberto Manguel optó por Frankenste­in de Mary Shelley, y rememoró cómo el doctor Víctor Frankenste­in “recoge trozos perfectos y atléticos de hombres para confeccion­ar su criatura sin nombre pero, al contemplar la fealdad del monstruo, constata que el resultado de esa acumulació­n de partes no es el esperado”.

El editor Antoine Gallimard, por su parte, afirmó que su grupo se sostiene hoy, sobre todo, por los libros juveniles y el cómic y consideró perdida la lucha del libro contra la televisión. “Para muchos, el libro es eso en lo que se basan las series –ironizó–. Hay muchas corrientes desfavorab­les, leer pide tiempo y la gente no lo tiene. Francia era el país del libro pero hoy la presencia de la literatura en los medios ha caído un 35 por ciento. Y Macron no toma medidas”. A su lado, el italiano Ernesto Franco, director de la editorial Einaudi, aseguraba, más positivo, que “la batalla entre el libro digital y el de papel la ganó el papel”.

La que fue secretaria de Carlos Barral, Montserrat Sabater, aún impactada por la obra de teatro La agente literaria, de Sergio Vila-sanjuán, que se representó la noche anterior, afirmaba que “no pude dejar de ver ahí a Carmen Balcells, que vino a los premios Formentor de 1961, no era nadie pero soñaba con convertirs­e en agente, se fijaba mucho”.

La libanesa Joumana Haddad escogió La metamorfos­is de Franz Kafka ya que “me sentí mucho tiempo como un insecto hembra, pertenecía a una cultura y a una sociedad donde a las mujeres les dicen que son menos, que son solo una parte del todo masculino”.

Un poco más allá, la actriz Francesca Piñón –la Angustias de El ministerio del tiempo– veía cumplido su sueño de abrazarse a su admirada Ida Vitale, quien, con 95 años, fue la autora más activa de la jornada.

“¿Qué habría pasado si la narradora-cerda de ‘Marranadas’ fuera creación de un hombre?”, pide Ernaux

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CATI CLADERA / EFE Annie Ernaux y el editor Antoine Gallimard, en el hotel Formentor

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