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La intención de las autoridades estadounidenses de someter a algún tipo de regulación la actividad de las poderosas compañías tecnológicas y la crisis que sufre la socialdemocracia en la mayoría de países europeos, asuntos analizados.
LA Unión Europea fue pionera en el intento de someter a algún tipo de regulación la actividad de las poderosas compañías tecnológicas de Silicon Valley, que se han convertido en un enorme poder paralelo que desafía las reglas del mercado y a los controles gubernamentales. Pero ahora son las propias autoridades de Estados Unidos, que hasta este momento han sido complacientes con ellas, las que empiezan a ver la necesidad de parar los pies al imperio tecnológico liderado por Google, Amazon, Facebook y Apple, conocido por el nombre formado por sus iniciales: GAFA.
La enorme concentración empresarial de las grandes compañías tecnológicas estadounidenses, que dominan por completo el mundo digital, preocupa tanto por el práctico monopolio que ejercen, y que arrincona las leyes de la competencia, como por la amenaza que suponen para la salud de la democracia al vehicular grandes parcelas de la información que circula por el mundo.
Este verano, al otro lado del Atlántico, ha empezado la imposición de las primeras multas al imperio GAFA y la apertura simultánea de investigaciones en diversos estados, tanto demócratas como republicanos. En concreto 38 estados investigan a Facebook por sus prácticas depredadoras en la publicidad online y cincuenta fiscales generales acusan a Google de abusar de posición de dominio en varios mercados, como son las búsquedas en internet, los sistemas operativos para teléfonos y la publicidad online.
En paralelo, el Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio han abierto sus propias investigaciones. La mayoría de las actuaciones pretenden aclarar si esas grandes compañías han abusado de su posición dominante para favorecer sus propios productos frente a los de la competencia, asfixiando así la innovación. En el caso de Facebook se investiga la concentración de poder resultante de la compra de Whatsapp e Instagram. En el caso de Google se analiza la compra que realizó de Youtube y Waze, así como si dicha compañía se vale de su hegemonía en las búsquedas por internet y los sistemas operativos móviles para favorecer a sus propios servicios. Como solución, desde algunos ámbitos parlamentarios, se propone declarar el motor de búsqueda de Google como bien de interés público y separarlo del negocio publicitario.
A Amazon, asimismo, se le investiga porque podría estar utilizando su algoritmo para favorecer sus propios productos y se piensa en obligarla a elegir entre gestionar su marketplace o ser un minorista más. La justicia también se ha fijado en Apple y cómo su Appstore trata a las compañías que venden servicios en streaming o apps rivales.
El imperio de los GAFA se ha introducido completamente en nuestra forma de vida. Pero nadie regula el mundo digital salvo las propias compañías tecnológicas, que utilizan en su propio beneficio los billones de datos de ciudadanos de todo el mundo, y cuyos tentáculos abarcan la comunicación, la publicidad, el comercio, las finanzas y la salud, entre otros muchos. Aparte de la manipulación comercial de esos datos preocupa también mucho la utilización política de las redes y las informaciones falsas, que estarían en el auge de muchos de los actuales populismos.
Todo indica, a la vista de los que sucede en Estados Unidos, que ha empezado el fin de la era de la autorregulación para las grandes compañías tecnológicas, en aras de una mayor protección de los ciudadanos y de la libertad frente al poder de los monopolios . Sin embargo la batalla política para lograr un control sobre las mismas será difícil porque tienen en sus manos un enorme poder económico y, por encima de todo, tecnológico, que trasciende las fronteras.