Sobre las ruinas de Hollande
El PS francés busca reconstruirse, después de una crisis casi letal, con su apuesta por un ecologismo social
La mudanza ha sido toda una metáfora de la transformación del partido. Los socialistas franceses vendieron el año pasado su imponente sede de la calle Solférino, en la elegante rive gauche de París, cerca del Parlamento, y se trasladaron a la periferia del sureste, al suburbio obrero de Ivrysur-seine, feudo histórico de los comunistas. Con la venta del antiguo edificio de la era mitterrand ingresaron 45,5 millones de euros, que emplearon sólo en parte para adquirir una vieja fábrica textil reconvertida en oficinas. El nuevo cuartel general del PS pasa desapercibido en un paisaje de banlieue parisina, delante de una factoría con chimeneas humeantes y cerca de una mezquita.
“Esta sede refleja nuestro cambio de estilo de vida y es un modo de estar más próximos a la realidad del país, de acercarnos a nuestro electorado”, reflexiona Édouard Levy, el veterano funcionario del PS que muestra al periodista las instalaciones. Levy se esfuerza en ser optimista y ve creíble el giro ecologista “porque somos un partido de gobierno, con vocación de gobernar y de hacer funcionar las cosas”.
El socialismo francés sale de una crisis casi letal. La presidencia de François Hollande (2012-2017) dejó al partido en ruinas. En las presidenciales del 2017 y en las europeas del 2019 sus candidatos superaron por poco el 6% de sufragios, un resultado mísero para una formación que ostentó tanto poder durante decenios.
La implosión del PS aún no se ha digerido. En agosto, Le Monde publicó una serie de seis artículos, bajo el título de “Siete años de traiciones”, en el que diseccionó las luchas internas, los errores personales y colectivos, las numerosas deserciones –entre ellas la de Manuel Valls– y otras causas de la debacle, en especial la irrupción de Emmanuel Macron, que había sido ministro de Finanzas en el gobierno socialista.
El propio Hollande, en su libro Les leçons du pouvoir (las lecciones del poder), que ha sido un éxito y le ha permitido una cierta rehabilitación política y popular al recorrer el país para firmar ejemplares, ofrece argumentos interesantes que van más allá de la politiquería interna.
Según el expresidente, la clave del declive del PS y de la socialdemocracia europea en general está en las respuestas a los atentados del 2001 en Estados Unidos y a la crisis económica del 2008. En ambos casos fue la derecha la que sacó rédito de las situaciones. Se presentó como mejor garante de la seguridad y logró imponer recetas neoliberales para unos problemas creados precisamente por los excesos del capitalismo.par ah o llande, la parado ja fue que la crisis “anestesió a los pueblos, haciéndoles creer que los remedios debían encontrarse precisamente en las causas que la provocaron”. El exjefe de Estado considera que la socialdemocracia “subestimó la fuerza inmensa del capitalismo financiero”. Con todo, piensa que el PS y sus homólogos europeos detentan unos valores “que no han perdido nada de su fuerza de movilización”, pero deberán demostrarlo articulando nuevas respuestas, sin que esgrimir “méritos pasados” sea una garantía.
La búsqueda de respuestas es lo que intenta el voluntarioso primer secretario del PS, Olivier Faure. En la universidad de verano del partido, hace unas semanas en La Rochelle, insistió en hacer de la ecología uno de los ejes estratégicos. Faure distinguió entre un ecologismo progresista, “anclado en los combates de la historia de la izquierda”, y un ecologismo conservador, incluso reaccionario, que enlaza con ciertas posturas sobre la familia y la inmigración. El objetivo del PS debe ser “refundar la economía de mercado integrando el imperativo ecológico, el bien común humano, los derechos de los ciudadanos y de los asalariados”.
El gran dilema, aún no resuelto, es si el PS debe conservar a toda costa su marca política, agrupando entorno a él a otras fuerzas progresistas, o ha de disolverse previamente en una plataforma más amplia. El problema es que los Verdes, conscientes de que es su momento, pretenden también
Las municipales de París, si vence Anne Hidalgo, serán decisivas para mostrar si el PS ha renacido
ejercer esa función de pivote.
El PS necesita una oferta renovada y también un nuevo líder. El ex primer ministro Bernard Cazeneuve –que fue titular de Interior durante la ola de atentado yihadistas– está dando pistas de que podría aceptar el reto. Con un libro, varios artículos y discursos, ha asumido protagonismo. Él también defiende el papel del PS como aglutinador de una política ecologista de izquierdas que “debe ser socialmente justa, democráticamente aceptable y geográficamente diferenciada”.
La próxima gran prueba sobre el futuro del socialismo francés serán las elecciones municipales de marzo del 2020. La lucha decisiva se librará por la alcaldía de París, que ocupa desde el 2014 la socialista de origen español Anne Hidalgo. Ella, con sus iniciativas, encarna en la capital ese modelo ecologista y social que quieren Faure y Cazeneuve. El macronismo ansía conquistar París para dar al presidente un impulso hacia la reelección en el 2022, pero al candidato oficial, Benjamin Griveaux, exportavoz del Gobierno, le ha surgido un contrincante en las propias filas macronistas, el profesor de matemáticas Cédric Villani, un personaje algo extravagante pero con tirón entre el electorado chic parisino. Eso beneficia a Hidalgo y da esperanzas al PS para que se visualice su renacimiento. La división interna, pues, puede perjudicar a Macron, que sería víctima del mismo mal que él supo aprovechar para apuntillar al PS en el 2017 y llegar al Elíseo.