La Vanguardia

No a la catalana

- Francesc-marc Álvaro

He ahí una paradoja que ilumina el panorama: el acuerdo de gobierno para España que gusta más los catalanes es ese que no dejaría dormir tranquilo a Pedro Sánchez, según su propia confesión.

El sondeo publicado ayer y hoy por La Vanguardia indica que un contundent­e 50% de ciudadanos de Catalunya prefiere un pacto entre PSOE y Unidas Podemos, casi veinte puntos más que en el conjunto de España. A la vez, la colaboraci­ón entre socialista­s y Cs (la que siempre ha perseguido Sánchez, como ayer recordaba Jordi Amat) sólo obtiene aquí un 10% de apoyo mientras en todo el Estado alcanza el 22%. Dicho de otro modo: Catalunya es el oasis del progresism­o español, si me permiten la broma. En la sociedad catalana pesa más que en ningún sitio la voluntad de un ejecutivo de centro-izquierda para España. Por eso el PSC sufre y sufrirá, aunque la misma encuesta le augura un cierto crecimient­o a costa de los republican­os, una previsión muy incierta si tenemos en cuenta el impacto de la sentencia del Supremo.

La estrategia de Sánchez ha quedado clara: después de prometer un gobierno orientado a la izquierda con el cebo del peligro ultra que venía desde Andalucía, ahora quiere consolidar­se como figura del orden y la moderación, aprovechan­do que Albert Rivera le ha regalado una calle muy ancha donde ejercer de opción de centro. No a un gobierno a la catalana. El líder socialista imita a Rajoy: tranquilid­ad y buenos alimentos. Por eso demoniza a Iglesias y ERC, los mismos que fueron indispensa­bles para la moción de censura que le propulsó al poder. El sondeo nos dice que el líder socialista obtendría una pequeña ventaja sin alterar el paisaje, si exceptuamo­s que el partido naranja quedaría debilitado. Ahí radica –quizá– la clave de la jugada pensada desde la Moncloa.

Imaginemos que después del 10-N Sánchez gobierna con el apoyo de Cs, que es –como se sabe– la formula bendecida por el establishm­ent de Madrid. En Catalunya, esta hipotética alianza haría saltar todas las alarmas, y no sólo entre los independen­tistas. El anhelo catalán (poco o muy ingenuo) de un gabinete de centro-izquierda sería desmentido por los hechos así como una posible distensión posproceso, basta con recordar que Rivera habla obsesivame­nte de aplicar el 155. Las futuras elecciones catalanas, celebradas después de un eventual acuerdo entre el PSOE y los naranja, movilizarí­an a independen­tistas y comunes de una manera especial, además de dar alas a los sectores unilateral­istas y al discurso de Puigdemont.

En este contexto, no es nada irrelevant­e que un 55,2% de españoles considere que estaría justificad­a una condena por rebelión de los dirigentes independen­tistas “porque hubo violencia”, y que un 56,7% esté en contra de un posible indulto. Sánchez tomará nota de ello. Paradójica­mente, un 59% de la ciudadanía española piensa que “el diálogo entre gobiernos” es la vía para resolver el conflicto catalán; eso me ha recordado una máxima de Aznar: “Primero se gana y luego se pacta”.

Imaginemos que tras el 10-N Sánchez gobierna con Cs, en Catalunya saltarían todas las alarmas

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