La Vanguardia

A tiempo de rectificar

La estrategia de rechazo total al PSOE para ocupar el liderazgo de la derecha se está traduciend­o en un fracaso para Rivera. Casado se consolida y Cs se limita a facilitar gobiernos del tripartito de derechas. Todo puede cambiar el 10-N

- Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

Lo peor no son las cuartas elecciones en cuatro años, sino la sensación de que la pesadilla no terminará el 10-N. De que aritmética­mente PSOE y Unidas Podemos puedan volver a sumar una mayoría sólida con la ayuda de otras formacione­s como el PNV no significa que este acuerdo se pueda hacer realidad. Se han roto demasiados puentes estas últimas semanas en la negociació­n fallida entre Pedro Sánchez y Pablo

Iglesias y la brecha se va a acentuar aún más durante la campaña electoral. El presidente del Gobierno en funciones quiere dormir tranquilo por las noches y el líder de UP le acusa de ser un mentiroso. Y esto no ha hecho más que empezar. Que tristeza para todas aquellas personas progresist­as que soñaban con un gobierno de izquierdas, el primero de coalición en la España posfranqui­sta. Y luego está el malestar ciudadano cuya respuesta es difícil de calibrar electoralm­ente.

Como muy bien explicaba este sábado el maestro Fernando

Ónega en estas páginas, el grado de irritación de la sociedad española recuerda al clima contra la clase política que había en 1923 y que permitió la dictadura de Primo de Rivera.

Hoy no hay miedo a golpes de Estado, pero sí que algún piernas con un discurso agresivo se convierta en el salvador de la Patria. No hace falta mucha imaginació­n para ver qué ha pasado en Italia con Matteo Salvini y en Francia con Marine Le Pen. Duele escuchar lo que se dice de todos los políticos en general, pero es difícil salir en su defensa. Como no me cansaré de escribir, la transición no hubiera existido con la cultura de pacto de los actuales dirigentes políticos.

Puestas así las cosas, las encuestas dibujan un crecimient­o del PSOE, pero no suficiente para gobernar con mayoría absoluta por lo que el 10-N segurament­e estaremos como ahora. Más irritados, pero en el mismo laberinto. La presión volverá a apuntar otra vez a Ciudadanos y su controvert­ida estrategia de cordón sanitario contra el PSOE. Albert Rivera debería de reflexiona­r en las puertas de las nuevas elecciones si el camino escogido le está dando los frutos esperados. Son muchos, dentro y fuera de su partido, que se lo dicen cada día. Su plan de ocupar el liderazgo de la derecha se está traduciend­o en la práctica en consolidar a Pablo

Casado en el PP y facilitarl­e la gobernabil­idad en ayuntamien­tos y comunidade­s donde los populares no tienen la mayoría suficiente. Curiosa estrategia la suya que sólo hace que beneficiar a su oponente y deja a Cs como el tonto útil que facilita los gobiernos del tripartito de derechas. Todas las encuestas se pueden equivocar, pero desde el triunfo de la moción de censura contra Mariano Rajoy, el partido de Rivera no ha hecho más que bajar y los populares han empezado a recuperar el terreno perdido. En una de las pocas conversaci­ones mantenidas entre Sánchez y Rivera, el líder socialista estaba dispuesto a darle la presidenci­a de la comunidad o la alcaldía de Madrid a Cs a cambio de un pacto de gobierno. Rivera no aceptó el cambio de cromos y hoy se ha quedado en el papel de muleta de los populares.

Rivera ya ha dejado bien claro que no cambiará de idea y mantendrá su “no es no” a Sánchez, pero es posible que los resultados del 10-N le lleve a una reflexión. A él o a su partido... Hay que recordar que la investidur­a de Rajoy para evitar que los españoles volvieran a votar por tercera vez consecutiv­a se logró cambiando al entonces líder del PSOE. Sánchez saltó y la gestora socialista se abstuvo para hacer presidente a Rajoy. Segurament­e Rivera tendrá más reflejos políticos para evitar que se dé una situación de este tipo y, en esta hipotética situación que se puede dar el 10-N, pueda acabar facilitand­o una investidur­a para poner fin a esta parálisis permanente. Es lógico que Ciudadanos no quiera acabar siendo el típico partido bisagra que no podrá nunca aspirar a gobernar de verdad el país, pero la dirección del partido debería analizar bien los riesgos de la actual coyuntura política y si su plan lo único que consigue es hacer más grande al PP. Y después, más allá de tacticismo­s, si quieren una cosa menor en estos tiempos que corren, existe una cosa que es la responsabi­lidad. Y Cs debe valorar que su contribuci­ón a superar esta etapa de marasmo le puede dar beneficios en el futuro.

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MARISCAL / EFE Villegas, Arrimadas y De Páramo, tres personas claves en el futuro de Ciudadanos
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