La Vanguardia

La crisis de la socialdemo­cracia europea

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LA socialdemo­cracia europea vive desde hace unos años una profunda crisis. Ejemplos de ello no faltan. En Grecia, el histórico Pasok se ha hundido en un país agobiado por el rescate económico y la aparición de Syriza, ahora derrotada por la derecha. En Gran Bretaña, el laborismo de Jeremy Corbyn se mueve en la indefinici­ón y la ambigüedad sobre el Brexit y por el camino ha perdido diputados y respaldo popular.

Pero los casos más dramáticos tienen lugar en tres de los estados pilares de la UE. En Alemania el SPD tuvo en el 2017 el peor resultado de sus 156 años de historia, lo que se llevó por delante a Martin Schulz, figura que debía ser la clave de la recuperaci­ón, y ahora está a la búsqueda de nuevo presidente y se debate entre seguir coaligado con Merkel o virar a la izquierda. En Francia, los socialista­s se hundieron en las presidenci­ales ante la irrupción de Macron y han pasado de tener casi todos los resortes del poder durante la presidenci­a de Hollande a ser intrascend­entes y apostar por el ecologismo para resurgir. Y en Italia la socialdemo­cracia, representa­da por el Partido Demócrata, sufrió un varapalo en las legislativ­as y hace unos días ha sufrido la marcha de quien fuera su líder, Matteo Renzi.

El socialismo ha resistido bien en Portugal –tiene una cita electoral el 6 de octubre en la que parte como favorito– y gobierna en coalición en Dinamarca, Suecia y Finlandia. Podía haber sucedido lo mismo en España pero ya sabemos cómo han ido las cosas.

La socialdemo­cracia, actor clave de la historia europea, es aún una fuerte corriente política y sigue siendo la segunda fuerza en el Parlamento Europeo aunque el auge de verdes y de liberales muestra que muchos votos antaño socialdemó­cratas se han ido. La socialdemo­cracia debe hallar de nuevo su lugar entre los movimiento­s populistas desideolog­izados y los partidos de derecha radical. No es fácil pues no existe una socialdemo­cracia europea homogénea. Entre los partidos socialista­s del norte europeo y los de la Europa latina hay diferencia­s y matices. Y si la construcci­ón del Estado de bienestar fue su logro común y principal en muchos países, su defensa, cuando se ve amenazado por políticas de austeridad, debería haberle servido ahora para renovarse. No ha sido así porque, en muchos casos, han sido gobiernos socialdemó­cratas quienes han implementa­do los recortes para incredulid­ad de sus votantes.

La socialdemo­cracia, europeísta e integrador­a, se debate en una reflexión ideológica para hallar las respuestas a los viejos y nuevos problemas defendiend­o los principios con los que nació. Es un azaroso viaje del esplendor a una cierta decadencia intentando avistar en el horizonte su papel en una Europa que ha cambiado profundame­nte y a la que aún parece no haber sabido adaptarse.

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