La Vanguardia

Iván Redondo

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Si el zarévich Alexéi Nikoláyevi­ch tenía a Rasputín, Carlos IV a Godoy y Luis XIII a Richelieu, Pedro Sánchez tiene a Iván Redondo como consejero áulico de cabecera.

Sánchez confió en Redondo para recuperar la secretaría general del PSOE y vencer en las urnas el 28 de abril. En vista del éxito, el siguiente objetivo era superar el trámite parlamenta­rio para seguir en la Moncloa y, a ser posible, sin demasiadas concesione­s a Unidas Podemos. El intento ha fracasado.

Sin entrar en el meollo de las negociacio­nes y las culpas, quiero relativiza­r los éxitos de Iván Redondo. En su haber se destacan los triunfos de los conservado­res Monago y García Albiol en Extremadur­a y Badalona, respectiva­mente. No me parecen, sinceramen­te, grandes proezas. En el primer caso, la Junta extremeña estaba en el 2011 a punto de caramelo para el PP, tras 28 años de gobiernos socialista­s y en uno de los momentos más dulces de los populares. Lo de García Albiol tampoco tuvo gran mérito en unos momentos de dura crisis económica con los inmigrante­s como chivos expiatorio­s y el repugnante lema de “Limpiemos Badalona”. Y también surfeando la ola pepera del 2011. Y como precedente estuvo el patinazo de su “política pop” para el PP el 2008 para intentar revitaliza­r su alicaída marca en Euskadi.

Yo, humildemen­te, pediría a Sánchez que hiciera menos caso a este tres en uno Rasputín-godoy-richelieu y más a la militancia que le gritaba “Con Rivera no” y que lo que quiere, y seguirá queriendo tras el 10-N, es un gobierno progresist­a y de izquierdas. VÍCTOR GARDEAZABA­L Basauri

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