La Vanguardia

El exotismo vuelve a lucir en la Rambla

- Lluís Permanyer

La restauraci­ón de la vistosa fachada de la casa Cuadros está a punto de concluir. Levantado el telón, merece observar con atención tanta magnificen­cia ornamental. De ahí que importe conocer el origen y motivo de tal esplendor. Bruno Fournier Cuadros me contó con detalle en 1989 la historia de su bisabuelo.

Bruno Cuadros Vidal, con el dinero que le dio su padre, general del ejército, se largó de Biosca, pueblo leridano natal, para buscarse la vida en Barcelona. Corría 1854. Su talante emprendedo­r le hizo correr el riesgo de alquilar una tienda; allí, en la esquina de la Rambla-cardenal Casañas enraizó y prosperó. Comenzó con paraguas y bastones.

El negocio marchaba e invirtió los beneficios en la compra de una casita vecina; luego, repitió con la de al lado. Se atrevió, finalmente, a poner en pie una casa baja en aquella esquina. En cuanto pudo, levantó una planta más; le añadió hasta un total de tres. Una pintura de Battistini de 1873 (se conserva en el MNAC) muestra el conjunto de una arquitectu­ra anónima, pero en la que ya aparece el primer símbolo comercial: el gran paraguas plegado que domina la esquina.

Vende bien, es ahorrador y sabe invertir. En lo que más confía es en su negocio; lo amplia: collares de perlas, mantones de Manila, indianas y una muy amplia oferta de productos importados de Japón. Su talento innato le impulsa a mandar construir allí mismo un gran edificio, que le proyecta en 1885 el arquitecto Josep Vilaseca (el del Arc de Triomf, talleres Vidal, estudio Masriera, casa Pia Batlló, monumento a Clavé, etcétera). Se inauguraba en 1888, para coincidir con la Exposició Universal. Su intuitivo sentido de la propaganda le hizo regalar un abanico a la reina regente, diciéndole: “Tendrá para toda la vida. Señora: no lo verá roto”.

Vilaseca, sensible al historicis­mo, se inspiró en perfiles egipcios; todavía mandaba el exotismo, sobre todo el neomozárab­e, pero la inauguraci­ón del canal de Suez y el estreno de Aida en el Liceu le habían influido lo suyo.

Bruno Cuadros, un poco soñador y enamorado del arte, sugiere a Vilaseca añadir otro exotismo, el ligado a su negocio y que resulte mucho más llamativo. Así en la fachada con un volumen muy vistoso surgen el farol y sobre todo el dragón para acompañar al paraguas. Y no pasan inadvertid­os los abanicos en relieve y los grandes paneles polícromos esgrafiado­s. El arquitecto no interpretó, sino que copió las magistrale­s estampas clásicas del catálogo del Museo de Tokio; evocacione­s ukiyo-e: un mundo de placer en todas sus formas impregna la atmósfera intensa de los paneles.

El japonismo, de moda en Europa y también en Barcelona tal como ha estudiado con autoridad Ricard Bru, encajaba con lo que ofrece en la tienda Bruno Cuadros, nombre llamativo que aparece en los dos rótulos que realzan el entresuelo.

Vilaseca derramó ornamentac­ión de igual estilo en el interior del establecim­iento.

La restauraci­ón de las fachadas ha corrido bajo la responsabi­lidad de las empresas de Quico Vez, Tres Ranas, y la de la arquitecta Inés Rodríguez, Air Project. No esperaban que algunos elementos corpóreos, como el dragón hubiera resistido en tan buen estado; fue obrado en zinc por la Compañía Asturiana de Aluminio y pesa 250 kilos. La sorpresa ha sido descubrir que, bajo la capa de los paneles esgrafiado­s objeto de restauraci­ones anteriores, quedaban buenos rastros de los dibujos originales trazados por Vilaseca, que han sido muy bien recuperado­s. Sobre la monocromía de las fachadas, descuella así el contrapunt­o policromad­o de los grandes paneles merced al deslumbran­te ukiyo-e.

La guinda aparece al atardecer, cuando en el farolillo pero sobre todo en la boca y los ojos del dragón brota con misterio la luz. Se vuelve así al origen, el que Josep Carner, príncep dels poetes, se había llevado grabado en su sensibilid­ad extremada. La prueba es que cuando regresó en 1970 de su largo exilio, con 86 años y una salud mermada, no se enteró dónde se encontraba hasta que avistó el dragón, y entonces comentó que estaba Barcelona.

Bruno Cuadros, el propietari­o de la casa y la tienda, tenía una sentido comercial y publicitar­io afinado

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ANGELA SILVA La esquina más vistosa, la que rinde a la Rambla, está presidida por tres elementos de un volumen muy atrevido y llamativo
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ANGELA SILVA Esta restauraci­ón ha recuperado los grandes paneles que dibujó el arquitecto Vilaseca
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ANGELA SILVA Dragón de 3 metros y 250 kilos
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