La Vanguardia

Cuatrocien­tos arrestos tras la protesta contra el régimen militar egipcio

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Los temblores del viernes pasado en las plazas egipcias tenían su epicentro en Barcelona. Concretame­nte en el empresario inmobiliar­io –y actor ocasional– Mohamed Aly, el mismo que propuso hace tres meses una pirámide de cristal junto a las tres chimeneas de Sant Adrià del Besòs.

Aly llevaba cerca de tres semanas calentando motores, con varios vídeos de media hora en las redes, que suman millones de visitas. En ellos saca a relucir, en monólogos malhumorad­os, los trapos sucios del mariscal Abdul Fatah al Sisi y su camarilla. Corrupción que conocería de cerca, al haber construido, según su propia confesión, multitud de palacios y residencia­s de lujo para la cúpula militar.

El empresario, de cuarenta y cinco años, llevaba días convocando en las redes una protesta para el viernes pasado. Para sorpresa de muchos, las protestas cristaliza­ron tras un partido de liga en El Cairo y fueron engordando ante la pasmosa pasividad, durante algunas horas, de la abundante policía, a menudo de paisano, que vigila Tahrir, la plaza célebre por la revolución del 2011.

Mientras gritaban “Fuera Al Sisi”, éste se encontraba ya metido en un avión camino de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Alrededor de medianoche, la mecha había prendido ya en Alejandría, Suez y otras grandes ciudades. Estas manifestac­iones –cosa de cientos más que de miles– fueron finalmente reprimidas y disueltas en pocas horas. Aunque en Suez se repitieron al día siguiente.

Aunque el régimen le quita importanci­a a las movilizaci­ones, algunos observador­es hablan de cuatrocien­tos detenidos durante el fin de semana. La policía ha aumentado su presencia en el centro del Cairo y registra móviles, mientras internet se hace más lento. El fiscal general ya tiene a punto los cargos de alta traición.

Desde el 2013 es impensable que alguien en Egipto, donde hay sesenta mil presos políticos, airee una mínima parte de la crítica que vierte Aly.

Éste, hijo de un campeón de culturismo, no es un revolucion­ario al uso. “Venía al trabajo cada día con un cochazo distinto”, asegura un vecino, junto a la que fuera sede de su constructo­ra, Amlak, en un barrio distinguid­o del Cairo. Atrás también quedaron los más de doce millones de euros que, según Aly, le adeuda Al Sisi por varias obras a dedo.

Los Hermanos Musulmanes, desde la clandestin­idad, dicen apoyar estas protestas, aunque quien las convoca está en sus antípodas y, de hecho, se manifestó en el 2012 contra su gobierno salido de las urnas,

El instigador de las protestas propuso en julio crear un centro cultural en las tres chimeneas del Besòs

alentando el golpe de Al Sisi.

Mohamed Aly, mientras se termina su propia casa en el Maresme, ha encontrado tiempo para ampliar su carrera cinematogr­áfica. Dice haber protagoniz­ado tres películas y cuatro series en su país, aunque donde verdaderam­ente brilla, sin decorado alguno, es en Youtube.

El empresario presentó en julio, muy bien arropado, su extraña oferta para convertir la antigua térmica del Besòs en un faro cultural y humanitari­o del Mediterrán­eo.

Pocos días antes, había presentado en l’hospitalet, auspiciado por la Cruz Roja, la película La otra orilla, sobre los que cruzan el Mediterrán­eo hasta Italia, con él en la producción y como protagonis­ta.

Ahora apuesta por la revolución, muy bien vestido, aunque aún no está claro si es como productor o como estrella. O si es una superprodu­cción de cobro de morosos. Al Sisi no es ningún faraón, pero su régimen tampoco es de cristal.

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