La Vanguardia

La cocina de este otoño

- Quim Monzó

Esta temporada –como tendremos tanto el segundo aniversari­o del 1-O como la sentencia del juicio a los presos políticos– la Brimo y la Arro de los Mossos d’esquadra preparan todos los recursos posibles por si la ciudadanía se indigna y sale a las calles. “Iremos a máximos”, declaran fuentes del cuerpo a la Agència Catalana de Notícies.

Una de las grandes novedades serán las vallas de metro y medio de altura, que forman muros metálicos que evitan el contacto directo con los manifestan­tes, como sucede con las habituales. Con estas nuevas vallas, dicen, los concentrad­os no podrán acceder al espacio que hayan blindado. Pero las vallas no son de los Mossos, sino de una empresa con la que ya han contactado. Como es fácil de imaginar, no es tan sencillo poner estas como las otras. La empresa se compromete a instalarla­s en menos de veinticuat­ro horas, motivo por el cual no se pueden poner a toda prisa en caso de emergencia. Sólo se podrán utilizar en movilizaci­ones previstas con tiempo.

La otra novedad es el gas pimienta. Tienen desde hace años –desde que el Parlament prohibió las pelotas de goma–,

Dos grandes novedades policiales en esta ‘rentrée’: las vallas altas y el gas pimienta

pero aún no lo han utilizado. Según la policía catalana, este gas –que usan en otros países europeos, como Francia con los chalecos amarillos– es “menos traumático que el uso de la porra”. Permite rociar a un grupo concreto desde una distancia de metro y medio: “No es lesivo pero molesta”. Perjudica las mucosas y causa ahogo y angustia. El efecto dura una media hora. También aseguran que se utilizará “en momentos puntuales y críticos” y que antes de tirarlo se avisará por altavoz. Las encicloped­ias dicen que es un arma química que irrita los ojos hasta provocar lágrimas, dolor e incluso ceguera temporal. Se usa para dispersar disturbios o como defensa personal. Su principio activo es la capsaicina, un compuesto derivado de la fruta de las plantas del género Capsicum, que abarca desde las ñoras hasta los chiles.

Hace diez años, en India –un país donde la cocina es muy picante– decidieron que el gas pimienta habitual no cumplía sus expectativ­as. De forma que dejaron de utilizar los chiles habituales y adoptaron el más picante del mundo: el bhut jolokia. Pica cien veces más que el jalapeño y doscientas más que el tabasco. Tiene más de un millón de unidades de la escala Scoville. El jalapeño sólo tiene 10.000. Con esta maravilla gastronómi­ca fabricaron granadas para dispersar a manifestan­tes. A principios de este agosto, India derogó la autonomía de Cachemira y cuando la población se sublevó usaron también granadas de estas.

Sería deseable que a la Brimo y a la Arro no les pase por la cabeza ir más allá del gas pimienta que tienen ahora en el almacén. No quiero ni imaginar que tiraran gas de bhut jolokia a los catalanes, ciudadanos amantes de las dietas suaves que, por regla general, cuando les propones ir a un restaurant­e de cocina india, responden:

–¡Sí, sí! A un indio, que son muy buenos. ¡Pero sobre todo busquemos uno que no pique!

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