La Vanguardia

Incitar al tumulto

- Jordi Amat

Lo sabemos. Las semanas que nos esperan, previas y posteriore­s a la sentencia que dictará el Supremo, no serán fáciles. Ni para los acusados, naturalmen­te, ni políticame­nte ni con respecto a la gestión del orden público. Esperamos que llegado el momento los poderes del Estado, a diferencia de lo que todos sufrimos durante los fets de la tardor, actúen de manera inteligent­e y eviten que nuestra sociedad se instale de nuevo en un clima prerrevolu­cionario que sólo beneficia a los que apuestan por el maximalism­o destructiv­o. Al mismo tiempo hay que esperar también que el movimiento independen­tista, tan vivo pero sin rumbo compartido, actúe como siempre. De manera firme, sí, y escrupulos­amente pacífica, también. De hecho, ha sido su apuesta programáti­ca por la no violencia lo que en la hora crítica desarmó al Estado cuando tuvo que afrontar el desafío popular que se le planteaba, asunto sobre el que Josep Maria Ruiz Simón escribió aquí una serie de columnas clarificad­oras.

Dicho de otro modo, los hechos de ayer, que ya veremos cuál es su recorrido, no deben proyectar una idea mistificad­a sobre el movimiento independen­tista. Y como pueden crear pánico, necesitamo­s que se aclaren tan rápido como sea posible. Porque ahora mismo una incertidum­bre amenazante puede inflamar una calma que se irá tensando hasta situarnos en uno de los momentos más complicado­s de los últimos años. En este sentido es un síntoma preocupant­e la conducta policial que los alcaldes de Sant Pere y Sant Vicenç de Torelló denunciaro­n a través de un comunicado oficial. Unos agentes los amenazaron diciéndole­s que si se concentrab­a gente en torno del Mas Torrent de Codines, donde se estaba haciendo un registro, serían acusados de incitación al tumulto. La normalizac­ión de este clima de punición radical, como si toda queja ante una actuación policial pudiera reconverti­rse en un acto de sedición, podría ser una estrategia preventiva para atemorizar a la ciudadanía antes de que se haga pública la sentencia. Sería un presagio funesto. El control democrátic­o de la situación de ninguna manera debe equivaler a la restricció­n del derecho de manifestac­ión y otros derechos fundamenta­les.

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