Una presión muy útil

¿Qué hay que esperar de la cumbre de Nueva York? Un total de 66 países han anunciado que tienen previsto aumentar sus ambiciones climáticas ante la revisión de sus próximos planes de acción. Pero estos países representan un 37% de las emisiones de gases y no incluyen a los mayores emisores. La Unión Europea, mientras tanto, no ha consolidado una posición interna, y por lo tanto, cederá el liderazgo a los estados que han acabado los deberes, incluyendo por ejemplo Francia, Dinamarca y el Reino Unido.

También se han hecho anuncios de compromisos ambiciosos por parte del sector financiero, y una serie de propuestas de acción y coordinación que engloban a varios actores no estatales. No obstante, sabemos que las declaraciones –incluso las más comprometidasno cambian por sí solas el rumbo de la sociedad, y menos con la rapidez y profundidad necesarias. Lo que sí que facilitan es el trabajo que hay que hacer internamente para construir una visión coherente y ambiciosa para descarbonizar la sociedad entre los actores implicados.

La mayoría de países, y sobre todo los mayores emisores, se encuentran embarcados en ejercicios analíticos y debates políticos sobre la transformación de sus economías y sus territorios. Están diseñando estrategias de largo plazo y negociando la contribución de cada sector a reducir las emisiones a corto, medio y largo plazo. Están ponderando cómo puede hacerse esta transición sin dejar a nadie atrás, sobre todo a los más vulnerables, y cómo gestionar los conflictos de interés asociados a estos cambios. Y para hacer eso, la presión política que comporta esta cumbre es muy y muy útil. Cuando vuelvan las autoridades catalanas, habrá que continuar la presión para que más allá de propuestas bien intencionadas podamos pensar estructuralmente sobre nuestro futuro en un mundo descarbonizado y como gestionar la transición.