Las camisas de la Rambla
La camisería Xancó, la tienda más antigua del popular paseo barcelonés, reivindica el valor del comercio emblemático a puertas de su bicentenario
En Xancó se respira la Barcelona de antaño que se resiste a desaparecer pese a los vientos, muy fuertes, que soplan en contra. Esta camisería es el comercio más antiguo de la Rambla que ha logrado mantener su actividad de la mano de la misma familia. A punto de cumplir sus primeros dos siglos, es un alegato de la singularidad frente a la estandarización que manda en los comercios de medio mundo. El cuidado de los detalles gracias a la relación estrecha con el cliente contrasta con la tendencia imperante en cadenas, grandes superficies e internet donde el contacto entre el vendedor y el comprador, si existe, cada vez es más frío e impersonal. Esta es su tarjeta de presentación.
Fundada en 1820 por Antoni Cotchet, la camisería pronto se hizo un nombre en una Rambla muy distinta a la actual. Entre los dependientes estuvo Josep Xancó, un joven al que su padre, por no querer estudiar medicina, envió a ayudar en esta tienda. Fue un castigo providencial. A la muerte del fundador, el establecimiento pasó a manos de este empleado y de otro, Joan Bel, que abrió su propio negocio. Y, desde entonces ha sido regentado por los Xancó. Algunos de sus miembros se dedicaron a la música, lo que estrechó su relación con el Liceu, que está justo enfrente. Destacados tenores han comprado sus camisas en esta casa. Tristán, de la cuarta generación, lleva las riendas desde los 70 del pasado siglo, cuando relevó a su tía Hermínia, la tieta, a la que los clientes de más edad recuerdan tras el mostrador charlando de cualquier tema que se preciara.
“No es fácil mantenerse en los tiempos que corren”, reconoce Pilar Satta, esposa de Tristán Xancó, que desde 1975 acude cada día a trabajar a la camisería. “Hacemos camisas a medida, para lo que tenemos un pequeño taller propio, cambiamos los cuellos, los botones de nácar... –explica–, vendemos otras prendas de calidad de fabricación catalana, española o europea y si hace falta ponemos en contacto con otros fabricantes para los zapatos...”. Un proceso que requiere más tiempo y dinero que el habitual, lo que va en sentido inverso al de la industria en la que la ropa se produce en series de miles y millones de unidades a precios irrisorios.
La camisería Xancó ha sido testigo de capítulos destacados de la historia de Barcelona como los incendios y las bombas del vecino Liceu. Pilar recuerda el fuego de 1994. “Tristán fue corriendo a ayudar –explica–, había un grupo de escolares que visitaba el teatro...” No vivieron el atentado del 2017, ya que esos días de agosto hacen vacaciones. Otra cita especial es Sant Jordi. “Para las ventas es fatal –reconoce– , pero es muy hermoso”.
“Hoy la gente quiere ver y tocar las prendas; aquí hay que pedirlas, explicar qué se quiere y dejarse aconsejar”
Las piezas más destacadas del mobiliario fueron adquiridas para la gran reforma que hizo Josep Xancó en 1912. Son joyas del interiorismo comercial las mesas, las sillas, las lámparas, el escaparate... y la caja registradora, averiada desde hace tres años. Las paredes, forradas de armarios de la misma época con estantes repletos de cajas de camisas, dan cuenta de una actividad que está ahí, esperando al cliente. “Hoy, la gente quiere ver y tocar las prendas –prosigue Pilar–, pero aquí hay que pedirlas para mostrárselas, explicar qué se quiere y dejarse aconsejar”. Las ventas bajan, aunque los encargos a medida crecen. “Nuestro público busca algo especial –continúa–, para una celebración o porque su forma física no admite la ropa estándar”. Y, claro, también entran muchos turistas.
La placa sobre la acera frente a la puerta de la camisería fue la primera que el Ayuntamiento puso, en 1993, en reconocimiento a los comercios centenarios. En gran medida se debe a la labor de Tristán Xancó, el actual responsable del negocio, uno de los más destacados impulsores del asociacionismo de la Rambla, que acometió una sensacional restauración en 1985. Ahora, la familia piensa en el próximo capítulo, el bicentenario, que quiere celebrar como se merece.