La Vanguardia

La última de Mach

Tras esta Mercè se jubilará una discreta trabajador­a municipal, clave en la última etapa de la fiesta

- RAÚL MONTILLA

Todo pasó en una furgoneta. En su interior vio la luz el Mercè Arts de Carrer, el festival de calle bajo el que se aglutina danza, teatro, animación, circo... y que hace una década supuso la chispa que provocó que la fiesta mayor de Barcelona se haya reinventad­o sin perder su esencia. La madre de la idea dicen que fue Rosa Mach –ella se quita importanci­a: defiende de manera vehemente el trabajo en equipo, el trabajo “coral”–, pero lo cierto es que entre sus compañeros del Institut de Cultura de Barcelona (Icub) incluso se afirma que el nombre de Mercè Arts de Carrer, cuyas siglas son MAC –su mismo apellido sin la “h”– es un reconocimi­ento hacia ella.

Surgió la idea en una furgoneta porque es dentro de ella en donde Mach –directora de programas culturales del Icub– y el resto de la cúpula de la organizaci­ón de la Mercè se pasan gran parte las fiestas. Yendo de un lado a otro, para comprobar que todo funciona. “Teníamos la cultura popular, los conciertos de música, pero faltaba algo más...”, apunta. Y lo que hacía falta era el MAC que hizo crecer la oferta y la variedad. “Permitió que mucha gente redescubri­era la Mercè”, señala.

Un festival que a su vez ha sido clave en la descentral­ización de la fiesta, otro de los hitos conseguido­s en los últimos años: el castillo, Trinitat, Besòs... “Los conciertos de música clásica en Nou Barris, pero con toda la orquesta y ante 2.000 personas”, destaca Mach, que suma doce años como directora de programas culturales del Icub, pero también 35 formando parte de la gestión cultural del Ayuntamien­to. Y eso que nunca lo tuvo previsto: ella llegó de los movimiento­s sociales, que llenaban muchos de los huecos que no cubrían los ayuntamien­tos franquista­s, y que fueron también determinan­tes en la formación –incluso interna– de los Consistori­os democrátic­os. Los nutrieron de pasión. Ilusión. También justicia.

A Mach se le atribuyen otros méritos de la Mercè, como el de la ciudades invitadas. “Se pensó para interpelar a las diferentes comunidade­s de la ciudad. Por eso, las primeras fueron Medellín, Quito o Dakar –explica–. En inicio había presencia de estas ciudades en todos los espacios”. La idea ha mutado a la vez que se ha consolidad­o.

Si bien, lo que recuerda Mach como una conquista es la celebració­n de conciertos en la playa del Bogatell, con todo lo que implica –por ejemplo, tener lanchas de la Cruz Roja–. “La gran suerte que tenemos es el público”, explica Mach, que destaca los pocos incidentes que se dan en una Mercè que es un gigante cultural que, además, los ciudadanos siguen sintiendo como propia. Un gran festival de cultura popular, música, teatro o circo que no ha perdido su esencia de fiesta mayor. “El otro día en la playa parte del público, de manera espontánea comenzó a recoger basura”, apunta.

Mach, que también tiene en el haber de su currículum el Any Gaudí, el del Llibre o, algo más reciente, como son el Llums Barcelona o el Bcnegra, se jubila este año. Tenía pensado hacerlo como lo ha hecho todo: de manera discreta. Nunca dio entrevista­s. Todavía no tiene claro porqué accedió a esta. ¿Qué hará en la Mercè del 2020? Sonríe: “Me ofrezco como chófer de la furgoneta”.

Sus compañeros le atribuyen la autoría del festival Mercè Arts de Carrer o el impuso de las ciudades invitadas

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Rosa Mach, junto al cartel de la Mercè que luce la Virreina

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