La Vanguardia

La conversaci­ón pendiente

Los nietos de Calder y Picasso impulsan en el Picasso Málaga una gran exposición que explora las diferentes maneras en que ambos se enfrentaro­n a la noción del vacío

- TERESA SESÉ

Picasso era ya un coloso del arte cuando conoció a Calder. Se vieron las caras por primera vez en 1931, en la galería Percier de París, donde el norteameri­cano daba a conocer sus primeras esculturas abstractas. Sus caminos volverían a cruzarse en 1937 con motivo del Pabellón de la República Española en la Exposición Internacio­nal de París, para el que Calder concibió su Mercury Fountain (Fuente de mercurio, hoy en la Fundació Miró) en denuncia al hostigacio­sa, miento del bando nacional a las minas de mercurio de Almadén. Mantuviero­n aún otros dos encuentros, el último en 1952, en Vallauris, donde según cuentan Picasso enrojeció de ira cuando Calder bromeó sobre uno de sus platos de cerámica. Desde luego esta no parece la historia de una gran amistad. Sino más bien la de dos artistas que, pese a no profesarse gran simpatía (“acude a las exposicion­es nuevas con la esperanza de llevarse algo que pueda usar, imagino ¡qué malo soy!”, escribió Calder, a propósito de Picasso), se diría que les quedó una conversaci­ón pendiente.

Los nietos de estos dos gigantes del arte del siglo XX, Bernard Ruiz-picasso y Alexander S.C. Rower, les han dado esa segunda oportunida­d en una exposición Calder-picasso, que hoy abre puertas en el Picasso Málaga y que resulta ser, efectivame­nte, una charla deliciosam­ente silenun pas de deux visual y enormement­e estimulant­e, bello e inesperado. Era extraño que Picasso, a quien han hecho bailar con casi todos los grandes (en demasiadas ocasiones más para reventar la taquilla que porque tuvieran algo que decirse) todavía no hubiera compartido pista con el hombre que inventó la escultura en movimiento, suspendién­dola en el aire y dejándola girar hasta el final de su vida.

“Desde luego este es un proyecto muy raro”, admite Alexander S.C. Rower. “A nadie se le había ocurrido antes reunirlos. Pero nosotros, como nietos, hemos convivido con sus obras toda la vida, tenemos observacio­nes peculiares sobre ellas. Y un día charlando nos dimos cuenta de que ambos, aunque por caminos paralelos, se enfrentaro­n a un mismo desafío: la exploració­n del vacío, la ausencia de espacio”. Ellos, junto a Claire Garnier y Emilia Philippot, son los comisarios de Calder-picasso, que tuvo una primera y exitosa etapa en el Musée Picasso París, donde de febrero a agosto convocó a 400.000 visitantes. Impulsada por la Calder Foundation de Nueva York y la Fundación Almine y Bernard Ruiz-picasso para el Arte, a Málaga llega con el patrocinio de Unicaja y envuelta en una gran expectació­n. No defraudará.

Calder (1898-1976) y Picasso (1881-1973) se enfrentan al reto del vacío de forma radicalmen­te opuesta aunque a veces lleguen a resultados similares. “En el caso de Picasso –argumenta Rower– cada pintura es un autorretra­to, un reflejo de sí mismo, de su yo emocional, de esa creación constante con la que trata de repeler el miedo a la muerte. Por contra, la aproximaci­ón de mi abuelo es completame­nte diferente. No hay nada en ella de su experienci­a personal, de sus ansiedades o de sus obsesiones, sino de la energía que nos interconec­ta a todos los seres humanos, un intento de unión de la humanidad”.

A través de un centenar de obras, además de documentos personales y fotografía­s –abren el recorrido sendos retratos de Man Ray de los años treinta–, la conversaci­ón arranca con tres maquetas de Picasso creadas en 1921 en alambre como posibles diseños

Procedente del museo de París, donde atrajo 400.000 visitantes, la muestra reúne 107 obras

para un monumento a su amigo, el poeta Guillaume Apollinair­e, quien había muerto en 1918 (quería “una estatua hecha de la nada, como la poesía y la fama”). A su lado pende el primer Mobile colgante de Calder compuesto por variacione­s de la esfera. “A veces resulta difícil distinguir si una obra es de uno o de otro”, advierte más adelante José Lebrero, director del museo, para quien más allá del gran interés de las piezas, de su empeño por dibujar en el espacio, lo conmovedor de la muestra es esa especie de bosque encantado o, como él lo llama, “ese espacio poético intermedia­l que produce la confrontac­ión de los dos”. Hay auténticas joyas, como la picassiana Mujer en el jardín, realizada en colaboraci­ón con Julio González en hierro pintado en blanco, aquí confrontad­a al Object with Red Disc, procedente del Whitney Museum. La lista es larga.

“Fueron dos grandes maestros que caminaron a través del siglo XX mostrando una gran potencia y, aunque su producción es muy distinta, tienen puntos en común”, dice Bernard Ruiz-picasso. Y Rower señala uno de ellos: “¡Ambos eran autoasesin­os que se reinventar­on a través de la destrucció­n de sus éxitos anteriores”.

 ?? ÃLEX ZEA / EP ??
ÃLEX ZEA / EP
 ?? ÃLEX ZEA / EP ?? Diálogo silencioso. Arriba, tres de los Bañistas realizados por Picasso con maderas y objetos encontrado­s, como si fueran personajes congelados a contraluz, sobre los que pende Red Lily Pads de Calder. A la izquierda, Mujer en el jardín, realizada en hierro por el artista malagueño en colaboraci­ón con Julio González.
ÃLEX ZEA / EP Diálogo silencioso. Arriba, tres de los Bañistas realizados por Picasso con maderas y objetos encontrado­s, como si fueran personajes congelados a contraluz, sobre los que pende Red Lily Pads de Calder. A la izquierda, Mujer en el jardín, realizada en hierro por el artista malagueño en colaboraci­ón con Julio González.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain