En el Líbano cabe de todo
El hip-hop de Malikah y el free jazz-trance del grupo Praed fascinan en la Mercè
Beirut es la ciudad invitada en esta edición de la Mercè, y su presencia institucional también tiene su reflejo en terrenos más transitados y populares como el teatro, la danza o la música. En el terreno que nos afecta, una excelente oportunidad para ampliar el conocimiento y, de paso, romper posibles tópicos e ideas prefiguradas de lo que ocurre en el ámbito de las músicas actuales en la escena libanesa.
La apuesta libanesa de ayer fue especialmente potente, y sirvió para focalizar la actualidad artística de aquel país ubicado en el otro extremo del Mediterráneo. Un cuádruple botón de muestra: danza tradicional dabke con Bassam Abou Diab o coreografías más actuales de Omar Dilatien en el Parc de la Ciutadella; fascinante teatro independiente con los Hishik Bishik en el paseo Lluís Companys o una sesión de dance music del amplio escaparate sonoro árabe de la mano del dj Ziad Nwafal también en el escenario de la cascada de aquel parque.
El complemento a todo ello, centralizado en la capitalidad de Beirut, ha sido durante estas festividades la música. Tras el paso en días anteriores del trío de Tarek Yamani, con su jazz empapado de tradición árabe, o de las canciones contemporáneas interpretadas y escenificadas por Tania Saleh, ayer día generoso en testar otras propuestas contemporáneas de aquel país como las de Malikah o Praed.
La primera de ellas, que responde por el nombre civil de Lynn Fattouh, hizo acto de presencia en el escenario del Moll de la Fusta (cielo despejado, temperatura fresquita) a las nueve de la noche. Cuando lo hizo no habría ni medio centenar de personas, una cifra quizás sonrojante tratándose de quien es: una mujer con arte, poderío y presencia en una escena como el hip-hop habitualmente dominada cuando no colapsada por hombres. Eso en la escena occidental y que hay que decir de la escena musical árabe.
Ella tiene el privilegio de proceder de un microcosmos como el beirutí, haberse pateado la escena internacional y actualmente ser la número uno del hip-hop árabe. Esta así considerada por méritos propios, tanto por su indiscutible talento como por su compromiso, lo que además le ha llevado a ser respetada por los colegas de ese amplio ámbito geográfico.
En este sentido lo es, principalmente por el grado de compromiso que transmiten sus combativas letras, en donde no obvia cuestione s fundamentales como a la situación de los palestinos, las desigualdades sociales y económicas o el empoderamiento de las mujeres.
Atractiva, con una empatía arrasadora y dominadora del amplio escenario, su propuesta cuenta con vestidos sonoros que basculan entre rítmicas hiphoperas convencionales –contó con la eficacísima colaboración de un MC sirio– por así decirlo, y aromas árabes, suministrados por su convicente fraseo. La lástima, por así decirlo, es que entre el (al final) ya más numeroso público asistente poca presencia de paisanos participativos pudo contabilizarse.
Mucho más intensa por cercana fue la fantástica descarga sonora que ofreció el dúo Praed. En la plaza Joan Coromines el saxo de Paed Conca y las bases electrónicas de Raed Yassin invitaron al numeroso público –occidental en su inmensa mayoría– a un viaje sabrosamente sensorial. En sus tres composiciones (con un despegue soberbio con Doomsday survival kit, título también de su último álbum) el crescendo y la adictiva rítmica fueron armas definitivas. Y no dejaba de ser chocante la imagen de Yassin, un tipo más que orondo, calvote y con una camiseta arrapada moviéndose a ritmo de dj superstar.
Aunque la respuesta de público árabe fue más bien testimonial, las dos propuestas hicieron gozar al aficionado