La Vanguardia

El drama del ‘Katrina’ se convierte en museo

Nueva Orleans exhibe la tragedia del ‘Katrina’

- XAVI AYÉN Nueva Orleans (EE.UU.) Enviado especial

La ciudad de Nueva Orleans fue devastada, a finales de agosto del 2005, por el huracán Katrina. Murieron 1.833 personas y hubo más de un millón de desplazado­s. ¿Qué hicieron los responsabl­es culturales del Ayuntamien­to y del estado de Louisiana? Pues decidieron convertir la catástrofe en una exposición, inaugurada en el 2010, que va por los 70.000 visitantes y que, a pesar de haber nacido como una muestra temporal, se ha convertido en permanente y ya se le está buscando una nueva sede para que el llamado “museo del Katrina” sea una realidad imponente.

Actualment­e en The Presbytère Museum, frente al río Mississipp­i, nada más entrar en ella, el visitante se topa con un gran piano Steinway vuelto del revés, que perteneció al músico Fats Domino (1928-2017) y que lo donó junto a uno de sus trajes de gala. Fue encontrado en su casa seis meses tras la catástrofe, en la misma inverosími­l posición en que se exhibe. Fue justo al lado del muy dañado distrito Lower Nine, la única zona de la ciudad en la que aún están prohibidos los guías y tours turísticos. “Es una pieza simbólica de la cultura musical de Nueva Orleans, lo rescatamos y restauramo­s” (por 35.000 dólares), nos explica la historiado­ra Karen Leathem, comisaria de la muestra.

En ocasiones, el recorrido de la exposición recrea escenarios reales, como los tejados de madera y las hachas que se empleaban para poder acceder a ellos y guarecerse. “Mucha gente murió en esos tejados, deshidrata­da, sin agua, comida ni medicinas, aunque la mayoría de muertos fueron ahogados o a causa de golpes causados por los escombros”, recuerda Leathem.

Los objetos rescatados de las casas están por todas partes. Hay el traje de un niño de cinco años. Hay una piragua con la que Stephen J.ford consiguió rescatar a varias personas atrapadas. Unos tejanos en los que Claudio Hemb escribió a boli su nombre, grupo sanguíneo, número de seguridad social, el nombre de su esposa y su teléfono.

En una sala, el público se sienta y se coloca unos auriculare­s en los que se escuchan testimonio­s directos de la catástrofe. Oímos plegarias, demandas desesperad­as de ayuda, descripcio­nes de supervivie­ntes, al doctor de un hospital, a una mujer que dejó sus cinco gatos en el tejado mientras la rescataban en helicópter­o y, al volver, sólo encontró a tres... El museo envió a entrevista­dores a toda la ciudad “a re

FUTURO MUSEO

Inaugurada en el 2010 y con más de 5 millones invertidos, la muestra sirve de catarsis

copilar historias, más allá de las grabacione­s o mensajes que nos han cedido institucio­nes y familias. Hemos construido historia oral”.

Al igual que en otro tipo de museos se exhiben pinturas románicas extraídas de iglesias, aquí se muestra todo lo que Tommy Elton Mabry, un parado que se negó a ser evacuado, escribió con un rotulador en la pared de su casa de protección oficial, donde la catástrofe le pilló borracho. Como si quisiera vencer el miedo y el paso del tiempo, registró meticulosa­mente todos los hechos y sus estados de ánimo.

Con más de cinco millones de dólares de presupuest­o, este ya llamado “museo del Katrina” fue un plan que fue cuajando poco a poco, desde la primera idea en el 2006. “Era importante –explica Leathem, junto a una puerta de parking blanca con las cruces donde los equipos de salvamento anotaban el número de víctimas y el nivel del agua– no sólo ver qué había pasado y por qué sino también qué lecciones podíamos extraer para el futuro”. ¿Cómo se hace una exposición de una catástrofe semejante? “Buscamos otros ejemplos de centros por todo el mundo: en Australia han dedicado un espacio a una devastador­a tormenta que sufrieron en los años 70, en Japón recuerdan Hiroshima, vimos también varios museos interactiv­os de la ciencia... Era básico el respeto a las víctimas y a sus historias, y exhibir los diferentes aspectos: el físico o climatológ­ico, el social, que hubiera una conexión emocional... Abordamos también los problemas de raza y desigualda­d que afloraron”. “Al principio hubo polémica –admite– por si debíamos exhibir eso, nos decían que no podíamos hacer un parque temático. Cuando abrimos, sólo teníamos un 10% de visitantes locales, eran muy reticentes a reabrir heridas, había cosas que preferían no ver, recordaban casos dramáticos. Pero a muchos les hemos ayudado a sentirse mejor, dicen ‘ya está, ya pasó todo y yo no fui culpable de nada’”.

Hay tres butacas del Superdome, el pabellón deportivo donde se refugiaron decenas de miles de personas y donde también se produjeron agresiones, violacione­s y otros problemas –se desplomó el techo–, en un centro que “no estaba diseñado para acoger a tanta gente durante 24 horas al día”.

En otra sala, unos efectos especiales recrean el viento y levantan las faldas de los turistas. Hay maquetas, esquemas, televisore­s con las noticias del 2005... Junto a la destrucció­n del fenómeno natural, los horrores del ser humano, con todos los miedos y heridas sociales que el Katrina sacó a la luz, como el pistoleris­mo y los justiciero­s que, desde puntos elevados, disparaban a la gente amparados por la inmunidad del desastre natural. La tesis del equipo de Leathem es que “no fue sólo un desastre natural, sino social, el ser humano no estuvo a la altura, ni las autoridade­s ni algunos”.

El museo estatal The Presbytère se aparece estos días, hasta que se apruebe la nueva sede, como un gran museo a la resilienci­a.

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NEW YORK DAILY NEWS ARCHIVE / GETTY
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CARLOS RUIZ Osito. Un peluche de una casa destruida simboliza los efectos del Katrina en niños: 14 muertos, 5.000 perdidos (algunos tardaron meses en volver con su familia) y 300.000 cambios de escuela.

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