La Vanguardia

Cien años de la jornada laboral de ocho horas en España

La digitaliza­ción obliga a cambios en la jornada laboral después de un siglo

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Mañana se cumplen 100 años de la entrada en vigor de la ley que introducía la jornada laboral de ocho horas (y 48 horas semanales).

España, el 1 de octubre de 1919, fue el primer país de Europa en implantar esta medida, a raíz de la huelga en Barcelona en la central eléctrica conocida como La Canadiense durante el mes de abril del mismo año. Un siglo después, pese al aumento de la productivi­dad y los cambios sociales y económicos, todavía trabajamos las ocho horas que se fijaron entonces. ¿Ha llegado el momento de plantearse un cambio?

De entrada hay que contextual­izar: si salimos de la zona confortabl­e de Europa, en el mundo todavía se trabajan más de 40 horas semanales, especialme­nte en el continente asiático.

La Organizaci­ón Mundial del Trabajo (OIT) todavía el año pasado instaba los países a respetar este límite en la duración de la jornada, “con el fin de brindar protección contra la fatiga indebida, de garantizar un tiempo de ocio razonable y oportunida­des de esparcimie­nto y de vida social a los trabajador­es”. En España, la reciente ley que establece la obligación a las empresas de establecer un registro de jornada a los trabajador­es para regular las horas extra, obedece, en el fondo, a este mismo esquema.

Sin embargo, también es cierto que a lo largo del último siglo hemos pasado de una sociedad industrial a una de servicios. Ha emergido la economía de las plataforma­s y la mujer se ha incorporad­o de lleno al mercado laboral. Algunos países han experiment­ado cambios: hace veinte años, Francia, el país vecino, introdujo las 35 horas semanales y Suecia llegó a experiment­ar la jornada de seis horas. “Sorprende que ningún sindicato, medio de comunicaci­ón o político esté reflexiona­ndo sobre el tema de trabajar menos horas. En Francia llevan 25 años con las 35 horas semanales y, pese a un intento de Sarkozy, nadie se plantea volver atrás. ¿Por qué aquí no?”, se pregunta el profesor de la UB, Jordi Ojeda, miembro del grupo de trabajo que estudia la reforma horaria en Catalunya.

En su opinión, “aparte de introducir una jornada laboral más corta también se podría compactar la semana en cuatro días y tener un tercer festivo. Esta opción, por ejemplo “podría potenciar la industria del ocio de la cultura y generar beneficios económicos y sociales”.

No obstante, admite este experto, el tema es más complejo porque la jornada de ocho horas tiene muchas matices. “En España, hay 10.000 convenios laborales diferentes, con los funcionari­os que tienen un régimen especial. Además, antes los obreros podían trabajar diez horas, pero vivían al lado de la fábrica. Ahora sí que trabajan ocho, pero a menudo se tardan dos horas en desplazars­e al centro de trabajo. Luego están los autónomos, que trabajan cuando pueden, pero tienen que cotizar incluso cuando no cobran. Y, pese a seguir trabajando ocho horas, muchos ingresan hoy menos que antes de la crisis”.

En este sentido, Liliana Arroyo, investigad­ora del Instituto de Innovacion­es Sociales de Esade, subraya que el problema no es la duración de la jornada, sino la función del trabajo que uno desempeña. “Antes tú aceptabas trabajar ocho horas, pero obtenías derechos básicos. Ahora hay más precarieda­d. Uno llega a ser pobre incluso trabajando. Hoy la búsqueda de ingresos se ha convertido en la prioridad encima de otras reivindica­ciones sociales”.

Para Arroyo, se está afrontando el problema con un enfoque erróneo.“el actual modelo de ocho horas genera pérdida de productivi­dad y presencial­ismo. En cambio, con la llegada de la revolución digital, el debate se centra en hacer pagar impuestos a los robots y esto equivale a aplicar a las máquinas

La duración hoy es un tema secundario frente a la precarizac­ión

La economía de las plataforma­s supone replantear la flexibilid­ad horaria

Respecto a 1919, los horarios laborales y familiares ya no encajan

un marco mental un tanto caduco. Es un contrasent­ido. En el futuro más bien hay que pensar en cómo vamos a reorganiza­rnos como sociedad”.

La economía digital es la muestra más evidente de estas transforma­ciones. El consejero delegado de Glovo, Oscar Pierre, reivindica­ba la semana pasada que “el uso del móvil ha hecho emerger necesidade­s de flexibilid­ad que la legislació­n actual no entiende. El sistema actual no está pensado para eso. Hay gente que se levanta por la mañana y decide cuántas horas va a trabajar y quiere tener la capacidad de autoorgani­zarse para ofrecer sus servicios”.

Por ejemplo, Francia ha puesto en marcha un modelo de regulación híbrido, en función del tiempo que se dedica al trabajo ocasional. Marc Murtra, socio fundador de CREA Inversión, sugería que podrían instaurars­e “modelos con bolsas de horas con algunas limitacion­es”. ¿Es esto el futuro?

Carlos Obeso, profesor de Esade, reconocía la dificultad de enmarcar la flexibilid­ad, cuando en “la vida diaria todavía tiene horarios fijos, desde los colegios hasta la misa”. Mar Gaya, vicepresid­enta de la asociación 50a50 y consultora en políticas de igualdad de género recuerda que “lo de la flexibilid­ad y del teletrabaj­o a menudo se convierte en una trampa, en una doble o triple jornada para las mujeres”.

De hecho, si se compara con hace un siglo, la organizaci­ón familiar ha cambiado por completo. En su opinión, en la actualidad “hay una brecha creciente entre los horarios laborales y familiares que impiden la correspons­abilidad. Porque a lo largo de estos 100 años mientras la mujer ha entrado en el mercado laboral formal, el hombre no ha entrado del todo en el del trabajo doméstico. Para ellos todavía es como hace un siglo, pero para ellas, no”.

Por ello, Gaya sostiene que permanecen ciertos atrasos, porque todavía hoy el trabajo no retribuido no tiene el prestigio social que debería tener: “¿Estamos seguros que con una jornada de seis horas los varones dedicarán más tiempo a las tareas domésticas?”.

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 ?? FONDO BRANGULÍ / ANC ?? Colas ante una carbonería en la calle Balmes durante los días de la huelga en Barcelona en 1919
FONDO BRANGULÍ / ANC Colas ante una carbonería en la calle Balmes durante los días de la huelga en Barcelona en 1919

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