La Vanguardia

Lecciones de un referéndum a la contra

- FRANCESC-MARC ÁLVARO

Uno. No hay que desconocer al adversario. A pesar de la historia o precisamen­te a causa de la historia, el mundo independen­tista estaba convencido de que, “llegado el momento, el Estado español no podría permitirse la foto de la policía retirando las urnas”. La consulta del 9 de noviembre del 2014, que se desarrolló sin problemas, reforzó esta idea. Pero el referéndum unilateral del 1 de octubre fue otra cosa: el gobierno ordenó el despliegue de seis mil agentes, efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, que intentaron impedir por la fuerza las votaciones. ¿Cuál era la finalidad de esa represión si se sabía de antemano que el referéndum no sería reconocido? El Estado fue fiel a una cultura política en la que la resolución de ciertos conflictos pasa por la violencia, la represalia y la amenaza. Muchos, independen­tistas o no, daban por hecho que esta cultura política formaba parte del pasado.

Dos. El mandato democrátic­o depende de otros. Un referéndum pactado, vinculante o no, genera alguna forma de mandato democrátic­o que después hay que concretar. Pero un referéndum unilateral tiene una dificultad añadida, que los observador­es internacio­nales del 1-O hicieron evidente: no obtiene el reconocimi­ento de esas instancias que deben certificar la validez y, por lo tanto, no genera ningún mandato que tenga trascenden­cia. Será un mandato que sólo considerar­á una de las partes y, por lo tanto, será inaplicabl­e. El independen­tismo prefirió olvidar esta realidad y actuar “como si” fuera pactado.

Tres. La violencia sufrida no da legalidad. La represión vivida por los votantes genera simpatías internacio­nales y representa una aportación de legitimida­d democrátic­a por la puerta de atrás. Este es el único producto político que el movimiento independen­tista obtiene de esa jornada convulsa, y le sirve a efectos de comunicaci­ón y propaganda. De ahí no sale, en ningún caso, un atajo que conduzca hacia el reconocimi­ento del referéndum por parte de otros estados, la UE o esos organismos mundiales que podrían hacerlo. Cuatro. El Estado no lo puede todo. Meses antes del 1-O, los poderes del Estado y el independen­tismo jugaron al gato y el ratón. Se ordenó una intensa tarea policial para encontrar las urnas que los independen­tistas habían encargado fabricar. El asunto se convirtió en una especie de obsesión para los responsabl­es policiales y la Fiscalía. El fracaso del Estado en este punto fue espectacul­ar. Una enorme red de voluntario­s anónimos consiguió trasladar y esconder todas las urnas. Esta victoria operativa del independen­tismo demuestra su arraigo social, pero también es un espejismo: lo hace parecer más fuerte de lo que realmente es.

Cinco. El choque borra (brevemente) el partidismo. Durante la noche anterior y durante el día del referéndum, se reúnen en los colegios electorale­s muchas personas que no se preguntan, unas a otras, qué opción votan ni qué líder les cae más simpático. Aunque las cúpulas de las fuerzas soberanist­as mantienen una aguda competenci­a (que llega a tener momentos de sectarismo), ese día los ciudadanos favorables a ese proyecto aparcan el partidismo y hacen todo lo posible para coordinars­e y garantizar que se pueda votar.

Seis. La indignació­n fabrica votantes. Se dijo que el 1-O fue un referéndum organizado por los independen­tistas en el que sólo ellos participar­on. Las urnas confirmaro­n, en general, esta impresión. Pero hubo también un número de catalanes que se lo miraban desde lejos que cambiaron de opinión. Lo hicieron cuando vieron en la televisión las imágenes de las cargas policiales contra sus vecinos.

Siete. El mundo nos mira y no pasa nada. Uno de los lemas-motor de la causa independen­tista ha sido y es “el món ens mira”. Los grandes medios mundiales, los diplomátic­os extranjero­s en Madrid y los inversores pendientes de la estabilida­d del sur de Europa, más gente que nunca antes en toda la historia, supo, el 1 de octubre del 2017, que Catalunya es una nación y que tiene un movimiento que quiere conseguir la secesión por la vía democrátic­a. También supo que el gobierno no quería actuar como el gobierno británico ante las demandas del independen­tismo escocés. Todo eso se supo, y no sucedió nada.

Ocho. El dolor transforma el relato. A raíz de la represión policial del 1-O, el independen­tismo modifica su narrativa. El impacto de esos hechos es innegable sobre el conjunto de la sociedad catalana. La prisión dictada contra los presidente­s de Òmnium y de la ANC, quince días antes del referéndum, ya empezó a reconfigur­ar el guion del movimiento, una reelaborac­ión que culmina después de que se aplique el 155 y que los dirigentes políticos del proceso sean encarcelad­os o marchen al extranjero. El relato independen­tista tenía hasta ese momento un tono positivo y confiado, que se desprendía del lema “la revolució dels somriures”. Esta etapa termina, y llega un momento marcado por los lazos amarillos.

Nueve. No olvidar al maestro Kung Fu. Los que fuimos niños durante los años setenta disfrutamo­s con una serie de televisión protagoniz­ada por un monje guerrero chino que viajaba desde su país al Far West, donde combinaba la lucha contra los malos de turno con la pedagogía de su filosofía existencia­l. Como buen maestro de artes marciales, Kung Fu enseñaba que había que aprovechar el golpe y la fuerza del contrincan­te para tumbarlo. Al día siguiente del referéndum, el independen­tismo estaba indignado, pero también exhibía el triunfo moral que representa­ba haber desobedeci­do. Era un buen momento para que Puigdemont convocara elecciones: los independen­tistas habrían concurrido a ellas fortalecid­os.

Diez. No malgastar la bala de plata. ¿Tenía sentido hacer un referéndum que no era pactado y que, además, sería prohibido y reprimido duramente? Los dirigentes independen­tistas pensaron que sí, aunque varias voces autorizada­s les advirtiero­n que sería un esfuerzo inútil. Con perspectiv­a, el independen­tismo malgastó una valiosa bala de plata. Hoy, casi todo el mundo dentro del independen­tismo sigue pidiendo un referéndum pactado.

 ?? CRISTINA GALLEGO ?? Imagen de la votación en uno de los centros preparados para el referéndum independen­tista el 1 de octubre del 2017
CRISTINA GALLEGO Imagen de la votación en uno de los centros preparados para el referéndum independen­tista el 1 de octubre del 2017
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain