La Vanguardia

Nuevas formas de ligar

Cada vez hay más parejas de todo tipo que comparten patinete: van con los cuerpos encajados, prietos y quietos

- EL RUNRÚN Màrius Serra

La proliferac­ión de ingenios rodantes es uno de los rasgos caracterís­ticos de la Barcelona actual. Cualquier pronóstico hecho desde el siglo pasado sobre una ciudad llena de patinetes hubiera sido recibido con una pitada más ensordeced­ora de la que jamás aguantó futbolista alguno. Pero las cosas fueron así y, hoy, montones de patinetes privados circulan por la red de carriles bici y también fuera pista, mientras que una veintena de empresas de alquiler esperan que la normativa del transporte municipal se adapte a esta nueva realidad. Los nuevos patios urbanos son patinetes eléctricos. Y, de tanto usarlos, la gente aprendió a patinar y hacer otras actividade­s a la vez: fuman, escuchan música con auriculare­s y hablan por el móvil. Aún no he visto a nadie que se maquille o se afeite, aunque muchos llevan un portamóvil­es para seguir las indicacion­es del GPS que también les serviría de cámara espejo. En cambio, ya es frecuente que a bordo del patinete se ligue. Cada vez hay más parejas de todo tipo que comparten patinete. Van con los cuerpos encajados, prietos y quietos para no tentar la estabilida­d del aparato. A diferencia de las motos, aquí la persona que conduce va detrás con los brazos estirados para aferrar el manillar y la que va de paquete, de pie delante de ella, como un pasmarote, acomodada, en una posición ideal para ligar.

Décadas atrás, los motoristas íbamos por la ciudad sin casco (y sin saltarnos el código de circulació­n). Cuando las estadístic­as demostraro­n que se mataban tantos motoristas dentro de las ciudades como en la carretera, esta exención decayó y lo primero que notamos fue que no podíamos ligar del mismo modo. La práctica del morreo semafórico entró en crisis. De hecho, el casco dificultab­a tanto cualquier tipo de contacto entre los labios y otras zonas de la cara y el cogote de la pareja, que los más espabilado­s intentaron todo tipo de estratagem­as para seguir ligando. La más ridícula fue ponerse un casco de jockey que dejaba más o menos libres las zonas erógenas de la cara. Otros lucían protectore­s que parecían palanganas y los llamábamos hormigatóm­icas, por culpa de unos dibujos animados protagoniz­ados por una hormiga motorizada con un casco ridículo. Al final, el código impuso el casco integral y el ligue motorizado tuvo que retornar al ámbito platónico. En cambio, ahora no existe el peligro de que pase algo parecido, aunque cada vez hay más patinete-a-dos (sic) que circulan con casco. De entrada, porque los cascos de ciclista que usan más bien parecen chichonera­s y dejan libres las zonas erógenas. Además, la superficie corporal de contacto ha aumentado tanto que hay muchos otros alicientes eróticos más allá del besuqueo. El problema, como siempre, vendrá de la constataci­ón de que el amor nos hace perder la cabeza. En este otoño caliente, perder el mundo de vista montado en un vehículo tan inestable como un patinete puede resultar traumático.

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