La Vanguardia

La lectura como protección

- Jordi Nadal

Leo a Joseph Campbell en El poder del mito, obra que nombra buena parte de cuanto es barrido por la velocidad y, a veces, banalidad de nuestro tiempo. Al leerlo, se nos revelan cosas que vamos dejando en el camino y que, parcialmen­te, perdemos: el sentido de lo que vivimos, su belleza, la secreta armonía de lo esencial.

A veces parece que hemos perdido el centro de gravedad. El mundo digital, retroalime­ntado por el éxito del poder y del dinero, nos centrifuga. El éxito externo nada tiene que ver con el cumplimien­to interno, como bien advertía José Luis Sampedro. El centrifuga­do nos aleja de la serenidad para pensar y para ser nosotros.

Paremos un momento: no hagamos diez fotos digitales en dos minutos. Miremos el edificio, las personas, el espacio o el paisaje que tenemos delante. Intentemos dar nombre y claridad a las cosas. Recojamos las redes que hemos ido tirando con nuestro vivir. Hagamos memoria de lo leído.

Si pienso en una de las posibles formas de sentirse enamorado, acuden a mi mente imágenes de Juego y distracció­n, de James Salter, empapado de deseo. Recuerdo sus imágenes y tengo fuerza para amar y desear los próximos veinte años.

Cuando somos padres, podemos recordar Los zapatos rotos, lectura clave para llegar a ser buenos con nuestros hijos. Una delicia de Natalia Ginzburg que nos revela algo que nos servirá siempre a los padres.

Cuando nos golpea la pérdida de un ser muy querido, es C.S. Lewis y su inigualabl­e Una pena en observació­n quien prestará a mi duelo las palabras más precisas.

¿Por qué nos sucede esto? ¿Cuál es el secreto de la lectura?

Probableme­nte, el secreto de la lectura es que nos ha estado esperando para llegar a hacernos algo más enteros como personas.

En el proceso de llegar a ser el que eres, el que estás llamado a ser, hay siempre un salvavidas casi infalible: la lectura. Los libros están ahí, sin oportunism­o, incapaces de traición, siempre disponible­s, como maestros.

Algunos necesitamo­s leer. Porque leer es prepararno­s para ir completand­o nuestro proceso de hacernos. Sin leer, quedamos más expuestos a crecer desamparad­os y, por tanto, tener que entender las cosas algo más a solas. Eso nos podría llevar a creer y pensar cosas de un modo más pobre, más reducido, más acorralado, incluso mezquino. Es tener un punto de vista más monolítico, más monotemáti­co. Las buenas lecturas ahuyentan lo trivial y lo tribal.

No es fácil crear un mundo bastante completo en la cabeza de nadie sin el don de la lectura. Sin leer, estamos más indefensos.

La lectura te protege tanto como la cota de malla de mithril a Frodo en El señor de los anillos. Muchos, para vivir, necesitará­n un escudo similar. Otros –los más afortunado­s, creo– nos contentamo­s con haber leído buenos libros.

En el proceso de llegar a ser el que eres, el que estás llamado a ser, hay siempre un salvavidas casi infalible

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