La Vanguardia

“Mi enemigo era mi mente”

Orlando Ortega, renacido con su grupo de entrenamie­nto en Chipre, se mide a sus demonios en los 110 m vallas

- SERGIO HEREDIA Doha Enviado especial

Decenas de acreditaci­ones cuelgan de la mochila de Orlando Ortega (28): su mochila es una selva de acreditaci­ones.

Orlando Ortega dice que las conserva todas.

–Y las que no cuelgan de la mochila están en casa. Me las guardan mis padres.

Así, dice, no olvida. Aunque no es verdad. Lo de Glasgow, prefiere olvidarlo.

Lo de Glasgow había sucedido hace seis meses. Y supuso, en su carrera deportiva y personal, un golpe tan desconcert­ante como decisivo.

Aquello había ocurrido en dos fases, entre la mañana y la tarde de los Europeos en sala.

Por la mañana, Ortega disputa las semifinale­s de los 60 m vallas. Vuela y se luce, y se postula como favorito. Y proclama algo: –Estoy mejor que nunca. Pero por la tarde, siete horas después, se desencaden­a lo imprevisto. El desastre. Orlando Ortega se atasca en la final, se ve a un mundo de los otros. Apenas acaba cuarto, fuera del podio. Y se derrumba:

–Solamente quiero desaparece­r de este planeta. Estoy tan frustrado… Uno cree que todo fluye y mira. Ahora mismo me planteo incluso dejar el atletismo. –¿A qué se refiere? –Arrastro problemas personales, no puedo decir más.

Y no dice más.

La gente de la Federación Española de Atletismo cuenta que no sabe. Que no sabía nada. Ni de los problemas personales de Ortega. Ni de sus dudas existencia­les. El caso es que algo se rompe ahí. Y que Orlando Ortega, aquello, prefiere olvidarlo.

–Es pasado. Lo he borrado de mi vida. Son momentos que pasan y se van –le cuenta al puñado de periodista­s que le rodeamos en el hotel Ezdan, en el corazón financiero de Doha.

(…)

Orlando Ortega prefiere olvidar Glasgow y recuperar Río 2016, los Juegos de su plata.

–El mejor momento de mi vida. Eso quiere.

Pero es inevitable: hay que regresar a Escocia. O más bien, a sus consecuenc­ias. Tras aquel disgusto, Orlando Ortega abandonaba Madrid y el paraguas de su padre, Orlando Ortega senior, su mentor y su guía, el hombre con el que había compartido, minuto a minuto, los cinco últimos años de su vida. Vaya historia, la de ambos. Dos hombres abandonand­o La Habana con lo puesto, deprisa y a escondidas, para labrarse una carrera en España. Dos hombres desembarca­ndo en València, y luego en Madrid, para al fin reconstrui­rse y alcanzar la excelencia olímpica, la plata de Río. Pero ¿y ahora?

Ahora, ambos se hablan desde la distancia. Pero el padre ya no es el guía. Orlando Ortega se fue a Chipre y allí se ha quedado, rehaciéndo­se como atleta, rehaciéndo­se otra vez, comprendié­ndose.

–Mi enemigo era mi mente. Y en eso es en lo que más he mejorado en estos meses en Chipre –dice.

Chipre, cuna de un atleta. ¿Quién lo iba a decir? ¿Qué sabemos de los atletas chipriotas?

Poca cosa, con la excepción de Milan Trajkovic, justo el vallista que había ganado aquella carrera en Glasgow, el mismo que había convencido a Ortega, llevándose­lo a Chipre: Trajkovic, un tipo que ni siquiera había nacido en Chipre, sino en Serbia.

Ortega se fue a Chipre en abril y allí se quedó, a las órdenes de Antonis Giannoulak­is, el técnico que mueve a un grupo de jóvenes vallistas, gente que funciona.

–Yo no hablaba nada de griego, pero allí me acogieron de maravilla. Era lo que necesitaba. Un grupo que me exigiera como atleta. Y eso es lo que tengo ahora. La comida, el ambiente, el clima... Chipre me recuerda mucho a La Habana. Las personas son amables, te saludan cuando te las cruzas por la calle. Ahora ya voy cogiendo el griego. Si no me hubiera dedicado a correr, podría haberme dedicado a los idiomas. Se me dan bien. Y cuando no nos entendemos, siempre puedo recurrir al móvil, que lo traduce todo...

El cambio fue para bien. Hoy, este Orlando Ortega se parece al Orlando Ortega de Río. Un tipo seguro de sí mismo, extraordin­ariamente eficaz en la competició­n, un winner.

Viene de adjudicars­e la Diamond League en los 110 m vallas, y con esas credencial­es se asoma a la primera ronda de los Mundiales de Doha (19.05 h, hora española), donde le espera un icono que pega fuerte, Grant Holloway, un torpedo de 21 años que acaba de profesiona­lizarse (es excelente este concepto estadounid­ense) y ya ha roto la barrera de los 13 segundos, la frontera que se abre entre un gran vallista y una estrella: 12s98.

–¿Qué ha cambiado en usted? –volvemos con Ortega.

–He trabajado bien la carrera. Pero sobre todo, la cabeza.

CAMBIO DE TERCIO Frustrado tras su fiasco en Glasgow, Ortega dejaba a su padre en Madrid para buscarse en otros espacios

LAS CONSECUENC­IAS

Su triunfo en la Diamond League ha multiplica­do sus expectativ­as: en Doha parte como favorito

 ?? KIRILL KUDRYAVTSE­V / AFP ?? La madre-bala. La jamaicana Shelly-ann Fraser-pryce (32), madre de Zyon, de dos años, compacta y explosiva, arrolló a sus rivales en los 100 m, al firmar 10s71 para apoderarse del octavo título mundial de su carrera, entre 100, 200 y relevo corto
KIRILL KUDRYAVTSE­V / AFP La madre-bala. La jamaicana Shelly-ann Fraser-pryce (32), madre de Zyon, de dos años, compacta y explosiva, arrolló a sus rivales en los 100 m, al firmar 10s71 para apoderarse del octavo título mundial de su carrera, entre 100, 200 y relevo corto
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain