La Vanguardia

LA OCTAVA MARAVILLA DE MARC MÁRQUEZ

Márquez conquista su sexto título de Motogp y octavo mundial con la grandeza de los mitos

- TONI LÓPEZ JORDÀ Bururam Enviado especial

Marc Márquez ya había demostrado en los entrenamie­ntos del fin de semana que pese a la amplísima ventaja que tenía sobre sus rivales estaba dispuesto a ganarlo todo. Ayer se impuso en el gran premio de Tailandia y se proclamó campeón mundial de Motogp por sexta vez. Es su octavo título mundial (suma también uno de 125cc y otro de Moto2) del piloto de Repsol Honda, con tan sólo 26 años.

No. No tenía suficiente con ser segundo. No le bastaba con aguantar detrás de Fabio Quartararo y descontar pacienteme­nte cada una de las 26 vueltas hasta la meta para certificar su título mundial. No. El conformism­o no va con Marc Márquez. El niño de las maravillas, el devorador de mitos, tenía que ser campeón a su manera, siendo fiel a su estilo de vida: con espectácul­o, arriesgand­o, poniendo en vilo el alma de sus seguidores que se cuentan por multitudes. Porque la nueva estrella mundial ya no es Valentino Rossi. La octava maravilla del mundo se llama Marc Márquez Alentà, de 26 añitos.

Que la coronación del piloto de Repsol Honda sería en Tailandia estaba más o menos cantado, pese al susto que dio el viernes en los entrenos libres con una caída fea, violenta, que más que acongojarl­o –como habría hecho con cualquier mortal– le insufló la adrenalina que le podía faltar. En parte por esa previsibil­idad del título, en parte por la indolencia o incapacida­d de Andrea Dovizioso para meterle presión, Márquez optó por poner él la emoción y el espectácul­o a la carrera de Buriram. Lo había advertido: “Con la ventaja que tenía –98 puntos sobre Dovizioso–, mi intención era ganar la carrera”.

Así que Fabio Quartararo, el único rival que le plantó cara –tenía que ser el novato, como en casi toda la temporada–, tuvo que sufrir una vez más la voracidad de Márquez. No le deja ni las migajas, ni le regala el premio de una primera victoria al rookie francés, su próximo gran oponente por la gloria. Se la va a tener que ganar el de Yamaha. O como sugería Andrea Dovizioso, tendría que ausentarse el de Cervera una temporadit­a. “Pedirle que se tome un año sabáfue tico”, decía el italiano, inclinándo­se a la superiorid­ad del catalán. El de Ducati, el único que podía retrasar la fiesta, fue cuarto y no amenazó nunca la coronación.

De este modo, con Quartararo iniciando la fuga desde la pole, Marc encontró el acicate necesario para buscar la victoria, subirse a lo más alto del podio y desde allí poder celebrar su noveno triunfo y octavo título mundial. Su ataque

UN CAMPEÓN CON ESTILO Márquez no se conformó con ser segundo para lograr el título, sino que arriesgó buscando la victoria

DOVIZIOSO, EL DERROTADO “Pedirle que se tome un año sabático”, ruega Dovizioso, que nunca amenazó la coronación

demoledor. Lo lanzó a falta de cuatro vueltas, Quartararo resistió. Insistió a falta de tres. Aguantó. Y en la última vuelta le clavó de nuevo la dentellada. Fabio se revolvió, pero en la última curva, por el interior, como a Dovizioso el año pasado, lo dejó seco y le birló la victoria.

Dejó claro, por si quedaba alguna duda, que el mejor es él, que no se conforma con ser segundo, porque

NI LÍMITES NI OBSESIONES

A Marc no le interesa enviar a Rossi y Agostini a la papelera de la historia, sólo disfrutar y seguir ganando

los mitos, los pilotos de leyenda, nunca son segundones. Porque esta era del motociclis­mo es suya. Rossi ya es sólo historia a punto de ser superada. A sus 9 coronas muy probableme­nte llegará Marc en el 2020, con el italiano todavía en pista. Algo que le pone al 93, seguro, aunque lo niegue. Otra señal de su grandeza de campeón: no importa quién esté por delante. Él sigue su camino. Lo dejaba muy claro respondien­do a este diario sobre la motivación que le puede producir alcanzar y rebasar a Rossi y a Giacomo Agostini, los únicos dos mitos que le quedan por delante. El resto ya los ha devorado, en sólo 7 años en la cilindrada reina:

–No me he obsesionad­o nunca con ningún nombre ni con ningún número, y no lo voy a hacer ahora. Lo más importante es disfrutar el momento y disfrutar el año que viene. Es lo que nos hace ir rápido. Si no disfrutas, si no tienes esta ilusión por ir en moto, es imposible ganar –justificab­a el catalán su desinterés en enviar a los dos italianos a la papelera de la historia.

El reto, la filosofía de vida de Márquez es otro. Lo explica muy bien Santi Hernández, su jefe de mecánicos, en el análisis que acompaña a esta crónica: Marc no persigue grandeza ni obtener reconocimi­ento como el mejor piloto de la galaxia –como ansía algún otro–; sólo pretende ser feliz, disfrutar, pasárselo bien yendo en moto, como cuando era niño, o como cuando juega a dirt track oa motocross en Rufea, entrenándo­se con su hermano y con José Luis

Martínez, su sparring, amigo y asistente.

Porque Márquez sigue teniendo alma de niño. Y una voracidad insaciable de victorias, su alimento de los campeones. Y una testarudez –como señalaba Emilio Alzamora en estas páginas– que le hace encarar las dificultad­es técnicas, las debilidade­s de su moto, como desafíos personales. Si no, ¿cómo se explica que Marc sea el único piloto de Honda que hace correr la RC123V? Si tanto ha mejorado la máquina japonesa en motor y velocidad punta, ¿por qué no Crutchlow, Nakagami o Lorenzo están, al menos, entre los 10 primeros regularmen­te? Porque el 93 marca la diferencia, por talento, por clase, por ambición, por capacidad de trabajo y de sacrificio, y por saber liderar un equipo humano, que además de profesiona­l es su familia.

Por todo ello, por todos estos ingredient­es, se hace difícil, imposible, ni siquiera imaginar un techo para Márquez. Ni por edad (en su plena madurez, 26 años, y con siete de experienci­a en la cilindrada reina), ni por rivales amenazante­s (con la nueva generación encabezada por Quartararo todavía poco madura), ni por la desestabil­ización emocional (superadas sus polémicas con Rossi) parece que Marc vaya a dejar paso en los próximos años.

Así que si no hay una revolución técnica o nace el anti-márquez, el

tro de Cervera puede seguir ampliando su mambo. Con ocho no basta, Marc.

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RUNGROJ YONGRIT / EFE
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MIRCO LAZZARI / GETTY IMAGES El ocho es el nuevo número fetiche de Marc Márquez tras sumar su octavo título
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