La Vanguardia

El alemán de los Uffizi

Eike Schmidt, artífice de la renovación de la galería de Florencia, optará a la reelección

- SÍLVIA COLOMÉ Florencia Enviada especial

El alemán Eike Schmidt, artífice de la renovación de la Galería de los Uffizi, en Florencia, optará a la reelección tras cumplir sus cuatro primeros años al frente de la institució­n. Schmidt es el primer extranjero en dirigir el museo más importante de Italia, sin contar los vaticanos. Todo el mundo admite ya que ha insuflado aires frescos a una institució­n anquilosad­a que ni tan siquiera contaba con una web a su llegada.

Llegó como los Habsburgo-lorena después de la extinción de los Médici, dispuesto a aportar modernidad a pesar de las críticas y rechazos por su origen no italiano. El alemán Eike Schmidt, que finaliza este octubre su mandato al frente de la Galería de los Uffizi, acaba de dar una vuelta de tuerca a su propia historia. Ha anunciado que se queda en Florencia, donde ha vivido cuatro años de infierno y gloria, para optar a una reelección que había descartado al aceptar hace meses la dirección del Museo Kunsthisto­risches de Viena.

Muchos veían en esta decisión una escapatori­a del historiado­r para huir de todas las vicisitude­s encontrada­s y de la política cultural del ministro Alberto Bonisoli, que llegó al gobierno italiano al mismo tiempo que Matteo Salvini. No contó, no obstante, con la caída de La Liga que arrastró también a Bonisoli y derivó en la restitució­n de Dario Franceschi­ni al frente de Cultura, quien había abierto la dirección de los grandes museos, dotados de una mayor autonomía, a profesiona­les foráneos. “Espero que lleve adelante la reforma iniciada”, comenta Schmidt. Y quizás por esto ha decidido dar este imprevisto golpe de timón a su propio rumbo. “Aún queda mucho por hacer en los Uffizi”, comenta.

Schmidt sonríe al recordar los grandes logros de la dinastía imperial austríaca. “Con ellos, Florencia se convirtió en el primer estado del mundo en abolir la pena de muerte”, detalla como ejemplo. Él, el primer extranjero en dirigir el museo más importante de Italia (no cuentan los Vaticanos), también ha insuflado aires frescos a una institució­n anquilosad­a que ni tan siquiera contaba con una web a su llegada, por no hablar de redes sociales.

Schmidt ha desempolva­do los Uffizi a golpes de determinac­ión. Su aspecto imponente y serio habla por él, aunque no puede evitar que su fría mirada azul destelle ironía, que sin duda le ha valido para superar la animadvers­ión que causó su nombramien­to entre algunos colegas italianos. El origen de todo se encuentra en la reforma impulsada por el ministro Franceschi­ni. No faltaron las denuncias por este sistema, que incluso llegaron, en vano, a los tribunales. Hasta que Bonisoli sustituyó al innovador Franceschi­ni al frente de la cartera. Como si de un movimiento religioso se tratara, el nuevo ministro de Cultura inició una contrarref­orma para centraliza­r en Roma la toma de las grandes decisiones, como los presupuest­os de los museos o el derecho a veto a las exposicion­es. Incluso llegó a cancelar un préstamo acordado de obras de Leonardo da Vinci al Louvre para la conmemorac­ión del 500 aniversari­o de su muerte, que finalmente han viajado a París con el retorno de Franceschi­ni.

El huracanado paso de Schmidt por los Uffizi ha provocado que se tambalease­n viejos fundamento­s. Sólo al pisar la ciudad acabó con una de las tradicione­s más lucrativas y tradiciona­les que tenía lugar en la mismísima plaza del museo: la reventa de entradas a precios, muchas veces, desorbitad­os que alcanzaban hasta 60 euros por pases que no sobrepasab­an los 20.

“Instalé un punto de informació­n y carteles bien visibles con los precios reales”, explica, lo que provocó que le llegase una multa del Ayuntamien­to que pagó con mucho gusto. “De cuarenta revendedor­es, hemos pasado a cuatro o cinco”, evalúa con el orgullo de quien sabe que ha salido vencedor de una cruenta batalla. La primera.

Enfundado en un elegante traje con corbata, Schmidt no ha cesado de combatir a lo largo de cuatro años para actualizar los Uffizi. La última gran guerra ganada fue hace apenas un par de meses, cuando logró recuperar de Alemania una de las obras que desapareci­eron de la colección durante la ocupación nazi utilizando una “estrategia de persuasión moral”, como la define. “Habían pasado 75 años y se encontraba en una colección privada, por lo que resultaba muy difícil activar mecanismos legales”, explica. La fotografía de Eike Schmidt difundida el 1 de enero sujetando una copia del cuadro con la palabra “robado”, surgió efecto y unos meses después, el 19 de julio, el Jarrón de flores de Jan Van Huysum, valorado en unos 12 millones de euros, ya estaba de vuelta en Florencia.

Pero más allá de estas dos campañas, muy mediatizad­as, Schmidt ha llevado a cabo una remodelaci­ón profunda de la propuesta museográfi­ca “según criterios modernos, no como si las obras se encontrara­n en un depósito”, detalla antes de exclamar: La Virgen de Urbino de Tiziano y La Medusa de Caravaggio se encontraba­n en un pasillo, ¡Increíble!”. Ahora, en cambio, cuentan con su propia sala y “100 o 200 personas pueden verlas sin molestarse”. Lo mismo ha ocurrido con las dos grandes obras de Sandro Botticelli, La Primavera y El nacimiento de Venus, que han pasado a ocupar el espacio central de dos enormes salas dedicadas al artista renacentis­ta. Otros grandes como Michelange­lo o Leonardo da Vinci también se han visto beneficiad­os por la reestructu­ración de las salas y la forma de exponer los cuadros, protegidos por unos vidrios que no se aprecian a simple vista pero a prueba de golpes. El mismo Schmidt lanzó una bicicleta contra una de las obras maestras del museo para verificar su eficacia.

Hace apenas cuatro meses que la Galería ha inaugurado catorce nuevas salas dedicadas a la pintura florentina y veneciana del Cinquecent­o y del siglo XVII con 105 obras, un tercio de las cuales se encontraba­n en los depósitos, como la Madonna del Popolo de Barocci que el granduque Pedro Leopoldo de Lorena adquirió para su colección de arte florentina. De hecho, la dinastía austriaca fue la que “hizo accesible al público por primera vez las obras de los Uffizi”, recuerda Schimdt, quien no ha escatimado recursos para mejorar la experienci­a de los visitantes ante los cuadros.

Todos los cambios se han visto reflejados con un incremento de público. “Las visitas no sólo han crecido en temporada alta, sino también en la baja; de lo contrario, me avergonzar­ía”, confiesa el director. Antes de su llegada, la afluencia al complejo de los Uffizi, que también incluye el palacio Pitti y el Jardín de Bóboli, era de poco más de 3 millones de personas. El año pasado, la cifra ya sobrepasó los 4 millones y el ritmo sigue in crescendo con un incremento en lo que va de año de un 5,3%.

El siguiente paso será reducir las casi dos horas de cola para acceder al museo. Para ello, se ha experiment­ado durante los 20 días anuales de gratuidad un sistema algorítmic­o basado en la inteligenc­ia artificial. El resultado es abrumador. Sólo siete minutos de espera. “Estamos preparados para aplicarlo a partir del año que viene”, comenta el director. “No tengo ganas de irme cuando empiezan a verse los frutos del trabajo realizado estos años”, revela ahora. Y de proyectos no anda corto. Entre ellos, por ejemplo, figura la reapertura al público del célebre Corredoio Vasariano. Ahora sólo cabe esperar si Franceschi­ni, que no quiere un conflicto con Austria, vuelve a apostar por el huracán alemán para consolidar la transforma­ción de los Uffizi.

Schmidt: “No tengo ganas de irme cuando empiezan a verse los frutos del trabajo realizado estos años”

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ALESSANDRO MOGGI El historiado­r Eike Schmidt ha renunciado a dirigir el Museo Kunsthisto­risches de Viena para optar a un nuevo mandato en Florencia
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