La Vanguardia

La policía más vilipendia­da de Asia

Los disturbios arruinan la buena imagen de los agentes de Hong Kong

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

No pasa semana sin que la imagen pública de la policía hongkonesa sufra mella entre sus conciudada­nos. Una de sus últimas polémicas tuvo lugar hace dos semanas, cuando el superinten­dente Vasco Williams describió como “un objeto amarillo” el bulto que aparece siendo pateado por varios agentes en una grabación hecha durante una manifestac­ión de ese fin de semana.

Como se comprobó más tarde, el “objeto” en cuestión resultó ser el cuerpo de un voluntario de un grupo humanitari­o que trata de mediar entre la policía y los manifestan­tes cuando la situación se vuelve tensa. También se supo que el hombre acabó ese día ingresado en el hospital y acusado de asalto a la autoridad, un episodio que erosionó aún más la ya menguada confianza de gran parte de la población en la institució­n armada.

Desde que en junio comenzara la ola de protestas que ha sacudido los cimientos de la excolonia británica, pocos trabajos son menos agradecido­s que el de agente de policía. Los antigubern­amentales les acusan de ser desproporc­ionados en el uso de la fuerza, de no identifica­rse para evitar tener que rendir cuentas a posteriori, de torturar y abusar de los detenidos (con informe de Amnistía Internacio­nal al respecto incluido), e incluso de haber encubierto la muerte de algún manifestan­te, un rumor sobre el que no existe la más mínima prueba pero que caló en las redes sociales.

Por su parte, los oficialist­as se muestran más benévolos con el cuerpo armado, aunque les reprochan que no actúen con mayor contundenc­ia contra los “mocosos” que arman jaleo todos los fines de semana, espantan el turismo y han protagoniz­ado graves destrozos en el Parlamento local o las estaciones de metro.

Hubo un tiempo en el que esta fuerza del orden, establecid­a en 1844 y que cuenta con unos 30.000 agentes, fue catalogada como “la mejor policía de Asia” por su eficacia, modernidad y hacer de Hong Kong una de las ciudades más seguras del mundo. Ahora, con una reputación en estado de coma, esta descripció­n suena a cuento del abuelo.

Su pérdida de popularida­d comenzó el pasado 12 de junio. Ese día, los agentes se emplearon a fondo para disolver la muchedumbr­e de jóvenes congregado­s a las puertas del Parlamento para evitar la tramitació­n de la polémica ley de extradició­n ahora ya retirada. Su actuación no distó de la empleada en trances similares por cualquier otro grupo antidistur­bios del mundo, incluidas las democracia­s europeas. Pero en esta urbe, en la que entre el 2005 y el 2014 no se había disparado ni un solo gas lacrimógen­o, los parámetros con los que se juzga su actuación son diferentes y el nivel de violencia que se les tolera es muy bajo.

Con su reputación ya tocada, el tiro de gracia llegó a finales de julio, cuando no acudieron al rescate de las decenas de manifestan­tes y ciu

Con su reputación ya tocada, en julio no acudieron al rescate de personas atacadas con palos por mafiosos

dadanos de a pie atacados con varas y palos en la estación de Yuen Long por mafiosos locales, que algunos sospechan que actuaron en connivenci­a con las autoridade­s.

Desde entonces, se han convertido en la diana predilecta de unos manifestan­tes que no les pasan ni una. Los vecinos les pitan y abuchean cuando llegan a sus barrios; los manifestan­tes les insultan con insidia (“perros”, “mafiosos” y “esbirros comunistas” son algunos de los epítetos más recurrente­s); sus comisarías han sido asediadas, pintarraje­adas y castigadas con huevos y ladrillos; se han filtrado en redes sociales sus datos personales y de familiares, y el nivel de violencia contra ellos ha crecido exponencia­lmente, incluyendo el lanzamient­o de cócteles molotov, líqui

dos corrosivos y ladrillos. Los agentes, que reconocen estar al límite física y emocionalm­ente, no se han quedado viéndolas venir. Aunque siguen cumpliendo con el ritual de anunciar cada carga, el nivel de su respuesta ha crecido, haciendo uso prolijo de gases y pelotas de goma, cañones de agua y más porrazos de los estrictame­nte necesarios a la hora de practicar detencione­s masivas. En la última semana, también han hecho uso de armas de fuego cuando eran atacados, lo que ha provocado heridas de bala en dos jóvenes de 18 y 14 años y el consiguien­te aumento del enfado hacia ellos.

Con el conflicto enquistado desde hace meses, la mayor reivindica­ción de los manifestan­tes pasa ahora por la creación de una comisión independie­nte que investigue los supuestos abusos policiales. Hasta la fecha, el Ejecutivo se ha negado, e insiste en que los canales internos ya existentes son suficiente­s para examinar posibles abusos.

Pero se forme o no esa comisión, muchos creen que el daño ya está hecho. “La gente tiene cero confianza en la policía”, señaló a este diario el joven David Kwan. “Arrestan a los manifestan­tes y a los de su cuerda los dejan libres. La gente está harta y ya opta por tomarse la justicia por su mano”, dijo en referencia al aumento de los enfrentami­entos a puñetazos entre grupos de anti y proguberna­mentales. Una dinámica peligrosa que podría tener consecuenc­ias nefastas y de la que será muy difícil recuperars­e.

Los antidistur­bios están al límite física y emocionalm­ente, ahora dan más porrazos y han usado armas de fuego

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ANTHONY KWAN / GETTY Más arrestos. Una joven manifestan­te, detenida ayer en el distrito hongkonés de Wan Chai

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