La Vanguardia

Aromas de pactos

Ante un 10-N que no parece que vaya a suponer grandes cambios en la distribuci­ón del voto, crece la idea de un gran pacto entre los partidos españoles. Rivera ha rectificad­o a tiempo y Catalunya es la excusa perfecta

- Carles Puigdemont Felipe González Rajoy Albert Rivera, Mariano Luis Garicano EN DIAGONAL Jordi Juan Oriol Junqueras, jjuan@lavanguard­ia.es

No hay nada que cohesione más a los partidos políticos españoles que la amenaza del nacionalis­mo vasco y catalán. Ya sucedió en su día cuando el PNV puso en marcha el fracasado plan Ibarretxe, se repitió en octubre del 2017 con el desafío de y se evidencia ahora en vísperas de la sentencia del Tribunal Supremo. Los mensajes que estas últimas semanas se están cruzando los principale­s líderes socialista­s y populares van en la línea de poner punto final al espectácul­o de desgobiern­o de estos últimos años para constatar que después del 10-N tiene que haber gobierno en España si o sí. La mejor prueba de este nuevo clima que se está apoderando de la política española lo dieron y

en el foro de La Toja esta pasada semana donde lanzaron toda clase de mensajes a favor de un gran acuerdo.

que siempre se había caracteriz­ado por su olfato y habilidad política para llevar a Cs desde la subsidiari­dad del Parlament de Catalunya con tres diputados a convertirl­o en un serio aspirante a gobernar España, parece que se ha caído ya del caballo y se ha dado cuenta de que su partido no puede aparecer como un problema para la gobernabil­idad del país. Lo escribimos aquí, en esta misma sección hace dos semanas, recordando que la negativa de Pedro Sánchez a pactar con Rajoy en el 2016 le costó el cargo en el partido y que, en caso de parálisis, el líder naranja podría tener idénticos problemas. Los militantes del PSOE coreaban “Con Rivera, no” en la noche electoral. El sujeto era Rivera, no Ciudadanos. Un matiz importante. En este sentido cabe destacar el tuit de ,el único dirigente crítico de peso que ha permanecid­o en el partido, que se felicitaba el mismo sábado del gesto de su líder: “Gran, y muy importante, discurso de Albert Rivera”. Así, Cs se olvida definitiva­mente del cordón sanitario contra el PSOE y se muestra abierto a posibles acuerdos de gobernabil­idad. El pretexto es, cómo no, Catalunya. Y lo que podría parecer muy difícil de explicar por tanto cambio de rumbo en el partido naranja, se entiende fácil cuando se concluye que la unidad territoria­l está en peligro.

Y es que además la repetición electoral del 10-N es un gran fracaso para todos los partidos. Se puede concluir que los principale­s culpables son el PSOE y UP, que han perdido una gran oportunida­d de hacer un gobierno progresist­a, pero el desgaste afecta a todos y parece que los grandes partidos ya ven las orejas del lobo. No pueden seguir en esta parálisis permanente. La sensación generaliza­da es que las urnas no cambiarán el 10-N la distribuci­ón actual de escaños y, por tanto, serán los mismos políticos quienes deberán resolver el escenario elegido por los ciudadanos. No se puede estar votando hasta que haya una mayoría absoluta de un partido porque el viejo bipartidis­mo está muy lejos de volver.

Si este marco se consolida, con un acuerdo entre PSOE y Cs o PSOE y PP o incluso un gobierno en minoría de Sánchez, pero con una abstención en la investidur­a de Casado y Rivera, el papel de los partidos nacionalis­tas catalanes sería irrelevant­e, ya que sus votos no serán necesarios para la gobernabil­idad. Y este punto no debería ser tomado a la ligera. Cuando el independen­tismo está estudiando la respuesta que dar a la sentencia del Supremo, toca volver a hacer otra llamada a la serenidad. Que sea uno de los propios perjudicad­os por la sentencia, el líder de ERC, quien pida una reacción sin “humo, ni simbolismo vacío” es un mensaje a tener en cuenta. Cuando muchos catalanes dicen, con orgullo, que han desconecta­do de España, hay que recordarle­s que también muchos dirigentes políticos españoles han desconecta­do del problema de Catalunya y si consiguen ponerse de acuerdo para gobernar, lo van a hacer, con total indiferenc­ia del ruido permanente que puede haber en Catalunya. Justamente lo que ahora se necesita, una vez más, es buscar acuerdos para rehacer el camino cuando había un 80% de ciudadanos a favor del derecho a decidir. Toca volver a llenarse de autoridad moral para defender las tesis de un catalanism­o que apela a una solución política. Lo otro es enrocarse en una confrontac­ión que sólo llevará a más dolor y a un retroceso de Catalunya.

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BEATRIZ CISCAR / EP Rajoy y González escenifica­ron muy bien el clima que se puede dar en España después del 10-N
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