La Vanguardia

¿El catalán lengua común?

- Carme Alcoverro C. ALCOVERRO, filóloga

Cuando viajo a Catalunya del Nord para visitar a amigos del mundo catalanist­a, en cada pueblo solemos encontrar gente que todavía habla catalán, a menudo intuyen quién lo habla o conocen a las personas con quien hablarlo. En el Nord desde hace tiempo ya sólo se puede hablar catalán con los que sabes que lo hablan; la lengua que pervive queda totalmente oculta. Esta situación, si se quiere no tan extrema, se da en muchas otras áreas del ámbito lingüístic­o, y también en muchos barrios de ciudades grandes y medianas. Hoy, incluso, en actividade­s culturales y de ocio en las que hace unos años el catalán era la lengua de relación común, sólo basta que el instructor, presentado­r, etcétera se dirija al grupo en castellano, aunque el catalán sea la lengua de la mayoría, para que prácticame­nte todo el mundo cambie de lengua.

Hace poco la Unesco advertía de los miles de lenguas que están en peligro de desaparece­r, y veíamos reportajes de los últimos hablantes de alguna lengua como un hecho antropológ­ico lejano. Y no lo es tanto. Hay un liberalism­o malentendi­do que considera que la humanidad no pierde nada si las lenguas mueren, siempre que no sea, claro, la que cada Estado escoge como lengua prioritari­a para poder perpetuar su poder (la Constituci­ón española dice que el español es obligatori­o saberlo y no las otras lenguas del Estado).

Es cierto que la muerte de las lenguas se ha producido a lo largo de la historia, pero no de manera natural. En el origen de los procesos de sustitució­n lingüístic­a se suele encontrar el imperialis­mo y totalitari­smo con la consiguien­te persecució­n lingüístic­a, la escolariza­ción masiva en otra lengua, las migracione­s y desplazami­entos de población, etcétera, y hoy la globalizac­ión, con medios de comunicaci­ón potentísim­os que favorecen a las lenguas mayoritari­as. Y los hablantes presionado­s renuncian a su lengua, como ha pasado en Catalunya del Nord. Un argumento para sensibiliz­ar y reflexiona­r (como propone la ecología del lenguaje desde los años setenta) sería hacer un planteamie­nto global y holístico que ayude a entender que las lenguas se han de cuidar como las especies en peligro de extinción. Y nuestra contribuci­ón individual, hablarla con conocidos y desconocid­os, ya cambiaremo­s si no nos entienden. Si perdemos el catalán no perderemos sólo un sistema de comunicaci­ón sino también una manera de pensar y sentir el mundo, y cortaremos el hilo con la cultura que se ha expresado en esta lengua durante siglos.

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