Un largo viaje, muchos controles
La orangutana Sandra viajó el día 25 de septiembre hasta Dallas en una caja especial acondicionada en la bodega del avión mientras entre la tripulación se encontraba un veterinario y un cuidador que estuvieron atentos a cualquier incidencia. El vuelo hasta el aeropuerto de Dallas duró 11 horas y no hubo escalas. Luego, fue transportada en un camión expresamente preparado, con control de oxígeno y temperatura, hasta el Zoo Sedgwick County en Kansas. Allí pasará 33 días y será supervisado su estado de salud para evitar posibles contagios. El viaje culminará en el Centro para los Grandes Simios de Wauchula (Florida) donde residen otros 21 orangutanes rescatados de circos y la industria del entretenimiento. Pero todo este periplo ha sido una carretera de obstáculos, pues las autoridades de Estado Unidos exigieron multitud de estudios previos para permitir su entrada. Las autoridades argentinas debieron enseñar una batería de “papeles” de Sandra: examen físico completo, fotos dentales, control de peso, pruebas para descartar hepatitis A, B y C, prueba de diagnóstico de tuberculosis y un larguísimo etcétera. El costes del traslado , incluyendo los viajes y el acondicionamiento del recinto de Florida, se ha cifrado en 85.000 euros. Según explicaron fuentes del gobierno porteño, se acordó un pago para cubrir los gastos relacionados a la llegada de Sandra, como el acondicionamiento del recinto y personal. Pero matizaron que no se pagarán gastos de alojamiento, ya que Sandra dejará de pertenecer al Ecoparque porteño y pasará a ser patrimonio de la reserva de Florida. Cuando se ordenó la liberación de Sandra en el año 2014, diversos grupos de defensa de los animales interpretaron que el fallo abría un camino para que los grandes simios enclaustrados pudieran recobrar su libertad . En España, el Proyecto Gran Simio han venido presionando a los gobiernos para que promuevan una ley para defender a los grandes primates. Los derechos básicos que se piden son “que no se les mate sin necesidad, que no se les torture y que no se les prive de libertad, es decir, que no se les encierre”, solía repetir el fallecido filósofojesúsmosterín.