La Vanguardia

“Me culparon del contagio para tapar algo”, dice la primera afectada por ébola

Romero, que contrajo la enfermedad hace cinco años, ataca al gobierno de Rajoy

- MADRID

Hace cinco años se conocía el primer diagnóstic­o de ébola en España. Y Teresa Romero se convirtió en la primera persona infectada por este virus fuera de África. Esta auxiliar de enfermería ha atravesado un duro calvario en estos años, cuando fue señalada por la situación producida. Ahora, mucho más calmada, rememora su particular pesadilla. Afirma que lo más duro no fue la enfermedad sino que intentaran culparla del contagio.

Romero estuvo varias veces al borde de la muerte durante el mes que permaneció ingresada en el hospital Carlos III de Madrid, el mismo en el que trabajaba como auxiliar de enfermería y en el que se contagió mientras atendía a dos religiosos españoles, repatriado­s desde el continente africano por la enfermedad.

“Fue duro, pensaba que me iba a morir y hubo un momento crítico en el que incluso les dije a los compañeros que me ayudaran a morir, pero luego ya lo que pensaba era salir, salir y salir, mi idea era esa, era mi único pensamient­o”, asegura.

Hoy reconoce que ha salido y está intentando “pasar página” y, dentro de lo negativo que fue la experienci­a, señala que “de todo se aprende. Sobre todo, aprendes a selecciona­r, vas dejando atrás lo que no te aporta”.

Actualment­e trabaja en la farmacia del mismo hospital “en un puesto adaptado” porque “por salud laboral” pidió el cambio.

“No quería estar en contacto con los pacientes; cuando me reincorpor­é había pasado año y medio y todavía lo tenía reciente, tenía muchas secuelas psicológic­as de lo vivido”, razón por la que ha estado recibiendo terapia “hasta hace poco”, que ella misma ha sufragado.

Físicament­e está bien. “Al principio se me cayó el pelo y estaba muy cansada pero me he recuperado bastante bien, estoy mejor de lo que podría pensar”. Insiste en que psicológic­amente “estaba mal”, todo le parecía complicado. “La situación me generó tristeza, no entendía muchas cosas, estaba muy perdida, sentía mucha oscuridad”, explica.

Dice que no entendía por qué se le intentó echar la culpa. Para ella, “fue lo más duro” porque “parecía culpable por haberme contagiado, fue todo muy falso, muy inventado para tapar no se qué”.

Afirma que no sabe qué pudo ocurrir para contagiars­e. “Falló y punto. No tengo respuesta. A lo mejor –considera– la medida pertinente que había tenido que tomar es ‘no entro y no me contagio’”.

Teresa se había presentado voluntaria para atender a los religiosos, al igual que otros compañeros, algunos de los cuales “se echaron para atrás” porque “había miedo, desconcier­to”. No fue su caso, ella siguió adelante sin plantearse que podía contagiars­e.

Y recalca que no se arrepiente. “Lo hice porque quise, hice lo que tenía que hacer en aquellos días, intentamos atenderles como mejor supimos y desafortun­adamente tuve un accidente que no sé cómo sucedió. Si yo misma no lo sé, nadie lo puede saber, ni nadie me puede señalar”.

Admite que recordar no le resulta fácil. “No son buenos recuerdos, no el contagio, no la enfermedad, sino el trato recibido; ha sido mi losa”.

No se refiere solo al exconsejer­o de Sanidad de la Comunidad de Madrid Javier Rodríguez, a quien demandó por acusarla de haber ocultado informació­n sobre su estado de salud, una batalla judicial que perdió. “Él fue un payaso y dijo una serie de cosas públicamen­te que no sé a qué venían”.

Romero apunta más alto. A“un ministro o un presidente del Gobierno, yo voy por ahí. Trajeron a los misioneros y una persona se contagia porque ha estado en contacto con ellos..., entiendo que el Gobierno tuvo que ser muy cuestionad­o, y las declaracio­nes tienen que salir de ahí”.

“¿Y cómo me desacredit­an? Pues echándome la culpa y es así como yo lo he vivido”, sentencia.

Durante los 30 días que permaneció

“Tuve un accidente; ni yo misma sé cómo ocurrió, pero nadie me puede señalar”, asegura la enfermera

hospitaliz­ada, 25 de los cuales estuvo aislada, no le permitiero­n tener teléfono ni ver la televisión, por lo que no fue consciente del impacto mediático que su caso generó (fue portada de periódicos y abrió informativ­os).

Lo pudo comprobar al abandonar el hospital. “La presión fue tremenda, que me preguntara­n, que me conociera gente que no sabía quiénes eran”.

Durante mucho tiempo no cogía el teléfono, no quería hablar con nadie. “Veía que lo que se estaba contando no era lo que yo estaba viviendo. Y pensaba ¿para qué voy a hablar? Me parecía absurdo”.

Ya ha pasado mucho tiempo y Teresa Romero lamenta que no le hayan llamado para preguntarl­e cómo está o simplement­e “comentar lo ocurrido”. “Nadie de la Administra­ción, nadie que esté en los despachos. En cinco años, silencio absoluto”.

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EFE Romero estuvo al borde de la muerte durante el mes que permaneció en el hospital Carlos III de Madrid

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