Dignidad y compromiso
CARLES GUINOVART RUBIELLA (1941- 2019) Profesor y compositor
Muchos podrían escribir estas palabras de despedida al compositor Carles Guinovart, que nos ha dejado el pasado día 1. Músicos de su generación en activo que han compartido momentos importantes de sus carreras, tanto en el mundo de la interpretación como en el de la composición, porque Carles Guinovart ha participado de la cotidianeidad de nuestra vida cultural hasta hace apenas pocos días.
Un espíritu delicado, sencillo, inquieto; buen observador de la vida musical. Cosa no muy frecuente, se le veía acudir, interesado, a actos musicales diversos, alejado del reconocimiento. Hace muchos años que su obra no ocupaba los atriles de la OBC. Lo cierto es que hay vidas que se nos van de entre las manos y de las que echamos de menos haber conocido y apreciado mucho más, porque son los escalones que nos han permitido llegar a hoy. Deberíamos hacer un ejercicio por valorar –en vida, aunque sea para conocimiento de estudiantes o jóvenes músicos que comienzan sus carreras– a muchos grandes músicos que hoy nos acompañan. Cuánto hubiésemos aprendido si hubiésemos podido sistematizar el conocimiento en torno a Montsalvatge, Padrós, Benguerel, Guinjoan…
Pianista de formación, Carles Guinovart ha tratado en la composición diversos géneros, y dedicó obras a la guitarra, al piano, a la orquesta. Ya en 1971 el Festival Internacional de Música de Barcelona programó su obra. Cercano al mundo de la interpretación, su relación con el Quartet Tarragó hizo que la guitarra estuviese muy presente en su catálogo. Su estética no asumía dogmas, su trabajo fue reflexivo y comprometido con la expresión y con su tiempo.
Carles Guinovart fue un gran profesional de la música, un hombre que dedicó su vida a esta vocación alternando la enseñanza con la composición con una ética y seriedad envidiables. Esta actividad docente como profesor de armonía y contrapunto en el Conservatori Municipal de Música de Barcelona le ha puesto en contacto con varias generaciones de músicos, y su actividad como compositor le ha hecho partícipe de una generación que supo remontar las dificultades de la posguerra construyendo un envidiable edificio artístico que está en la base de lo que hoy tenemos.
Aunque algo más joven, participó de la rica trayectoria de Guinjoan, de Benguerel, de Josep Soler, en aquellos proyectos ilusionantes de los años sesenta y setenta, y en esta década tomó contacto con las vanguardias europeas en el mítico ambiente de Darmstadt, aunque su sensibilidad le llevó hacia París para encontrar la orientación en Olivier Messiaen, el gran faro de su tiempo.
Su compromiso con la creación musical y con la enseñanza le llevaron a impulsar diversas iniciativas dentro y fuera de la geografía catalana –fue incluso profesor durante algunos años en el Musikene del País Vasco– y con un marcado interés en explicar este difícil métier a los jóvenes estudiantes, y hasta por hacer llegar la nueva música a los más pequeños. La Associació Catalana de Compositors le cuenta entre sus fundadores. Un ejemplo de compromiso, trabajo y dignidad profesional y artística.
Un espíritu delicado, sencillo, inquieto, su estética no asumía dogmas, su trabajo fue reflexivo