Memorias de un sociólogo catalán
Joan Estruch, profesor de la UAB, repasa su vida y su obra en ‘Crec recordar’
No figura entre los popes intelectuales del país a pesar de su currículum. Pero Joan Estruch (Barcelona, 1943) es pionero en la sociología de la religión en Catalunya, ha elaborado el primer mapa de las religiones, fue uno de los impulsores de la facultad de Sociología en la UAB, ha trabajado en primera línea en favor del ecumenismo, ha sido un traductor escrupuloso de pensadores clásicos y ha hecho investigaciones de referencia como la de los suicidios en Menorca, la ética del Opus Dei o el monacato femenino.
De todo eso habla ahora en un volumen de memorias donde es fiel a su discreción, incluso en el título: Crec recordar (Fragmenta Editorial). Un libro casi cronológico, donde repasa desde los inicios en una familia protestante y el Liceu francés de Barcelona hasta su paso por la Universidad Católica de Lovaina y la UAB, donde permaneció hasta su jubilación en el 2013. Como afirma en el prólogo, sigue el modelo de los intellectual portraits, combinando biografía con referencias a su obra de investigación. Y lo hace con todas las prevenciones, recordando que existe una memoria olvidada y otra inventada que convierten el pasado en “móvil y maleable”.
Estruch se define como un hombre de orden que va contra corriente. Lo ha sido en el ámbito religioso, pasando en silencio de un protestantismo cerrado al catolicismo, para acabar siendo una de las voces más críticas en el concilio Tarraconense. Lo ha sido en la sociología, muy alejado de las capillitas (es destacable su crítica a las encuestas de opinión). Lo ha sido en el mundo universitario, disgustado con la burocratización y el sistema de oposiciones. Su diagnóstico es pesimista. “Los pedagogos se han apoderado de la universidad (...) Nos empezaron a obligar a llenar unos larguísimos dossiers denominados guías docentes, en los que había que detallar muchas competencias a alcanzar, resultados, actividades formativas y créditos, todo bien acompañado de cronogramas y más baratijas”. Y todo, señala, para reprobar la clase magistral, el seminario y los exámenes, “palabra tabú”. En este capítulo, Estruch se suelta, y llega a decir que el paso siguiente será que los estudiantes hagan plastilina a clase. “Esta creciente infantilización de la universidad es un hecho gravísimo que parece pasar desapercibido”, concluye.
Estruch, alejado del activismo político,confiesa que le habría gustado votar a Olof Palme.