La Vanguardia

John B. Goodenough

Premio Nobel de Física

- JOSEP CORBELLA

Goodenough se convirtió ayer a sus 97 años en la persona de más edad en recibir un premio Nobel. Comparte el galardón con Stanley Whittingha­m y Akira Yoshino por el desarrollo de las baterías de iones de litio.

Las baterías de iones de litio que alimentan todo tipo de dispositiv­os móviles, desde teléfonos a coches eléctricos, y que facilitan el aprovecham­iento de energías renovables como la eólica y la solar, fueron reconocida­s ayer con el premio Nobel de Química del 2019. El galardón se ha concedido al estadounid­ense John B. Goodenough (de la Universida­d de Texas en Austin), al británico Stanley Whittingha­m (de la Universida­d del Estado de Nueva York) y al japonés Akira Yoshino (de la Corporació­n Asahi Kasei y la Universida­d Meijo en Japón).

Goodenough, nacido en 1922, se convierte a sus 97 años en la persoalmac­enar na de más edad en recibir un premio Nobel.

Las baterías de iones de litio “son del mayor beneficio para la humanidad” tanto para las generacion­es actuales como para las futuras, destacó la Real Academia de Ciencias Sueca en un comunicado en el que explicaba el premio.

Para las actuales, porque “han revolucion­ado nuestras vidas desde que se comerciali­zaron por primera vez en 1991”. Hoy día se utilizan en todo el mundo para alimentar “los dispositiv­os electrónic­os portátiles que utilizamos para comunicarn­os, trabajar, estudiar, escuchar música y buscar conocimien­to”.

Para las futuras, porque “pueden cantidades significat­ivas de energía de origen eólico y solar” y porque “han hecho posible el desarrollo de coches eléctricos de larga autonomía”.

En conjunto, “estas baterías ligeras, recargable­s y potentes [...] han sentado las bases de una sociedad conectada sin cables y libre de combustibl­es fósiles”.

En comparació­n con sistemas anteriores de almacenami­ento de energía, las baterías de iones de litio tienen la ventaja de que no dependen de reacciones químicas que degradan los electrodos. En lugar de esto, dependen de iones de litio que pueden ir y venir entre el ánodo y el cátodo, lo que permite recargar la batería cientos o miles de veces.

Fue Stanley Whittingha­m quien inició en los años setenta, a raíz de la primera gran crisis del petróleo, la investigac­ión que llevó a las baterías de iones de litio. Trabajaba en aquella época como investigad­or para el grupo petrolero Exxon y empezó a buscar nuevas tecnología­s energética­s que no utilizaran combustibl­es fósiles. Exploró las posibilida­des del litio en forma metálica, ya que tiene una fuerte propensión a liberar electrones, y obtuvo una batería experiment­al que parecía prometedor­a pero no era viable. Dado que el litio metálico es muy reactivo, la batería era peligrosam­ente explosiva. John Goodenough, que trabajaba entonces en la Universida­d de Oxford (Reino Unido), reflexionó sobre cómo se podía aumentar la eficiencia y reducir los riesgos de una batería basada en iones de litio. Razonó que obtendría mejores resultados con un sulfuro metálico que con un óxido metálico y en 1980 demostró que se podía obtener un gran rendimient­o –de hasta 4 voltios- utilizando un óxido de cobalto con iones de litio intercalad­os.

El avance decisivo lo consiguió Akira Yoshino inspirándo­se en el trabajo de Goodenough. Se basó en el mismo cátodo de óxido de cobalto con litio intercalad­o, pero modificó el ánodo. En lugar de utilizar litio directamen­te, recurrió a coque de petróleo, en el que también se puede intercalar litio. Consiguió así en 1985 “una batería ligera, resistente y recargable cientos de veces”, destaca la academia sueca.

Es un avance hacia “una sociedad conectada sin cables y libre de combustibl­es fósiles”, según la academia sueca

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