La Vanguardia

“Estamos en pánico, la gente ya no sabe dónde ir”, denuncia la población

- CATALINA GÓMEZ Teherán. Servicio especial

“Estamos en pánico, pero hemos decidido quedarnos en Kobane”, contaba ayer a través del teléfono Destan, un kurdo de 28 años que vio su vida transforma­da desde el 2013, cuando una gran parte de la población que habita el noreste de Siria se sintió amenazada por el avance de diferentes grupos, primero algunas facciones del Ejército Libre de Siria y Al Nusra y después las fuerzas del Estado Islámico.

“Ya hemos sufrido mucho, creíamos que todo había terminado y ahora nos toca vivir esto de nuevo”, confesaba este joven que había encontrado trabajo en la población de Ras Al Ain, donde ayer el ejército turco lanzó fuertes ataques tanto aéreos como de artillería. En las imágenes que llegaban desde el lugar se podía ver a la población abandonand­o nuevamente la ciudad con los pocos enseres que podían cargar en sus coches.

Esta población ya había quedado desierta en el 2013, cuando se convirtió en el frente de batalla. “Lo que la gente olvida es que los kurdos no son los únicos habitantes de esta zona. Aquí vivimos árabes, asirios y turcomanos, y la gente ya no sabe a dónde ir, no sabe qué va a pasar con ellos y ni qué será de su futuro”, explicaba ayer por teléfono, antes del comienzo de la ofensiva, Nisrin Abdullah, comandante y portavoz del YPJ, la versión femenina de la facción kurda del YPG.

Nasrin recordaba que uno de los grandes temores de la población es que se repita lo sucedido en la población kurda de Afrin, provincia de Alepo, que dos años atrás vivió una situación similar. Las fuerzas turcas, con ayuda de grupos rebeldes cercanos a Ankara, tomaron el control de esa región: provocaron el desplazami­ento de más de 100.000 personas y se les acusa de cometer decenas de atropellos que incluían desaparici­ones y asesinatos.

“Todos sabemos que buscan un cambio de población y por eso buscan traer a esta región al menos dos millones de refugiados sirios”, dice Nisrin, que recuerda que las SDF habían puesto más de 11.000 muertos en la lucha contra el Estado Islámico. “Y ahora la respuesta es esta”, precisaba la comandante, que presagiaba que esta guerra podría ser muy larga.

Dijwan, uno de tantos jóvenes kurdos que presta servicio militar en el YPG –como imponen las reglas impuestas por esta organizaci­ón–, aseguraba desde una de las posiciones a lo largo de la frontera que no había otra opción que pelear contra las fuerzas turcas, sus grupos aliados y el Estado Islámico.

“Esto es una revancha. No quieren acabar con un grupo, quieren acabar con todos los kurdos”, aseguró este hombre de 25 años que cree que, si Ee.uu.logra concertar una zona libre de aviación, las fuerzas terrestres turcas no podrán pasar a Siria.

“Pero todo es muy confuso”, escribió varias veces a través de mensajes en los que repetía los mismos clamores que una docena de personas más consultada­s a través de aplicacion­es móviles. “Tenemos miedo, no sabemos qué hacer”, repetían desde varias regiones del noreste de Siria, incluidas Qamishlo y Derek, que también fueron atacadas en la tarde de ayer.

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AWAKENING / GETTY Nisrin Abdullah

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