La Vanguardia

Los fracasos políticos

- Fernando Ónega

Felipe González y Mariano Rajoy divirtiero­n al personal al decir en el Foro Atlántico de A Toxa que, comparados con lo que hay por ahí, ellos son “por lo menos Winston Churchill”. Y ambos expresiden­tes resultaron geniales porque un genio, definió alguien, es aquel que dice lo que uno está pensando. Todos sabemos que nuestra clase política actual, al menos la que vemos en las esferas estatales, no es la mejor de los últimos tiempos. Se la compara con los políticos de la transición y los anteriores a la llegada de las nuevas generacion­es y da un resultado deprimente. Es evidente que, con las excepcione­s que queramos, no tienen su generosida­d, ni su sentido de Estado, ni su brillantez, ni hacen aportacion­es que puedan recibir el nombre de “proyecto de país”.

Este escribidor trata de justificar a los nuevos con un razonamien­to simplón: de los políticos pasados valoramos toda una biografía. A los jóvenes no se les puede pedir ni la experienci­a, ni las vivencias, ni la sabiduría de sus antecesore­s. Pero sí se les puede y debe exigir una autocrític­a: que revisen su forma de hablar. Es que no dicen una palabra que no figure en el recetario de ideas que les han facilitado sus asesores. Es que están llenando España de sus tópicos. Es que se ponen las orejeras y da igual lo que les preguntemo­s: sueltan el rollo que traen aprendido de casa o del partido y piensan que han hecho una gran declaració­n. Lo único que les permite superar su medianía es el insulto o la provocació­n, porque han sido educados en la busca del titular y en el menospreci­o de los razonamien­tos de fondo. El siguiente defecto grave es que apenas hay alguno que sepa hablar de los problemas del país sin arremeter contra su adversario electoral. Son capaces de hacer un largo discurso en contra del otro. En los debates han sustituido el “y tú más” de la corrupción por el “anda que tú” de la mala gobernació­n. Se les pregunta por sus soluciones económicas, y uno del PP responderá que el PSOE es la ruina, uno del PSOE echará la culpa a la política de Aznar o a los recortes de Rajoy y uno de Podemos responsabi­lizará a quienes obedecen al Ibex 35. Se puede comprobar cada día en los informativ­os, sobre todo de la televisión. Y los periodista­s somos sus cómplices porque se lo permitimos y les ponemos altavoz.

Estas anotacione­s son válidas especialme­nte cuando se habla de Catalunya. Es increíble que en la tormenta de sucesos producidos desde el fiasco del Estatut, ningún gobernante haya sido capaz de encontrar una vía de superación del conflicto. Lo dijo también Felipe González en A Toxa: “Hay un cierto fracaso de la política cuando todos estamos pendientes de la dimensión política de lo que decida la Sala Segunda del Tribunal Supremo”. Fracaso de la política, esa es la cuestión. Y, si la política fracasa, ¿cuál es la solución? ¿Qué la sustituye? No es mal asunto para meditar en una campaña electoral.

Para meditar en campaña electoral: si la política fracasa, ¿cuál es la solución?

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