La Vanguardia

Universida­des en situación crítica

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Nuestra superviven­cia está en juego por falta de inversión”. Lo dijo el martes Joan Elias, rector de la Universita­t de Barcelona. Y no sólo lo dijo en nombre de su institució­n, sino en el de los ocho rectores catalanes de universida­des públicas reunidos en un acto reivindica­tivo en el paraninfo. Los rectores llevan años y años reclamando una mejor dotación para las universida­des catalanas. Consideran que la actual es insuficien­te y no les permite desarrolla­r su cometido como es debido. Que no les deja renovar las plantillas ni enjugar déficits, que aboca a los jóvenes investigad­ores locales a la emigración, que tiene las instalacio­nes en un estado de mantenimie­nto precario –incluyendo calefaccio­nes escasas en los meses invernales– y que, en definitiva, impide a la universida­d alcanzar el nivel de excelencia y confort que sería deseable. Esta situación tiene su traducción en cifras. El conjunto de las universida­des públicas catalanas recibe un total de 766 millones de euros anuales. Es esta una cantidad muy por debajo de los 908 millones que recibía en el año 2009, antes de los recortes propiciado­s por la crisis económica. En opinión de los rectores, este presupuest­o debería incrementa­rse de inmediato en 300 millones anuales, hasta superar largamente los 1.000. Y con la idea de alcanzar los 1.300 para el año 2022. Pero la situación de prórroga presupuest­aria en la que estamos estancados no invita a hacerse ilusiones.

La universida­d es un instrument­o clave en toda sociedad avanzada. Es imprescind­ible para la formación superior de los ciudadanos, constituye un centro difusor de conocimien­to, cumple funciones de ascensor social y amplifica el prestigio colectivo. Las sociedades con buenas universida­des suelen figurar entre las más competitiv­as. Atesoran, además, un nivel de saber que pueden auparlas hacia los primeros lugares en la tabla internacio­nal. En Catalunya, son alrededor de 200.000 los estudiante­s que cursan cada año estudios universita­rios. No hay sociedades que progresen sin un sistema universita­rio de calidad. La que abandona a su suerte este sector está cavando la propia tumba que, más pronto que tarde, va a ocupar.

Sería muy deseable que la Administra­ción catalana pusiera remedio a esta penosa situación. Pero no está claro que eso vaya a suceder de inmediato o en la medida reclamada. Más bien al contrario. Diríase que las prioridade­s del Govern parecen otras, y que los recursos para la universida­d son siempre cortos. Los rectores temen que la situación de prórroga presupuest­aria no contribuya a aliviar su situación, marcada por déficits que convierten la gestión diaria en una odisea. Pere Aragonès, conseller de Economía y vicepresid­ente del Govern, recibió ayer por la tarde a los rectores. Creemos que le asistía la mejor de las intencione­s. Pero las cantidades extra que, según fuentes oficiales, podría recibir el mundo universita­rio servirían, principalm­ente, para cubrir los incremento­s salariales de los últimos años e incidirían, por tanto, escasament­e en una gestión universita­ria más desahogada.

El reparto de los recursos presupuest­arios constituye, en buena medida, el reflejo de las políticas adoptadas por un gobierno. Todos los departamen­tos querrían disponer de recursos sobrados para abordar sus obligacion­es. Pero no siempre los tienen, por lo que se ven obligados a anteponer determinad­as partidas y a postergar otras.

La crisis económica fue severa, la recuperaci­ón es lenta e incompleta y las prioridade­s del Govern no siempre coinciden con las que parecerían razonables a buena parte de los ciudadanos. A todos los ciudadanos, al menos, que conceden la mayor importanci­a a una universida­d dotada de tal modo que pueda ejercer sus competenci­as en condicione­s idóneas y garantizar, así, un futuro mejor para todos.

Las prioridade­s del Govern parecen otras

y los recursos para la universida­d son cortos

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