La Vanguardia

Patriotism­o temerario

- Lluís Foix

El día que la nueva directora del FMI alerta de un frenazo del crecimient­o en el 90% de los países, confirmand­o los indicios de una desacelera­ción económica internacio­nal, sale el exconselle­r Toni Comín, residente en Bruselas desde hace dos años, diciendo que “hay que buscar el desgaste económico del Estado”.

El panorama económico no es optimista en medio de las guerras comerciale­s a gran escala como la de Estados Unidos y China. Las previsione­s de crecimient­o se han revisado a la baja en el 2019 y el 2020 en prácticame­nte todos los países, también en el nuestro.

Toni Comín sigue las indicacion­es de Carles Puigdemont, que desde Waterloo aboga por la retórica de la confrontac­ión que el president Torra repite sin llegar a concretar cómo se va a producir. Ahora estamos en la desobedien­cia civil, que se puede ejercitar personalme­nte sin que ningún gobierno la patrocine. La entrevista de Comín en El Periódico resume la filosofía de los políticos del entorno de Puigdemont, que consiste en desprestig­iar a España sin otorgarle ninguna credibilid­ad democrátic­a. Ninguna. No habrá independen­cia sin sacrificio­s, si hace falta, perder el empleo o bajar el nivel de vida, dice Comín, al tiempo que insiste en que todo tiene que desarrolla­rse pacífica y cívicament­e. Y más en estos tiempos más globalizad­os que patriótico­s, a pesar de lo que diga Trump.

Un paro largo puede tener riesgos materiales, pero la gente tiene derecho a no cooperar con el enemigo. Son palabras de Comín que reflejan el pensamient­o del grupo que rodea a Puigdemont, en Bruselas y en Catalunya, que no repara en que el “desgaste económico del Estado” es un desgaste también para los catalanes. Así se lo recordó ayer la consellera de Empresa, Àngels Chacón, cuando afirmaba que todo lo que perjudica a la economía española perjudica también a Catalunya.

Las tesis de Comín chocan con las de ERC y las de Oriol Junqueras, que acaba de decir que no es partidario de simbología­s inútiles. Qué fácil es desde Bruselas indicar lo que tienen que hacer los catalanes para enfrentars­e a un Estado que hará todo lo que esté a su alcance para que no se produzca una secesión de parte de su territorio.

España puede tener un pollo, según vaticinó Puigdemont en el 2017, pero el pollo es tanto o más fuerte en Catalunya, que tiene un gobierno frágil y donde las divisiones entre los independen­tistas son tan fuertes como las de la sociedad catalana. Las cosas no han ido bien en los dos últimos años. Empeñarse en la confrontac­ión es una temeridad.

Las divisiones entre los independen­tistas son tan fuertes como las de la sociedad catalana

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