Trump desdeña la importancia de la alianza de EE.UU. con los kurdos
“No nos ayudaron en Normandía”, dice el presidente, y apoya sancionar a Turquía
Republicanos y demócratas han criticado por igual, como nada menos que “una traición” contra los kurdos, la decisión del presidente Donald Trump de dejar paso a Turquía en el norte de Siria. Ni los nombró en el anuncio oficial de la retirada de las tropas, una decisión que dejaba a su suerte a quien ha sido un aliado clave en la lucha contra el grupo terrorista Estado Islámico.
A raíz del aluvión de críticas recibidas, Trump dijo que les tenía aprecio, que eran “gente muy especial”. Pero, sentimientos aparte, su conclusión es que la alianza de Estados Unidos con los kurdos no era para tanto. “A ver, hay que entender que están luchando por su tierra”, dijo el presidente anteayer en declaraciones a la prensa en la Casa Blanca. Y, basándose en un artículo que había leído, añadió: “No nos ayudaron en la Segunda Guerra Mundial, no nos ayudaron en Normandía, por ejemplo...”. “Nos hemos gastado mucho dinero en darles munición y armas”, recalcó, exactamente dos años después de que él mismo asumiera el riesgo de enfadar a Turquía y decidiera dar armas a los kurdos para acelerar los avances contra el Estado Islámico.
La invasión turca del norte de Siria ha hecho pasar a un segundo plano la lucha contra el grupo terrorista, que –de acuerdo con un informe del Pentágono publicado en agosto– a pesar del mucho terreno retrocedido en los últimos años, vuelve a cobrar fuerza. Trump no comparte las críticas de sus aliados republicanos ni de los demócratas sobre la pésima señal que Washington envía al mundo desentendiéndose de esta manera de un aliado. Es más, está convencido de que para Washington sería “fácil” encontrar nuevos aliados si los kurdos abandonan definitivamente su lucha en Siria contra el grupo terrorista, surgido de la evolución de Al Qaeda en Irak tras la invasión de Estados Unidos.
A pesar de que fue él mismo quien, tácitamente, dio luz verde a la invasión turca del norte de Siria, donde Ankara pretende instalar a tres millones de refugiados, el presidente norteamericano se lava las manos y asegura que Estados Unidos no apoya la operación. La considera “una mala idea” y así se lo dijo al presidente Recep Tayyip Erdogan en su llamada telefónica del pasado domingo, tras la que cedió a las presiones turcas y optó por hacer de una vez por todas lo que había intentado hacer en dos ocasiones, sacar las tropas de Siria.
La Casa Blanca apoya ahora castigar a Turquía si se excede en su ofensiva, aunque esta posibilidad no estaba en sus cálculos iniciales. El Partido Republicano, sin embargo, se ha aliado con los demócratas para preparar una propuesta de sanciones contra Ankara que incluyen la congelación de activos, restricciones de visados, la prohibición de venta de ciertos artículos al ejército turco y limitaciones a las actividades de las compañías energéticas.
La abrupta salida de Siria y el abandono de los kurdos ha abierto una brecha entre Trump y su partido en el momento en que el presidente, sometido a una investigación del Congreso que podría acabar con su impeachment, más lo necesita su apoyo. Los republicanos saben sin embargo que, en política exterior, pueden permitirse discrepar con el presidente, cuyos instintos aislacionistas la mayoría no comparte.
Su silencio ante el escándalo de la petición de ayuda electoral de Trump a Ucrania ha sido censurado por casi dos decenas de abogados conservadores, entre ellos, altos cargos de anteriores gobiernos. Los hechos, recalcan, son “indiscutibles” e “incompatibles” con el juramento de fidelidad a la Constitución, además de “una amenaza para nuestra democracia” y una base “legítima” para investigar el impeachment, afirman. Esta es la batalla, y no la de Siria, que realmente preocupa a Trump.
El presidente de EE.UU. aventura que sería “fácil” encontrar nuevos aliados contra el Estado Islámico