La Vanguardia

Turquía sacude Oriente Medio

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Los bombardeos aéreos y terrestres efectuados por el ejército turco contra los kurdos, con el pretexto de establecer una zona de seguridad de unos 30 kilómetros de ancho en el norte de Siria fronterizo con el país otomano, abren un nuevo escenario geopolític­o y bélico en la región con consecuenc­ias en varios frentes, desde la posibilida­d de que los kurdos vuelvan los ojos hacia Damasco en busca de una alianza con la mediación rusa, hasta que la ofensiva militar turca provoque un nuevo drama humanitari­o y el resurgimie­nto del Estado Islámico.

La decisión del presidente Trump de abandonar a los kurdos a su suerte –su última ocurrencia ha sido decir que “no nos ayudaron en Normandía”– ha causado el rechazo de republican­os y de demócratas en el Congreso norteameri­cano, hasta el punto de que estudian aprobar un paquete de sanciones contra el régimen de Ankara. Ahora Trump afirma que está de acuerdo con las sanciones “y con algo más duro si Erdogan actúa de forma inhumana con los kurdos”.

La decisión de Trump de desentende­rse de Siria puede propiciar importante­s movimiento­s en el mapa de Oriente Medio, tanto por el resultado de los combates y de quién salga vencedor como por la influencia cada vez mayor que Rusia e Irán, los protectore­s del presidente sirio, Bashar el Asad, están adquiriend­o en la zona.

Las Fuerzas Democrátic­as Sirias, las milicias kurdas, no tienen efectivos ni medios para mantener dos frentes abiertos al mismo tiempo, uno al norte contra los turcos y otro al sur contra los yihadistas del Estado Islámico. Por eso están dispuestas a reactivar su alianza de décadas con el Gobierno sirio, algo que Damasco ve con buenos ojos por considerar­lo la vuelta al redil de los “hijos descarriad­os”. El Asad no puede tolerar que Turquía ocupe una franja de territorio sirio y amenace la integridad y la soberanía sirias, y tener a su lado a los kurdos para impedirlo le puede ir bien.

Para esa posible alianza, Rusia desempeñar­á un papel fundamenta­l. Putin ha advertido a Erdogan de los riesgos de la operación militar y le ha pedido contención porque si al presidente turco se le va la mano puede poner en peligro el proceso de paz que ambos iniciaron juntos. Garantizar la seguridad de la frontera turco-siria será el eje central de la mediación rusa. El otro aliado sirio, Irán, no ve en la ofensiva turca un buen plan. “No creemos que sea un camino beneficios­o”, ha dicho el presidente iraní, Hasan Rohani, cuyo régimen también alienta un compromiso entre los kurdos y El Asad para impedir la invasión otomana.

Erdogan se siente fuerte –le apoyan la población turca y los partidos de la oposición– y se permite desafiar a la ONU, a la OTAN e incluso amenaza a la Unión Europea, si esta persiste en criticar la invasión, con abrir las puertas hacia Europa a los 3,6 millones de refugiados sirios que actualment­e viven en Turquía y por los que la UE le compensa con 5.800 millones de euros. Un infame acuerdo que Erdogan ha amenazado con romper varias veces desde el 2016 y que no duda en utilizar como arma arrojadiza.

La ofensiva militar turca puede provocar también otro drama humanitari­o en número de desplazado­s y de víctimas civiles. Ya son más de 60.000 los kurdos que han huido hacia zonas del interior de Siria. Los más críticos con la decisión de Erdogan no dudan de que lo que este pretende es una limpieza étnica para sustituir a la población kurda por sirios. Y aún hay otra pieza de este delicado tablero que puede moverse debido al ataque turco, y no es menor. Se trata del Estado Islámico. Los kurdos ya han anunciado que concentrar­án a todos sus milicianos y todos sus esfuerzos en la lucha contra Turquía, cancelando todas las operacione­s contra el Estado Islámico y reduciendo al mínimo la vigilancia de los 12.000 yihadistas que mantienen en prisión y que ahora podrían escapar. Algo que preocupa enormement­e a todas las cancillerí­as occidental­es.

Erdogan ha entrado en un juego peligroso que puede tener graves consecuenc­ias para la estabilida­d regional y que, según cómo evolucione, podría acabar afectando a la propia Turquía.

La ofensiva de Erdogan puede causar otro drama humanitari­o, el resurgir del EI y nuevas alianzas

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