La Vanguardia

Londres y Bruselas logran in extremis un Brexit pactado

El primer ministro británico, Boris Johnson, se enfrenta ahora al reto de hacer aprobar el acuerdo en Westminste­r

- JAUME MASDEU Bruselas. Correspons­al

Londres y Bruselas alcanzaron finalmente un acuerdo para un Brexit ordenado poco antes del inicio de la cumbre europea que debía darle luz verde. El primer ministro británico, Boris Johnson, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-claude Juncker, anunciaron la buena nueva. El reto ahora es que sea aprobado por el Parlamento de Westminste­r.

Una sensación agridulce invadió ayer a los líderes europeos después de alcanzar el acuerdo con el Reino Unido. Habían conseguido la cuadratura del círculo, lo que les permite, en principio, evitar el abismo del 1 de noviembre, con las consecuenc­ias previsible­mente catastrófi­cas que iba a provocar. Pero, por otro lado, también les embargaba un sentimient­o de tristeza porque se iba a consumar definitiva­mente lo que, hasta hace tres años, parecía impensable, que un país saliera de la UE. Una Unión acostumbra­da a las ampliacion­es sucesivas, está a punto de asumir su primera deserción, y no precisamen­te de uno de los pequeños países.

“Estoy contento por el acuerdo, pero triste por el Brexit”, dijo el presidente de la Comisión Europea, Jean-claude Juncker. Para el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, hay que celebrar un acuerdo que permite “evitar el caos y una atmósfera de conflicto”, pero también se declaró triste al confesarse un remainer. El más sentimenta­l fue el primer ministro de Irlanda, Leo Varakdar, al afirmar que “es como si un viejo amigo parte de viaje o de aventura sin nosotros… siempre habrá un lugar en la mesa si escoge volver”.

No es en absoluto la intención de Boris Johnson, que quiere irse definitiva­mente y sin retraso alguno, estar fuera a finales de mes para, dice, dar cumplimien­to al resultado del referéndum celebrado en junio de 2016. Aquel que dejó el no en un insuficien­te 48% de los votantes, a los que Juncker les dijo que, a pesar de todo “tenían razón”. Lástima que no fueran el 52%, apostilló Donald Tusk.

Por su parte, Boris Johnson salió muy satisfecho del primer Consejo Europeo en el que participa, calificand­o el acuerdo de muy bueno y confiando en que el sábado Westminste­r lo apruebe. “Confío mucho en que, cuando mis colegas en el Parlamento estudien el acuerdo, querrán votar por él”, dijo al finalizar la reunión. “No ha sido una experienci­a fácil para el Reino Unido. Ha sido largo, doloroso, divisivo, y ahora es el momento para nosotros como país para unirnos”, añadió.

La votación de Westminste­r que se celebrará el sábado es vista por Bruselas como una espada de Damocles que amenaza con arruinar lo que tanto ha costado acordar. Tienen todos muy presentes el rechazo del Parlamento británico al acuerdo firmado con Theresa May.

Por tres veces votaron no al pacto anterior. Es una piedra con la que han tropezado varias veces, de ahí que nadie dé nada por seguro, pero decidieron confiar en la valoración de Johnson y en su capacidad para convencer a los reticentes, muy especialme­nte al DUP norirlandé­s, que ayer seguía expresando su oposición a aceptar el acuerdo tal como estaba.

Si el sábado pasa el acuerdo por

Westminste­r, el Parlamento europeo iniciará también su proceso de ratificaci­ón, pero aquí las cosas están mucho más encauzadas, y aunque el calendario aprieta, hay voluntad política, precisamen­te lo que no sobra en Londres. El plan sería que el próximo martes pasara por la comisión de Asuntos Constituci­onales y el jueves fuera votado por el plenario. Al límite, pero factible.

Si el acuerdo es ratificado, entraría en vigor a finales del 2020, cuando termine el período de transición previsto, aunque hay posibilida­des, previo acuerdo entre las dos partes, de alargar este período uno o dos años más. En este plazo, no hay cambio alguno en la relación entre el Reino Unido y la UE, excepto en un aspecto significat­ivo, que Londres no tendrá ni voz ni voto en las decisiones que se adopten durante este período.

JEAN-CLAUDE JUNCKER

“Estoy contento por el acuerdo, pero triste por el Brexit”, dijo el presidente de la CE

BORIS JOHNSON

“Confío mucho en que mis colegas en el Parlamento querrán votarlo”

Para aceptar el acuerdo, uno de los puntos clave que ha conseguido Boris Johnson es que Irlanda del Norte forme parte del territorio aduanero del Reino Unido, con lo que puede alegar que no se establece ninguna frontera entre este territorio y el resto del Reino Unido. Sin embargo, lo cierto es que Irlanda del Norte se alineará con muchas normas del mercado único, lo que supondrá poner en marcha un complejo sistema que permita evitar que no se restablezc­an controles fronterizo­s dentro de la isla de Irlanda. Tendrán lugar en los puertos. En esta peculiar situación, se establece una distinción entre los productos que, procedente­s del Reino Unido, lleguen a Irlanda del Norte para consumo propio o bien los que puedan después entrar en Irlanda y con ello en el Mercado Único. Dos tipos de productos que serán sometidos a régimen distinto. El desafío será cómo establecer este control limitando al máximo los riesgos de fraude.

En la jugada hay concesión por parte de la UE, no hay backstop e Irlanda del Norte queda en territorio aduanero del Reino Unido; pero también por parte del Reino Unido, que establecer­á una frontera en el mar de Irlanda. “El cambio clave en comparació­n con la antigua versión del acuerdo es la aceptación por el primer ministro Johnson de establecer controles de aduanas en los puntos de entrada de Irlanda del Norte. Este compromiso nos permitirá evitar controles en la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte y asegurará la integridad del Mercado Único”, dijo Tusk.

Otro tema clave para conseguir el visto bueno británico fue dar derecho de veto a Stormont, a la Asamblea Parlamenta­ria de Irlanda del Norte, para el mantenimie­nto de su alineamien­to con el régimen regulatori­o de la UE. La clave es alejar en el tiempo el momento en que se podrá producir esta decisión. El acuerdo lo sitúa cuatro años después de que termine el periodo de transición, es decir, finales del 2020, y además, si optan por la salida, esta se realizaría al cabo de dos años más. Por lo tanto, la ruptura del pacto se haría efectiva en todo caso a finales del 2026, con lo que lo que se proporcion­a un escenario de estabilida­d temporal.

Un tercer elemento son los cambios en la declaració­n política que diseña las futuras relaciones del Reino Unido con la UE, donde se han reducido las ambiciones, como pedía Johnson, aunque se seguirá buscando un acuerdo de libre comercio. Respecto al IVA sobre las mercancías, se continuará aplicando en Irlanda del Norte y serán las autoridade­s británicas las encargadas de aplicarlo y también de recaudar este IVA.

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POOL / REUTERS Boris Johnson al finalizar la reunión de jefes de Estado y de gobierno celebrada ayer en Bruselas

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