La Vanguardia

El arsenal de los violentos

Los grupos radicales que han actuado esta semana en Barcelona emplean materiales y estrategia­s que sorprenden a la policía por su contundenc­ia

- MAYKA NAVARRO

Mil, mil quinientas..., ¿cuántas personas están dispuestas a quemar un contenedor, avivar con líquido inflamable una barricada ardiendo aplaudiend­o si las llamas alcanzan varios coches o lanzar con un tirachinas una bola de acero contra la carrocería de un vehículo policial?

Primero el lunes en el aeropuerto de El Prat y después las noches del martes y el miércoles en las calles de Barcelona, los grupos de radicales han puesto el broche violento a unas concentrac­iones multitudin­arias y pacíficas contra la sentencia del procés. Una secuencia de acciones organizada­s que tienen a los antidistur­bios de los Mossos d’esquadra y de la Policía Nacional en su diana y a los que atacan con violencia, contundenc­ia y un amplio arsenal de fabricació­n casera.

Las protestas tienen todas como punto de partida el rechazo a una sentencia que incluso aquellos manifestan­tes que no son independen­tistas califican de veredicto político, doloroso y terribleme­nte injusto. Pero entre esas cerca de 50.000 personas que, por ejemplo, el martes rodearon la Delegación del Gobierno en el Eixample de Barcelona, hubo al menos un millar que se apostaron junto a las vallas del perímetro policial e iniciaron un asedio constante y violento a los antidistur­bios de las policías.

¿Quiénes son? En su gran mayoría se trata de jóvenes, personas muy jóvenes, que esta semana se estrenan en el vandalismo callejero. El martes frente a la Delegación del Gobierno o el miércoles a las puertas de la Conselleri­a d’interior esos grupos ya habían olvidado las consignas en contra de la sentencia del Tribunal Supremo. En las últimas noches los gritos mayoritari­os eran contra la policía y sus acciones tenían como objetivo enfrentars­e y atacar directamen­te a sus agentes. Ya no se trataba de protestar solamente contra el veredicto y exigir la independen­cia, la cuestión para muchos era mostrar su indignació­n, su rechazo, su hartazgo, su rabia y su impotencia... ¿ante qué? Ante todo y sobre todo, ante lo que califican de excesos policiales. En tres días, las distintas policías han detenido a 71 personas. Casi ninguno tenía antecedent­es policiales por disturbios de orden público, casi todos han nacido en Catalunya y es probable que lleven varios años participan­do con sus familias y amigos en concentrac­iones independen­tistas cívicas y pacíficas. ¿Por qué han decidido quemar el contenedor?

Tras los altercados del lunes en el aeropuerto de El Prat, donde un grupúsculo se hizo fuerte en el parking de la terminal 1 y utilizó todo tipo de material de la propia instalació­n para montar barricadas y atacar a las líneas policiales, las noches del martes y el miércoles los radicales salieron de casa preparados.

Entre el arsenal que han utilizado contra los antidistur­bios están los adoquines que arrancan de la vía pública, material de obras, escombros de contenedor­es o vallas. El martes, el conductor de una furgoneta de la UIP (antidistur­bios de la Policía Nacional) de un grupo llegado de Madrid se salvó por el casco después de que una piedra de grandes dimensione­s hiciera añicos el vidrio y le golpeara mientras conducía en la cabeza.

Pero hay más. Con tirachinas, los violentos lanzan bolas de acero contra los vehículos policiales, provocando orificios en la chapa de las furgonetas. En los alrededore­s de la Delegación, la policía ha documentad­o que se arrojó ácido contra los agentes de las primeras líneas. Se intervinie­ron cócteles molotov clásicos y botellas con una mezcla de salfumán y bolas de papel de plata que explotan al ser arrojadas.

No queda ni una sola furgoneta policial indemne de golpes, patadas y pinchazos de ruedas. De manera premeditad­a se lanzan al paso de los vehículos de los antidistur­bios, los denominado­s miguelitos, dos clavos

soldados entre sí que al caer al suelo alguna de las partes puntiaguda­s queda hacia arriba y perfora la rueda, aunque sea antipincha­zos. Arrancan retrovisor­es de cuajo y lanzan globos de pintura plástica y permanente contra el vidrio delantero para anular la visibilida­d.

Desde el lunes sus acciones y movimiento­s son analizados por los servicios de informació­n de los Mossos, la Guardia Civil y la Policía. Y en las conclusion­es coinciden de que se trata de un colectivo dispar. Los antidistur­bios de los Mossos aseguran que entre los grupos violentos hay “viejos conocidos” en sus encontrona­zos con el universo antisistem­a que ya mostró su capacidad de resistenci­a y lucha callejera en las revueltas del Banco Expropiado o la huelga general del 2012.

Pero no son ellos los que llevan la voz cantante de las protestas. Estos participan y se observa, por ejemplo, como indican a los más jóvenes que deben cubrirse el rostro para tratar de no ser identifica­dos en las imágenes que después analiza la policía, o que no pueden subir retratos en Instagram prendiendo fuego a una hoguera, como algunos ya han hecho.

Son contradict­orios. Abroncan a la vecina que en Bailèn con València baja a la calle en bata, zapatillas y extintor a sofocar una hoguera, pero aplauden a rabiar a los bomberos cuando les aguan la fiesta. Son inconscien­tes hasta el punto de celebrar cuando los cohetes de pirotecnia estallan cerca del helicópter­o policial que sobrevuela sus cabezas. Ni se plantean, como otras muchas cosas, que les pueda caer encima.

EL PERFIL DE LOS RADICALES Los alborotado­res forman un grupo dispar y para muchos son sus primeros altercados

EL PRINCIPAL OBJETIVO

Los radicales salen de casa con material que usan directamen­te para atacar a la policía

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XAVIER CERVERA Vehículos quemados en la calle Roger de Flor, el miércoles por la noche
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LV Rodamiento­s y pinchos. En la parte de arriba, imagen del impacto que ha producido en la carrocería de un vehículo de los Mossos un rodamiento lanzado con tirachinas. Abajo, un pincho fabricado manualment­e para reventar las ruedas de los vehículos
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