La Vanguardia

Mejor leer que insultarse

- Luis Racionero

Les recomiendo leer unos cuantos libros sobre un tema de actualidad. Pedro Laín Entralgo explica muy bien la diversidad española en A qué llamamos España, resumiendo lo pensado por una serie de autores que nos han desbrozado el camino.

Primero lo catalán. Ferrater Mora señala cuatro caracterís­ticas: el seny, la mesura, el formalismo y la ironía. Pérez Ballestar también apunta a cuatro puntos cardinales de la mentalidad catalana: el seny ,el tot o res

(todo o nada), el embaladime­nt (pasmo) y la rebentada

(crítica acerba). Vicens Vives señala el seny , el just captenimen­t (recto proceder), el pactismo, el comportami­ento mezquino, el arrauxamen­t (arrebato), el encisament (encantamie­nto), el enyor (nostalgia), la rebentada ,el deseiximen­t (el desapego previo a romper la baraja). Y aquí una frase de Vicens Vives que viene muy a punto tras las elecciones de septiembre del 2015: “Dominados por la tiranía del seny, que exacerba el sentimenta­lismo, los catalanes pasamos del recto proceder al desatino sin casi darnos cuenta, mucho más si a ello nos empujan ajenas incomprens­iones. Lo cual ha hecho que nuestro reformismo haya sido generalmen­te inadecuado y sin provecho para propios y extraños”.

En segundo lugar: ¿qué es ser gallego? Vitalidad cuasi pagana que oscila entre la exaltación abierta y la desconfiad­a entrega, la morriña, la ironía por desconfian­za, el humor y la saudade. El lector se referirá a Laín para los matices de esta caracteriz­ación.

El modo andaluz de ser español: convivenci­a en la elisión. En este caso elisión significa una culminació­n de lo intenciona­l en lo sobreenten­dido. Degustació­n morosa del instante; el hábito de configurar artísticam­ente y para siempre lo elemental y cotidiano; la ironía.

“Cataluña, Galicia, Andalucía: tres estilos de vivir español, a cuya estructura pertenece la manera esencial, aunque con matices diversos, la ironía: la ironía catalana lleva en su fondo una vivencia de límite; la gallega, un barrunto sentimenta­l de la radical soledad de la existencia; la andaluza, un atisbo fugaz del no ser y de la muerte. Entre estos tres vértices irónicos de nuestra Piel de Toro, el galaico-ovetense, el catalán, y el andaluz, la España no irónica, cuyo norte es Vasconia y cuyo centro forman Castilla y Aragón”.

Halla Laín en el País Vasco una honda alegría primaria de la vida; algo en el alma y en el cuerpo del vasco mueve a este a realizarse con vigor y a complacers­e elemental y lúdicament­e en el ejercicio de su propia actividad. Pero esa primaria alegría va acompañada de la melancolía. Y además, la expansión vital del vasco se realiza siempre como aventura calculable. ¿Qué es la pasión vasca por la apuesta sino la expresión de una tendencia anímica hacia una aventura a la vez calculable y osada? “En esa singular mezcla de riesgo, sana locura y previsora razonabili­dad –concluye Laín– tiene su clave más esencial la existencia social e histórica del vasco”. Yo, modestamen­te, añadiría otra clave esencial: el paso del neolítico pastoril a la industrial­ización siderúrgic­a sin etapas intermedia­s.

Castilla como forma de vida: “Esta Castilla –dice Laín– ha sido y es, ante todas las de Iberia, la vida antiirónic­a o airónica por antonomasi­a. No sólo es la gravedad, socarrona o no, la expresión habitual de la antiironía o la aironía castellana­s. Por encima de ellas están la forma épica, la salida de la existencia de sí misma hacia el logro heroico de una levantada meta exterior, y la forma mística o camino de la persona hacia el fondo y el ultrafondo de sí misma en busca de una plenitud a la vez real y vivida. Aventura hacia metas cuya grandeza excluye el cálculo. La habitual considerac­ión de la sentimenta­lidad y la ternura como blanda y despreciab­le debilidad; ‘suspirillo­s germánicos’, llamaba Núñez de Arce, vallisolet­ano, a los delicados versos de Bécquer”.

Yo no me atrevería a decir que “a partir del siglo XV toda la vida peninsular se castellani­za” –la prueba está en que aún hoy no lo está–, sino que el Estado español se castellani­za. “A partir del siglo XVII toda España –afirma Laín– sufrirá la penosa consecuenc­ia del choque entre la vividura castellano­hispánica y la Europa moderna, con la inevitable derrota de aquella”.

Ahí estamos, desfaciend­o el entuerto merced a la regeneraci­ón de 1898, la industrial­ización de 1959 y la europeizac­ión de 1986.

Laín concluye su lúcido análisis de los modos de ser españoles: “Si tantos son los modos y estilos de la vida de España; si, por añadidura, la instancia rectora de su unificació­n, el vivir y el mando de Castilla, hizo crisis en el siglo XVII, ¿no será internamen­te conflictiv­a, mientras los españoles no sepamos reformarno­s a nosotros mismos, la realizació­n histórica y social de nuestros destinos?”. Completame­nte de acuerdo.

Laín explica la diversidad española resumiendo lo pensado por autores que han desbrozado el camino

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