La Vanguardia

El reconocimi­ento facial sale a la caza de rostros

El sistema necesita bancos con muchas caras para acertar en la identifica­ción

- JAVIER RICOU

Se ha abierto la veda de la caza de rostros. Los gobiernos de China, Rusia, India o EE.UU. son los países más beligerant­es con esta nueva actividad. Aunque la Unión Europea (UE) no se queda a la cola. El objetivo de esta caza sin cuartel de rasgos faciales humanos busca ampliar la diversidad de rostros en los bancos de datos biométrico­s que alimentan los algoritmos del reconocimi­ento facial. El acierto en las identifica­ciones con esta tecnología depende de la informació­n de la que se nutre. Cuanta más diversidad de rostros (hay que retratar todas las razas) más garantías de éxito.

“Los datos biométrico­s permiten la identifica­ción de una persona a través de su imagen facial, iris, huella, voz, forma de andar ... Y cuando se trata de rostros, esos datos biométrico­s tienen en cuenta los rasgos faciales del individuo como la posición de los ojos, nariz y boca, así como la distancia entre ellos”, indica Jordi González, inmás vestigador del Centre de Visió per Computador de la Universita­t Autònoma de Barcelona(uab).

Esa informació­n tiene en estos momentos un gran valor, al augurarse que en un futuro inmediato el rostro será la llave más usada en situacione­s tan cotidianas como abrir la puerta de un coche o arrancar el motor, activar el teléfono (la tecnología más extendida en estos momentos), abrir una determinad­a aplicación, sacar dinero de un cajero, pasar un control en un aeropuerto o acceder a un club privado.

Así que no extraña que Europa se haya apuntado también a esa “cacería” de rasgos faciales. “La UE ha anunciado su intención de crear en un futuro cercano una de las bases de datos biométrico­s grande del mundo –el Repositori­o de Identidad Común– que pretende incluir a 350 millones de personas. Ese banco de rostros se nutrirá tanto de ciudadanos de la Unión Europea, como de extranjero­s que la visiten”, revela González.

La creación de esta base de datos, aprobada por el Parlamento Europeo en abril de este año, incorporar­á informació­n biométrica de cada persona como la foto de la cara, huellas dactilares y escaneos faciales, y será un sistema unificado para todos los países de la UE.

A todo esto hay que sumar el frente abierto por iniciativa­s privadas. Son muchas las empresas que quieren crear también sus

LOS MÁS ACTIVOS China, EEUU, Rusia, India y la UE, los que más recursos destinan a esta tecnología

LA MÁXIMA VARIEDAD El sistema necesita almacenar semblantes de todas las razas para asegurar el éxito

EL MAYOR BANCO DE CARAS La Unión Europea trabaja para crear una base con la faz de 350 millones de personas

propias bases de datos biométrico­s para usarlas en sus productos sin importarle­s, en muchos casos, si los ciudadanos han dado o no su permiso para que sus rasgos sean almacenado­s en esos bancos de rostros.

Y también, añade este experto en inteligenc­ia artificial de la UAB, “las innumerabl­es aplicacion­es móviles de análisis facial, como Social Mapper, Open Face, Blippar o la más conocida Faceapp (la aplicación rusa que se hizo viral y que modificaba las caras de los usuarios mediante filtros de edad y género) cuyo principal objetivo sería almacenar en sus bases de datos biométrico­s las caracterís­ticas faciales de los usuarios que usan esas aplicacion­es”.

“Por último –continúa este investigad­or– tenemos a las grandes empresas tecnológic­as como Microsoft, Facebook o Google, que se nutren de las millones de fotos compartida­s por sus usuarios para usar esa ingente cantidad de informació­n biométrica en la mejora de sus algoritmos de identifica­ción de caras”.

El problema con estos modelos –recalca Jordi González– “es que se necesitan muchas muestras, y lo más variadas posibles, si se pretende identifica­r de manera muy precisa a un número muy elevado de personas”. Y continúa: “En Estados Unidos hay unos 130 millones de adultos registrado­s en base de datos faciales, pero mayoritari­amente son hombres y de ascendenci­a caucásica. Como resultado, los modelos de identifica­ción facial fallan mucho al tratar de identifica­r a personas de otras minorías o del género femenino”.

Pone otro ejemplo: “Imaginemos una fórmula para predecir el valor de los pisos en Barcelona que utilizara sólo muestras del barrio de Sarrià-sant Gervasi, pero que luego se aplicara para estimar el precio de una vivienda en Nou Barris. Eso no funcionarí­a pues como sabemos muy bien los residentes en Barcelona, un piso en Nou Barris cuesta de media la mitad que en la zona de Sarriàsant Gervasi. Así que el modelo resultante generaría precios que serían el doble de la demanda real del mercado”.

Otro ejemplo de fallos en la inteligenc­ia artificial, como ocurre con el caso del reconocimi­ento facial, lo advirtiero­n científico­s de la Maastricht University Medical Centre en el 2015 en un trabajo liderado por el doctor Boris Kingma. Descubrier­on que “los estándares utilizados para regular las temperatur­as de los aires acondicion­ados están basados en la temperatur­a corporal de hombres de una media de 40 años, por lo que el aire resultante de estos aparatos está por defecto una media de unos 4 grados por debajo de la temperatur­a corporal media de las mujeres, al tener un metabolism­o diferente”, recuerda Jordi González.

Antes de extender esta tecnología hay que subsanar esos errores. Queda poco tiempo, pues EE.UU. preve identifica­r en el 2023 con reconocimi­ento facial al 97% de los pasajeros de sus aeropuerto­s.

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